El detective íntimo: Capítulo 17

-¿Y qué pasó después?- preguntó Roman abranzando por detrás a Lorena que apoyaba su cabeza sobre el pecho del detective dejando entrever la mitad del pecho sobre la superficie de la bañera. Se amaron allí mismo, húmedos, enjabonados, lubricados, deseosos, apasionadamente… como si fuera el último polvo de la última pareja sobre la tierra. Y sin balón, ni la agónica frustración de una portería contraria tan virginal como las primeras flores primaverales del campo.
El detective íntimo
La asombrosa historia de la mina de diamantes descubierta en un lugar llamado La Garganta del Pescuezo, en el término del remoto pueblo Albercas Profundas, cuyo alcalde tenía relación con el caso que ocupaba a los dos, pero desde bandos contrarios y que ellos mismos habían decidido convertir en uno propio, esa alucinante historia acaparó la atención de Paracuellos, tanto que no pensaba en otra cosa. Tan increíble le parecía lo que le estaba contando Lorena. ¿Sería cierto o lo estaría embaucando con su inventiva para ganar tiempo y adelantarse a sus pesquisas? El fue contratado por el empresario Carlos Badía para que espiara a su exsocio Heliodoro Cortés y si se las veía con un tan Secundino García, presidente de la Fundación Legía (con acento en la i) una tapadera del Partido Demócrata Liberal, mientras Lorena trabajaba exactamente para el enemigo desde su puesto de secretaria. La tapadera era una cuestión de faldas y de infidelidades, cuando de todo el mundo era sabido que las esposas de ambos eran las amantes de ambos. Lo del perro ahorcado en el vestíbulo de la Inmobilaria San Ildefonso y el numerito de la llave de un apartamento oculto en las tripas del chucho fue una astuta maniobra de distracción. Ni el señor Badía, ni sus enemigos, Cortés y García y el ahora traidor alcaldito de Albercas Profundas tenian el menor interés por los encames propios o extraños. El interés, el inusitado interés, que iba creciendo tentacularmente, invisible para todo el mundo, como en un universo paralelo, era la mina, la prodigiosa mina que había desenterrado un muchacho discapacitado y de la que había dado cuenta a un tabernero fanfarrón y sin escrúpulos. Y se trataba de escriturarla cuanto antes y para eso había quien estaba dispuesto a matar. Como al chucho miserable de la llave dentro…

-¿Dime, qué pasó después?

Loreno notaba al final de su espalda el sexo de Roman apaciguado por el placer satisfecho y el agua. Lo setía culebrear y eso le divertía…

Román insistió:

-Anda dímelo, ¿qué fue lo que pasó? El bodeguero ese.. ¿qué hizo cuando se enteró? ¿Y el muchacho…? ¡Pericón, sí, Pericón! Sigue…

Lorena sumergió una mano y fue en busca de la pìtón que le rozaba la espalda, la asió con firmeza…

-¿Quieres que sigamos un rato?

-Ahora, no, corazón mío, no… qué… qué fue lo que…. ohhhh, por favor, Lorenita de mi vidaaaaaa ayyy, uooooo, cómo, cómo puedes ser tan malvada, eres…e…re…s… bonita, inteligente, cre

ativa, tienes una imaginación que te pasas, actuas como una verdadera diva bordando tu pa… peeeeeellll… y encima en el sexo eres …… ohhhhhhhhhuuuaaaaaa…. magnn..ifiica ….

El placer contenido, lento pero inexorable atasca la lengua más locuaz y suelta, si es otra boca y otra lengua la que está ocupada en deliciosos menesteres. Lorena se había dado la vuelta enfrentando a su amante después de notar que el animal vivo que la hurgaba en la hendidura de los glúteos se había puesto vigoroso y dispuesto de nuevo a dar la batalla, a morir con disparos de nieve y luego a reposar después de los aspavientos, lo normal, vamos. Y se había dado la vuelta, y algo más, habia cogido con sus dos manos el rosado periscopio que emergía enhiesto sobre una fina capa de espuma y se había puesto a flautear con ello indagando excelsas, calientes, exquisitas e irresistibles melodías….

.¿Me lo contarás lueeeeeeeegooo…?

Lorena desatascó la boca, lo miró malvada como una niña de colegio privado que ha hecho novillos, le sonrió y le dijo.

-Sí.

Después siguió a lo suyo, con suavidad…

 

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