José Ramón Gómez Cabezas publicará el 2 de junio «La verdad es vaso vacío», una trepidante novela negra ambientada en Ciudad Real

El ciudarrealeño José Ramón Gómez Cabezas publicará el 2 de junio su novela «La verdad es vaso vacío», editada por Duomo Ediciones. Ambientada en Ciudad Real, se trata de una trepidante novela negra, de corte clásico, en la que la resolución de la trama cobra tanta importancia como la rica atmósfera interna de los protagonistas, un elenco de sólido secundarios, y, sobre todo, un escenario, Ciudad Real, que se convierte en un personaje más. La novela saldrá publicada el 2 de junio en la colección Nefelibata de Duomo Ediciones, al precio de 19,50 euros.

Reproducimos la carta-crónica que ha escrito José Ramón sobre la ciudad:

Comencé a escribir por mi abuelo, lo cuento siempre que tengo oportunidad. De pequeño, me llevaba a dar paseos interminables por esta ciudad, que ya no era la misma que él conoció, hablándome de edificios, oficios y costumbres que han desaparecido. Nunca me habló de la muerte, ni de la que él pudo causar ni de la de otros. Y eso que estuvo alistado para combatir en la Guerra Civil, en la retaguardia del frente de Aragón. Hace poco, mi tío me pasó la carta de libertad del campo de concentración en el que estuvo en España hasta abril de 1939, tal vez en la propia plaza de toros, que hizo funciones de prisión, la misma que pisó Hemingway en un par de ocasiones y que tanto le gustaba a mi abuelo. Una guerra que, solo en los primeros días de contienda, dejó 300 muertos en la propia ciudad. A pesar de todo eso, nunca me habló explícitamente de los muertos.

Ciudad Real no es una ciudad especialmente violenta. Es cierto que la delincuencia ha aumentado en los últimos años, sobre todo tras lo más parecido a una plaga bíblica que tuvimos, la pandemia. Los robos y hurtos se han vuelto más comunes, un 13% más que en años anteriores, y esa tendencia parece continuar. La maldición de los asesinatos machistas también nos persigue, como no podía ser de otra manera, y de vez en cuando ocurre un homicidio que se resuelve o no, pero que nos pone en los titulares de un noticiero que habitualmente se olvida de nosotros.

En 2007, llegamos a pensar que estábamos en el ombligo del mundo, o al menos eso creíamos. Con el AVE, proyectos de tranvía, un equipo de balonmano varias veces campeón de Europa, y nos lanzamos a construir un aeropuerto, cuyo oscuro relato algún día alguien se atreverá a contar. Y tal vez también haya muertos en esa historia. Hoy, solo queda su esqueleto, a medio camino de la autovía que conecta Ciudad Real con Puertollano, el pueblo minero que también lleva consigo su historia oscura y un asesino en serie conocido como «el del naipe».

A medio camino de ese mismo trayecto está el cerro de Alarcos, a escasos 4 kilómetros de la capital, testigo de la batalla de 1195, que dejó ríos de sangre y miles de muertos en la zona, sobre la que años más tarde se fundaría la muy leal y noble Villa Real. El otro cerro de la ciudad, más cercano aún y de nombre sencillo y lógico, La Atalaya, también cuenta con su propio bagaje de muertos y asesinatos truculentos. El más recordado es el del 87, cuando una pareja subió en auto hasta el repetidor de antenas, y un expolicía les disparó varias veces, sin que se sepan aún los motivos. O el mediático asesinato del librero en un chalet cercano, cuando un hombre saltó los muros de su casa y le descargó varios tiros.

No vivo lejos de esos lugares y, quizás, solo quizás, en los días de tormenta y lluvia, estos y otros muchos muertos susurren al viento sus deudas con la vida, para que un tipo lo suficientemente loco como yo las escuche y quiera contarlas en sus novelas y escritos.

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