Lennon

“La realidad deja mucho a la imaginación”
JOHN LENNON
(Cantante británico)

Cuando el 8 de diciembre de 1980 se anunciaba el asesinato del cantante John Lennon, la conmoción fue extraordinaria en todo el mundo, sobre todo entre las generaciones de jóvenes y no tan jóvenes para quienes había sido su ídolo musical durante años. Se perdía así al icónico miembro de los Beatles que, ya como cantante en solitario, se había convertido en toda una leyenda. Pero su indigno asesinato lo elevó a la categoría de mito eterno.

La noche neoyorkina de hace ahora cuarenta y cinco años lo enmudeció para siempre, pero su legado no dejó de crecer y su “Imagine”, —como otras canciones suyas—, seguieron marcando una época de la música pop y rock más exitosa del siglo XX. A su asesino, Mark David Chapman, le había firmado un disco a las cinco de la tarde y unas seis horas después le disparó cinco balazos causándole la muerte casi de inmediato. Era un admirador suyo.

En torno a esa fecha hubo hechos importantes en todo el mundo y casi tan definitivos como su asesinato que hoy siguen presentes en la sociedad. En 1979 se implantó un régimen teocrático chiita en Irán. Una revolución popular dirigida por el exiliado Ayatola Jomeini provocó la caída del Sha Reza Pahlavi y la constitución de la República Islámica de Irán, de carácter fundamentalista qué, pasados todos estos años, sigue plenamente vigente. 

En 1980 surge un movimiento sindical en Polonia que abrirá una brecha de libertad en los países del entonces conocido como telón de acero. “Solidaridad”, no solo fue un movimiento que demandaba mejoras laborales. Tuvo carácter político y fue apoyado por el papa polaco, Juan Pablo II. Si los conflictos de Hungría en 1956 y de la Primavera de Praga en 1968, se cerraron en falso, el polaco duró hasta que Lech Walesa consiguió el poder. 

En 1979 se firmó el Tratado de Paz entre egipcios e israelíes por los que se devolvieron los territorios ocupados a Egipto por parte de Israel en la guerra de los Seis Días de 1967 y en la del Yom Kippur de 1973. Pese a que la tensión árabe-israelí parece un conflicto permanente en toda la región —como la reciente guerra en Gaza contra Hamás—, desde entonces ambos países han mantenido relaciones diplomáticas y una paz duradera.

En 1981 llegó al poder Ronald Reagan, —el actor que llegó a presidente de los EE. UU—entre otras cosas por el fracaso de Jimmy Carter en la resolución del conflicto del personal americano secuestrado en su embajada de Teherán por elementos afines al régimen. Setenta días después de su toma de posesión, Reagan sufrió un atentado por un demente. Una bala le partió una costilla, se le alojó en un pulmón y le causó una grave hemorragia.

Apenas dos meses después, el 13 de mayo de 1981, Juan Pablo II sufrió un intento de asesinato en la plaza de Ciudad del Vaticano en Roma por el turco Alí Agca, quien hirió de gravedad al pontífice y por cuya vida se temió. El autor fue detenido y condenado a cadena perpetua en Italia. El papa lo visitó y lo perdonó en la prisión en la que él cumplía condena. Pero, a petición expresa del pontífice, el gobierno italiano lo indultó y lo expulsó a Turquía.

El 6 de octubre de 1981 hubo un magnicidio en El Cairo. Ese día, con motivo de una desfile militar, se produjo un espectacular atentado que acabó con la vida del presidente de Egipto, Anwar el-Sadat. Los asesinos eran militares egipcios y actuaron desde un camión militar que desfilaba en ese acto. Irán ensalzó a los autores. Sin embargo, en ese momento fueron detenidos, condenados a la pena de muerte y ejecutados pocos meses después.

Aunque el asesinato de Lennon y el atentado fallido de Reagan no tenían motivación política aparente y no había ninguna vinculación entre ambos actos, sí que hubo una serie de circunstancias coincidentes. Ambas atentados se produjeron en fechas muy próximas, en apenas tres meses; ocurrieron en Nueva York; y en los dos casos se puso de manifiesto lo que es un problema de la sociedad norteamericana, la proliferación de armas de fuego.

En cuanto al atentado fallido de Juan Pablo II y el magnicidio consumado de Anwal el-Sadat, la motivación política era más que evidente. La gran influencia del papa polaco permitía que “Solidaridad” fuese un movimiento tolerado dentro de un régimen comunista, lo que no gustaba en Moscú. Y en cuanto a Sadat, sus acuerdos de paz fueron considerados una traición por parte de algunos islamistas árabes, incluso dentro de su propio país.

Que haya una teórica motivación previa, no tiene por qué corresponderse con la autoría de hechos graves como estos. Pero las sospechas y la sombra de la duda siempre estarán ahí, aunque no sea fácil determinar la causa última que ha provocado un magnicidio intentado o consumado.

La realidad deja mucho espacio a la imaginación. Y nuestros sueños ofrecen inagotables posibilidades para que esa imaginación estimule una creatividad que a Lennon le truncó precozmente un admirador.         

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