Manuel Valero.- La línea de la corrupción no es sinuosa, es recta. Y no ha parado. Aunque Felipe González junto a Adolfo Suárez completan la dupla de los mejores presidentes de la democracia, el estadista González se vio en sus últimos años de mandato salpicado por unos cuantos escándalos. Pero al final, y después de catorce años cedió el mando al PP, de José María Aznar, salpicado también por su entusiasmo atlantista alimentado por el gran bulo de las armas de destrucción masiva en manos de Irak.
Aznar gobernó por dos mandatos como se había comprometido y Mariano Rajoy se dispuso a dar la batalla a un desconocido José Luis Rodríguez Zapatero con las encuestas a favor del primero. Los atentados del 11-M voltearon las elecciones y el PSOE volvió al poder. La crisis económica negada con entusiasmo por Pedro Solbes y la generosidad de ZP que regalaba euros a las parturientas sin tener en cuenta la renta y otras regalías sociales que dejaron las arcas del Estado con más telarañas que el estómago de Carpanta, le valieron un tirón de orejas de Unión Europea y EEUU que se tradujo entre otras cosas en la reducción de sueldo a los trabajadores públicos. Abrasado por ello cedió la candidatura a Alberto Pérez Rubalcaba que perdió las elecciones. Las ganó Mariano Rajoy cuyo segundo mandato se vio de nuevo envuelto en asuntos de corrupción. El entonces jefe de la oposición, Pedro Sánchez, de tortuosa trayectoria tras el no menos tortuoso comité federal que lo defenestró, uso la baza de la corrupción para presentar una moción de censura contra Rajoy, que defendió José Luis Abalos.
A partir de aquí, ya lo saben. Un sinvivir jalonado por una cadena interminable de escándalos y casos de corrupción que afectan al corazón del PSOE, reducido a una ciudadela personalista, y con la justicia sobrevolando cabezas con la inquietante amenaza de asuntos de más calado que afectan a nombres, como el del propio Zapatero. Y todo retrasmitido caso en directo entre la gravedad y la hilaridad de algún programa de televisión que ha puesto en marcha un contador de detenidos.
La línea de la corrupción no es sinuosa pero en los últimos años ha dibujado esa línea quebrada que traza el sismógrafo cuando se rebulle la tierra bajo los pies. Y es insoportable desde cualquier punto de vista: pruebas, documentos, grabaciones, fotografías, comparecencias, encarcelamientos, ramificaciones, juicios a la espera… en una espiral de escándalos inconcebible en un sistema democrático. Y para colmo, el enroque testarudo de un presidente deteriorado incluso físicamente. Los de mi generación hemos conocido las trayectorias de los presidentes pero nada parecido a lo que estamos contemplando por entregas diarias con sorprendentes giros de guión.
Ya no se trata de elecciones sí o no, que las habrá, sino de las consecuencias. La prensa amiga y los socios de Sánchez, incluso, alertan de lo que vendrá si el presidente sigue en su ciudadela, asediado, además, por la contestación femenina en su propio partido, por las denuncias de acoso sexual, una de ellas contra el que iba a ser… ¡el secretario de Organización! Los dos anteriores han pisado la cárcel y el tercero, encubierto por acosador, sobre la moqueta de La Moncloa. Insoportable.
El futuro del PSOE es incierto y no cabe más que el deseo de que alguien levante la voz para recoger los escombros, como parece que ya hay movimientos, y a lo mejor Page no está tan solo como se cree. Es una pena que los acuerdos sociales de este gobierno acaben arrumbados bajo toneladas de basura hasta dar la impresión de que eran una mera coartada para el trinque o que salieron adelante por la presión de los socios, no por convencimiento socialista. Más que Sánchez interesa el PSOE, un nuevo partido que baldee lo que sea menester y se prepare para recobrar un día la responsabilidad de gobierno. La corrupción es inherente a la condición humana pero hay limites que se estrechan cuando se tiene una responsabilidad pública. La corrupción va en el adn del ser humano pero de ninguna manera puede normalizarse socialmente. No hacen falta santos, sino simplemente hombres y mujeres, con todas sus imperfecciones, pero honestos, responsables y coherentes. ¿Es pedir mucho? Los socialdemócratas necesitamos que acabe cuento antes está película de terror. La melancolía arrecia. Y no es bueno.
PD.- Cantaba Luis Eduardo Aute en su estremecedor tema La belleza:
Míralos, como reptiles al acecho de la presa
Negociando en cada mesa, maquillajes de ocasión
Siguen todos los raíles que conduzcan a la cumbre
Locos por que nos deslumbre su parásita ambición.











