Impostores

La impostura es la forma de actuar de quien se arroga cualidades de las que carece, se atribuye una identidad falsa o la autoría de hechos en los que no ha intervenido. El objetivo principal de este fingimiento es el de obtener un beneficio económico —en la mayoría de los casos—; o el reconocimiento público de la sociedad, por algo en lo que no se ha participado; o simplemente para ocultar su verdadera identidad.

Hace unos años, Javier Cercas, publicó El impostor, una novela en la que narra la historia real de Enric Marco Batllé, un líder de la CNT, sindicato del que llegó a ser su secretario general. Este hombre se hizo pasar por un superviviente del Holocausto, alegando que estuvo recluido en el campo de concentración de Flossenbürg lo que, entre otros cargos, le permitió obtener la Presidencia de la Amicale de Mauthausen de España.

Varios historiadores y antiguos reclusos españoles de estos campos, habían sospechado de la falta de veracidad de su relato por su inconsistencia. En 2005, se publicó un informe que confirmaba estas sospechas, descubriendo, entre otras cosas, que nunca estuvo exiliado en Francia tras la Guerra Civil, como él sostenía. En ese momento, tuvo que apartarse, primero, y aceptar, después, que su presunta represión nazi, era falsa.

Reconoció que él fue un trabajador voluntario en Alemania —fruto de los acuerdos entre Franco y Hitler en la Segunda Guerra Mundial—, que fue detenido por distribuir propaganda revolucionaria entre los españoles que trabajaban, como él, en la industria bélica nazi y que fue deportado a España por este motivo. Pero nunca estuvo, ni exiliado, ni recluido en ningún campo de concentración alemán. Hoy sigue viviendo en Barcelona, con cerca de ciento dos años.

Uno de los impostores más conocidos de la historia fue el estadounidense Ferdinand Waldo Demara, conocido como El gran impostor, título de la película que se hizo sobre su vida, que poseía unas cualidades sorprendentes para suplantar identidades y profesiones. Se hizo pasar por director de prisiones, simuló su suicidio para adoptar otra identidad, fue monje, cirujano, profesor de psicología en la universidad de Pensilvania y, entre otras profesiones, ejerció de abogado.  

Uno de las historias más llamativas que se conocen de él, fue la que protagonizó en 1953, durante la Guerra de Corea. Él se alistó como Joseph Cyr, nombre de un cirujano de la Marina canadiense al que había conocido. Cuando lo trasladaron para prestar servicio, tuvo que atender a dieciséis soldados, algunos con heridas muy  graves. Y gracias a su extraordinaria memoria, fue capaz de memorizar las instrucciones de un manual quirúrgico, consiguiendo salvar la vida de todos ellos.

El auténtico cirujano, Joseph Cyr, cuando tuvo conocimiento de la  publicación de estas intervenciones médicas en una revista especializada, lo denunció. Por ello, el señor Demara fue expulsado de Canadá. Y, en Estados Unidos, fue detenido por el FBI y condenado por deserción, lo que le obligó a cumplir dieciocho meses de prisión. Falleció de un infarto en Anaheim (California) en 1982, a la edad de sesenta y un años.

A principios de los años noventa se conoció un caso de intrusismo sorprendente en Alcázar de San Juan. Un estudiante, cuando tenía aprobadas la mitad de las asignaturas de la carrera, decidió adelantar su actividad profesional falsificando un título de Licenciado en Derecho. Con él acudió a una notaria, en la que validó su título y con esta validación formalizó su colegiación en el Colegio de Abogados de Ciudad Real. Y de esta forma estuvo ejerciendo como falso abogado, durante más de cinco años, en los que intervino en numerosos asuntos y procesos judiciales, ganando muchos de ellos.

El propio órgano colegial le retiró la colegiación y denunció estos hechos, por lo que la Audiencia Provincial de Ciudad Real lo juzgó y condenó a seis años, seis meses y un día de prisión por los delitos de falsedad, intrusismo, delito continuado de estafa y por delito continuado de apropiación indebida. También fue condenado a indemnizar a sus clientes y se le inhabilitó para el ejercicio de cargo público o profesional.

A veces hay personas que anteponen su vocación política, a lo que es su formación. De esta forma o no los inician o no terminan sus estudios. Es el caso, entre otros, de Miguel Ángel Rodríguez, José Blanco, Celestino Corbacho, José Montilla, Patxi López, Carles Puigdemont o Mikel Iceta, que han accedido a cargos de máxima responsabilidad sin poseer titulación superior.

Lo curioso es que algunos políticos van más allá. Y maquillan su currículum con estudios o titulaciones que no poseen. Como Luis Roldán, que decía ser ingeniero y no había terminado el bachillerato; Elena Valenciano, que decía poseer un título de Derecho, sin tenerlo;  Ximo Puig, que dijo tener un título de Periodismo que no posee; o Ada Colau, que dijo ser licenciada en Derecho sin ser cierto. En cualquier país, los impostores, a quienes se les denuncia por este tipo de hechos, los cesan o dimiten. Pero, en nuestro país, parece que todo se permite y justifica.

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