Emmanuel Carrere: El adversario

Esta novela es la biografía de un fantasma. «Fantasma» en dos de sus acepciones: un ser inexistente y una persona que presume de lo que no es, un fanfarrón, vamos. La fanfarronería de los humanos terrícolas, en ocasiones, llega al extremo de inventarse una vida para quedar bien con los demás.

En el caso de esta novela, los demás son la propia familia, y por eso cierto director de cine español usó este argumento y tal vez pagó sus derechos a Carrere para rodar la película La vida de nadie.  De este modo, esas dos acepciones que hemos vertido de la palabra «fantasma», se imbrican en esta inquietante ficción que no lo es en absoluto. El ser que no existe, el fantasma, lleva, precisamente, la vida de nadie, porque él no es nadie. No somos nada, dice el aforismo; y usted menos, contesta un ciudadano poco dado a confundirse con los demás. El protagonista de El adversario descubre que mintiendo la vida le va mejor. Vive en una sociedad obsesionada con el aspecto externo de las cosas, y como él sabe que tiene poco que ofrecer para llevar la existencia con la que soñó −como tantos otros: ser poseedor de un chalet, conducir un buen coche grande y caro y recibir el afecto de unos niños amantísimos−, este señor, decimos, se hace pasar por médico, convence a su propia esposa desde los mismos orígenes de su relación y mete el perro cosa mala a los que se cruzan en su camino: para todos es un médico; para sí mismo, nadie lo supo nunca.

La mentira se va complicando con el paso de los años. Y como él, el adversario, sostiene que es médico y que trabaja en un organismo supranacional de esos que dan empleos bien pagados a enchufados de postín, ese señor mentiroso no tiene más remedio que ir ahondando en su representación. El señor Carrere conoció de primera mano al protagonista de esta dudosa hazaña. Habló con él y, según cuenta en este libro, llegó al acuerdo de contar la vida de un hombre que empezó mintiendo, continuó embrollándose en su fantasía de médico sin título y acabó asesinando a miembros de su propia extirpe. Ya ven ustedes lo que pasa por mentir cuando no se tiene madera para ello. Otros, y no señalamos a nadie, se ganan la vida contando al personal todo tipo de delirantes rollos. Y nadie les pide cuentas. Lo que queda claro, para los ilusos, es que se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Pero también hay cojos a los que se tarda en atrapar.  Y lo que se desprende de este libro, para los cínicos, es que se pueden aplicar aquí algunos conocidos dichos: Zapatero, a tus zapatos, Manolete, si no sabes torear para qué te metes, y Donde manda capitán no manda marinero.  Aunque algunos de lo que lean esto estarán, como es preceptivo, familiarizados con el paripé de guardar las apariencias, pocos estarán familiarizados con la vida de un farsante de tan gran calibre como resulta ser el protagonista de esta inquietante novela.

Emilio Morote Esquivel

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