Ángel Romera.- La jirafa de fuego aparece ocasionalmente en la obra del pintor surrealista Salvador Dalí, hoy tan de moda por la exposición del Museo de Arte Moderno Reina Sofía, que no he visto, por desgracia (en este tiempo las desgracias suelen ser económicas).Se me ocurre pensar, por cierto, que una de las decodificaciones posibles de este signo, creo yo, es se trate de un qilin, un monstruo mitológico chino que se suele identificar con una jirafa ardiente y es signo del buen augurio que supone el nacimiento de un sabio; algunos también lo llaman unicornio chino (los unicornios chinos tienen dos cuernos).
El cuadro en que aparece presenta en primer plano a una doncella reificada o maniquí-momia, por el estilo de las de Solana o Gregorio Prieto, que, hipotéticamente, se aproxima al lejano qilin con la tarea de domeñarlo a la occidental, aunque la atmósfera en general, que adopta una especie de escenografía de yuxtaposiciones dialogantes a loGiorgio De Chirico, representa una burla, con algo de taurómaco, deLa gallina ciega goyesca, pues el maniquí está partido por una especie de atracción-repulsión. Los cajones de la pierna aluden a un pasaje deFreud, a quien tanto admiraba:
La única diferencia entre la Grecia inmortal y nuestra era es Sigmund Freud quien descubrió que el cuerpo humano, que en griego se limita a veces de forma neoplatónica, está ahora lleno de cajones secretos que se abrirán sólo a través del psicoanálisis.
Las horcas caudales, que no caudinas, son un estilema iconográfico muy repetido en el autor que alude a su impotencia, como el sexo cadente desde la nube que señala al unicornio o qilin. El cuadro fue pintado en Estados Unidos entre 1936 y 1937, pero no representa nada de la Guerra Civil, salvo la vaga sensación de corrida de toros que destila el conjunto, potenciada por el trapo/cuchillo/espada/coágulo rojo que esgrime el eco del maniquí a la derecha, angustia por su impotencia que corresponde a la situación real de la propia España, si queremos verlo así.














