José Antonio Merchán Calatrava.- Tengo que admitirlo. Y no tengo reparo en hacerlo. Soy un ignorante. Jamás he sentido especial devoción por el arte de la fotografía ni por supuesto tengo, dicho sea de paso, conocimiento alguno sobre esa disciplina artística. Si de un concurso se tratara y tuviera que nombrar a algún fotógrafo conocido, tan sólo me salvaría el nombre de Cristina García Rodero. Y sólo porque soy de Puertollanoy da nombre a nuestro Museo Municipal. Si no, ni eso. Sé que no tengo perdón.
Háganse una idea, entonces, de en qué condiciones me presenté la tarde del pasado Jueves, día 18 de Diciembre, en nuestro Museo Municipal a conocer la obra de Eugenio Recuenco: 365º. No tenía la más remota idea de quién era Eugenio ni sabía que había sido discípulo de aquélla que me habría librado de palmar todo mi dinero en ese imaginario concurso. Admito que sólo fui por recomendación de ultimísima hora de alguien a quien considero amigo. Ignoraba qué iba a encontrarme al llegar. Pero, sobre todo, ignoraba cómo iba a encontrarme al salir de allí.
Muy probablemente haya habido en nuestro Museo Municipal otras exposiciones de valor incalculable que bien habrían merecido un artículo de opinión como el que ahora dedico a la obra de Recuenco. Que nadie se ofenda. Ni autores ni valedores. Ya lo he advertido, soy un ignorante.
Pero la exposición que todos los ciudadanos de Puertollano tendremos ocasión de disfrutar ¡gratuitamente! en nuestro García Rodero hasta el día 28 de Febrero del nuevo año que acecha, por lo pronto, me deja una inquietante pregunta que me atrevo a compartir con ustedes. ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar por la entrada que nos permitiera disfrutar de esta misma exposición si nos topáramos con ella en alguna gran ciudad mucho más acostumbrada al arte con mayúsculas?
He leído en la prensa titulares del tipo <<Eugenio Recuenco, una leyenda de la imagen, regala a Puertollano365º>>. A mi parecer, no es exactamente un regalo. Es más bien aunar Papá Noel, los Reyes Magos, tu cumpleaños y hasta el ratoncito Pérez en un mismo día y en un mismo espacio, el García Rodero.
La obra de Eugenio Recuenco te inspira y empequeñece al mismo tiempo. Y, lo mejor de todo es: No hace ni puñetera, perdón, falta tener ni idea de fotografía para entusiasmarse con 365º. Porque cuando el ARTE se escribe, en este caso se fotografía, con mayúsculas, te da una bofetada que te deslumbra y te marca de igual manera que lo hace una mano abierta en la mejilla. Si, además eres capaz de apreciarlo, hace que tu vida de un giro, en este caso, de 180º.
Cuando uno lee el prólogo que Don Javier Ayala, alcalde de Fuenlabrada, dedica a la obra de Recuenco en el libro que documenta esta brillante exposición –sí, no me pude resistir a comprarlo- encuentra una frase muy a tener en cuenta que dice literalmente así: “El arte nos obliga a fijarnos, nos quita de los ojos la miopía y las legañas de la costumbre”. La frase, sobre la que luego volveré, no es del Sr. Ayala. Es de Antonio Muñoz Molina, escritor y académico de la Real Academia Española, sobre el que, sin embargo, tampoco estoy en condiciones de poder nombrar ni uno sólo de sus títulos. Otra vez la maldita ignorancia.
Os puedo asegurar que, si la obra de Recuencoimpacta de por sí, haber tenido la oportunidad de escuchar al autor desmenuzando los entresijos de algunas de sus fotografías fue, sencillamente, extraordinario. Uno solo esplenamente consciente de la envergadura de su obra cuando escucha al autor decir que ha dedicado ocho años de su vida a trabajarla para poder exponerla en las condiciones en que ahora puede visitarse y disfrutarse. Este “pequeño” detalle no quiero dejarlo pasar inadvertido. Ocho años son, como decimos en nuestra tierra, una Quijotada. La constancia y el ejercicio deconfianza inquebrantable en su trabajo que ha debido hacer Recuenco durante tantos años, son, a mi parecer, una lección de vida para todos y que debemos advertir, especialmente, a los más jóvenes. Cultura del esfuerzo en estado puro.
No podría escoger, de entre tanta maravillosa fotografía, ni siquiera un puñado de ellas para colgarles el cartel de “mis favoritas”. Resulta del todo imposible. Sin embargo, mi afición al cine y la necesidad que siento que existe hoy en día de abandonar la confrontación y apostar por la unión entre todos los sectores de la población, me invitan a fijarme en las fotografías donde el espectador visualiza las hojas del calendario correspondientes a los días 13 y 14 de Agosto.
Aquéllas donde puede verse a una modelocaracterizada de Marilyn Monroe imitando la icónica escena en la que aparece sujetándose la falda con ambas manos, en esta ocasión, junto a lo que representa, en palabras del propio autor, el muro de Berlín que durante tantos años simbolizó la división de Europa, separando la zona oeste de la ciudad, encuadrada en el espacio económico de la extinta República Federal de Alemania, de la zona este, afecta a la también extinta República Democrática Alemana. Es increíble la capacidad que tiene Recuenco de contar, en tan sólo un par de imágenes, lo absurdo que resulta levantar muros, ya sean físicos o ideológicos, que priven a la sociedad de enriquecerse con lo bueno que aporta cada individuo al conjunto desde supropia perspectiva.
¿Sabían que fue la propia Marilyn la que intercedió para que una grande del jazz perteneciente a la comunidad negra, como era Ella Fitzgerald, pudiera tener acceso a actuar en los grandes teatros de Broadway en una época en la que la sociedad norteamericana estaba completamente dividida por un grave problema de segregación racial?
Derribado el muro de Berlín, ignoro también en qué momento nuestra sociedad se ha empeñado en volver a enfrentarse en todo y levantar nuevos muros. Ignoro en qué momento se ha vuelto más popular ejercer de “hater” en redes sociales o en cualquier otro medio público que ensalzar, por ejemplo, la labor de los que han sido valedores a la hora de conseguir para nuestra localidad una brillante exposición diría que, casi impropia de Puertollano, acostumbrado como ha estado durante tantos años a ver su Museo Municipal ajeno a cualquier actividad cultural.
Pero que nadie se ofenda. No lo digo desde la confrontación. Sólo hablo de justicia. De esto, en cambio,algo sé. Y de la misma manera que es de justicia poner en valor la magnífica obra de Eugenio Recuenco, también lo es reconocer el acierto de aquellos que, con independencia de la sigla con la que se gobierne en cada momento, contribuyen a quitarnos la legaña de la (mala) costumbre de ver nuestro Museo Municipal instalado en un desmotivador encefalograma plano y nos permiten, como si fuéramos esos curiosos que se las arreglan para ver a Marilyn en las imágenes de Recuenco, asomarnos con frecuencia a un espacio cuya vida repercute directamente en el bienestar social y en la cultura de toda la población.
No suframos más la miopía de ensalzar o silenciar méritos en función de la sigla ideológica de la que provengan y empecemos a ver la luz como vemos aquella que retroilumina cada imagen captada por Don Eugenio Recuenco en su impresionante 365º. Ya lo decían, mejor dicho, cantaban, por separado, dos grandes de la canción norteamericana tan distintos en clase social y, sin embargo, unidos por el talento y la elegancia de sus voces, como eran Frank Sinatra y la antes aludida, Ella Fitzgerald: “I’m beginning to see the light” o, lo que es lo mismo, “Estoy empezando a ver la luz”. Luz para todos en este año 2026.












