Días raros

Ya hemos hablado en otro lugar de como todo exceso produce su inversa, esto es produce efectos indeseados de la abundancia y depara escasez.

El exceso de luces y la sobre iluminación –tema propagandístico por antonomasia–, produce ráfagas estériles de sombra y zonas de penumbra plana.

Como en las viejas fotos sobreexpuestas y, por ello, quemadas e inservibles para la observación y el recuerdo.

Como ahora acontece en sobremanera, en la exaltación de los días navideños, que cada vez son menos navideños y cada vez más comerciales.

Donde todo el escaparatismo de ocasión compone un bodegón de la abundancia por más escalada de la inflación que nos acogote.

Igual ocurre con todas las formas de persuasión publicitaria.

Presidida por una obstinada movilidad de la pobreza a la nada.

Propósitos variados, pero con una finalidad única.

Incluso ello ocurre, con las iconografías cambiadas: de los viejos pesebres mustios a los modernos centros comerciales; de la modestia del frio viejo al éxtasis del calor virtual.

Como acredita toda la historia de la pintura, no necesariamente sacra o religiosa.

En un desplazamiento del frío nórdico al calor meridional.

De Papá Noel supercalorico y abrigado a los pastorcillos semidesnudos de Judea.

Como si aún no hubiéramos aterrizado del pomposo calor de Qatar, recién finalizados los mundiales de futbol, y pasáramos a otro clima ficticio de engolamiento y masificación.

A la argentina pueblo y a la Argentina nación

Como si el carrusel anual pasara de salto en salto, de acontecimiento en acontecimiento.

Aunque sean acontecimientos sin significado.

Y sin sentido.

Hoy, 22 de diciembre, los informativos se colmatan del colapso de la felicidad en la cara de los premiados en la lotería de navidad.

Que nadie olvida que es, sobre todo, una lotería propiedad del Estado.

Por ello, se denomina con autenticidad, Loterías y Apuestas del Estado.

Y por ello, realiza una enorme recaudación de beneficios que supera los 140 millones de euros.

Beneficios en premios no cobrados y en impuestos devengados por los grandes premios.

Felices por un día.

Como el viejo programa de televisión del pasado, Reina por un día.

Pues eso, felices por un día.

Como los premiados.

Y que las loterías parecen hacer un enorme negocio con la felicidad prestada a un premiado.

Carrusel de felicitaciones.

 Por ello, de la persuasión del Black Friday a unos Merry Christmas entubados en posesiones y objetos.

En la demostración de que no hay felicidad sin derroche.

Incluso todo el escenario de felicitaciones en un contexto de crisis energética, de crisis bélica y de incertidumbre política.

Como la vivida en estos días de crisis prenavideña y debates constitucionales.

Con olor a sable de madera y a pavo frío.

Por ello, días raros y cortos de luces.

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