César Muñoz Guerrero.- Nuestra amiga Claudia avisó que el pasado 1 de noviembre había abierto en Villar del Pozo el restaurante VillaRous. El pasado viernes, 5 de diciembre tuvimos ocasión de acercarnos tres personas para conocer el lugar y saludar a Carlos y su equipo, responsables de esta apuesta hostelera de proximidad.



Se llega a VillaRous desde Ciudad Real por la carretera A-41, salida 180. Pasada Cañada de Calatrava, según se entra a Villar del Pozo hay que acceder por la calle Juan Pablo II hasta el edificio del Ayuntamiento. Frente a él, hay que tomar la calle Obispo San Blas, paralela a la que hemos usado para entrar al casco urbano. Al final de la calle, antes de la carretera por la que hemos venido, en el número 16 está situado el establecimiento, en el caserón que antiguamente acogió las escuelas municipales.
Nuestra hora de llegada fue sobre las 15:00, previa llamada telefónica para consultar disponibilidad. Amablemente se nos comunicó que nos recibirían y que la cocina estaría abierta hasta las 16:00 para ese turno de comidas.
Al llegar entramos por la puerta lateral, que da al espacio donde están la barra del bar, unas mesas y la cocina. A continuación de esta estancia entramos al salón, de tamaño considerable y donde esa noche se celebraría un evento de medio centenar de personas. Por el tamaño, daba la impresión de poder acoger acontecimientos mucho más numerosos.
Nos sentamos en una mesa de tres personas que se nos había preparado. Leímos la carta y en la misma mesa se nos dio la opción del menú del día. Optamos por probar dos de las especialidades de la casa, calamares y tortilla de patatas, que acompañamos de agua, refresco y cerveza.
El tiempo que tardaron en servirnos la comanda fue razonable. La tortilla de patatas estaba muy jugosa y se notaba que la receta era propia, con una exquisita cebolla caramelizada. Los calamares los pedimos acompañados de una fuente de alioli. Muy bien calculadas las cantidades de todo.
Con apetito para probar los postres, se nos dio la opción de elegir entre torrija, flan, helado de vainilla y una pieza de fruta. Probamos las tres primeras. No serán suficientes los halagos que dediquemos a la espectacular torrija, el postre que tiene mayor toque del cocinero. Y a él debemos dedicar los excepcionales comentarios que merece.
Cuando habíamos terminado los postres, hablamos unos minutos con Carlos. Nos contó que, después de más de quince años de trayectoria hostelera en casas de referencia, VillaRous es su apuesta más personal. Con ayuda de su gente de confianza y algunos familiares, ha puesto sus conocimientos y su experiencia al servicio de la pequeña comunidad de Villar del Pozo y los amigos que vayan a conocerlo.
De hecho, el viernes en cuestión encontramos a algunas personas que se habían acercado desde Ciudad Real, coincidiendo con el encendido de luces navideñas del pueblo, esa misma tarde.
Carlos nos contó que es partidario del producto de kilómetro cero, es decir, aquel que puede obtener en un radio más cercano, y si es de la tierra, mucho mejor. La carta y el concepto del local es creación suya y es la culminación de un bagaje que para su edad es muy meritoria.
Quedamos contentos con la presentación, el servicio y sobre todo la comida. La tarde invitaba a tomar un café en las mesas frente a la barra, lo que hicimos para marchar después con tranquilidad. Hay un muy buen equilibrio entre la calidad y el precio, por lo que repetiremos con seguridad.
Para estas fechas también preparan comidas especiales, algo que conviene tener en cuenta si gustamos de comprobar la especial apuesta que ha hecho este restaurador joven y experimentado.
Gracias por tu acogida y tu excelente comida, Carlos, volveremos para probar tus platos tradicionales de cuchara, de los que según nos dijiste eres un gran defensor. Sin duda, tu apuesta y tu talento darán que hablar. Y gracias, Claudia, por ponernos al tanto de los atractivos de Villar del Pozo, pequeño pueblo que guarda secretos tan grandes.















