Sin familias no hay futuro, sin futuro no hay pueblos

Cada 15 de mayo celebramos el Día Internacional de las Familias, una fecha que debería servir no solo para rendir homenaje al verdadero corazón de nuestra sociedad, sino también para mirar con honestidad los desafíos que enfrentan. Las familias son mucho más que una estructura social: son el pilar emocional, económico y cultural de nuestro país. Y si esto es una verdad innegable en las ciudades, aún lo es más en el mundo rural. Es nuestros pueblos.

Desde hace décadas, quienes vivimos y trabajamos en defensa del medio rural sabemos que la familia es el último bastión frente al abandono de nuestros pueblos. Son las familias las que fijan población, transmiten valores, cuidan de los mayores, educan a los niños y sostienen actividades económicas que, sin ellas, desaparecerían. Sin familias no hay pueblos, y sin pueblos no hay país.

Sin embargo, esta realidad parece olvidada por gran parte de las políticas públicas. A pesar de que las instituciones promulgan su compromiso con la igualdad y la cohesión social, seguimos viendo cómo se margina al medio rural y a las familias que allí habitan. Son ellas quienes padecen con mayor crudeza la falta de servicios, la carencia de transporte público, las dificultades para acceder a una vivienda digna o a una conciliación real entre la vida laboral y familiar.

En este contexto, las mujeres, durante años, han sido el motor silencioso de miles de hogares, sosteniendo a tres generaciones al mismo tiempo. Han criado, cuidado, trabajado en el campo, llevado las cuentas de la explotación y sido el nexo de unión familiar. Pero la legislación y los programas de apoyo rara vez han estado a su altura. Afortunadamente, leyes como la de Titularidad Compartida, por la que tanto luchamos desde AFAMMER, supusieron un primer paso en el reconocimiento de su papel. Pero no basta.

Reivindicar el papel de la familia en el siglo XXI significa adaptar nuestras políticas a su realidad cambiante. Hoy, las familias adoptan muchas formas, pero todas merecen apoyo, especialmente aquellas que más lo necesitan: familias monomarentales, con personas dependientes, menores en situación de vulnerabilidad o riesgo de exclusión.

Defender a las familias es también defender el futuro. Pero ese futuro no se construye solo con discursos o efemérides. Hace falta voluntad política. Hace falta invertir en servicios públicos de calidad en el medio rural. Hace falta apostar por la educación, por una sanidad accesible, por la atención a la dependencia. Hace falta facilitar el acceso a internet en todos los núcleos rurales para garantizar la igualdad de oportunidades. Y hace falta reconocer, de una vez por todas, que las familias rurales no pueden seguir siendo las grandes olvidadas del sistema.

Desde AFAMMER, llevamos más de cuatro décadas defendiendo una idea simple pero poderosa: la familia no es un problema, es la solución. En momentos de crisis económica, de pandemias o de pérdida de cohesión, ha sido la familia quien ha sostenido el tejido social. Son las abuelas quienes han cuidado de los nietos para que sus hijos pudieran trabajar. Son los jóvenes quienes vuelven a sus pueblos buscando una vida con más equilibrio. Son los matrimonios que apuestan por emprender en el campo, aun sabiendo que lo tienen todo en contra.

En este Día Internacional de las Familias, recordemos que cuidar a las familias no es una opción. Es una necesidad. Necesitamos políticas con alma, que miren a la familia no como una carga presupuestaria, sino como una inversión estratégica. Solo así podremos construir un país más justo, más humano y con más futuro.

Porque sin familias no hay futuro. Y sin futuro, no hay pueblos que resistan.

Carmen Quintanilla Barba

Presidenta nacional de AFAMMER

Parlamentaria de Honor y Miembro Permanente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa

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