Manuel Valero.- Después de cierto trajín he podido echar una vista de pájaro a la actualidad regional, a la nuestra, a la autonómica. Y me ha sorprendido la noticia más importante en lo que va de legislatura: la aprobación, hace apenas un mes, el 29 de mayo, de la reforma del Estatuto de Autonomía, que viene a ser algo así como la constitución doméstica que regula bajo el amparo de la Constitución madre la realidad política, económica, social y cultural del territorio autonómico. Y me han sorprendido dos cosas. Una, que contra el ambiente general, el medio ambiente regional ha convergido en el consenso necesario entre PSOE y PP para reformar la norma. Otra, que uno tiene la impresión de que más allá de los medios que lógicamente se hacen eco de la noticia, el acuerdo que da el visto bueno a la quinta reforma de nuestro estatuto-creo recordar- ha pasado desapercibido para la mayor parte de la población. Repito. No lo afirmo, es solo una impresión. A mi mismo me ha pasado, que atento a otros quehaceres ni me he percatado de la reforma estatutaria hasta que he podido echar un vistazo a la hemeroteca reciente. Quizá porque la gente está hartuza de una actualidad política emponzoñada por la corrupción en directo, quizá porque el factor catalán desvirtúa todo lo relacionado con la realidad política de la España autonómica, quizá por el verano y el vapor de las calles…
Leyendo el acuerdo plenario de las Cortes regionales -ahora tendrá que pasar el filtro del Congreso de los Diputados- me he detenido en el aumento del número de diputados hasta un techo de 55, de los 33 actuales, en los próximos años. Fue María Dolores de Cospedal la que redujo la representación parlamentaria durante la política de recortes que aplicó el PP, tanto en España como en la Comunidad Autónoma, si bien es cierto, que al inefable José Luis Rodríguez Zapatero, se le fue la mano de una generosidad propia de un indiano. El caso es que Cospedal duró lo que duran dos peces de hielo en un whiky on the rocks y atrás quedaron esos 33 escaños que dejaban miles de votos de otras formaciones, por ejemplo Izquierda Unida, inservibles del todo.
Tirando del hilo de la memoria, es lo que tiene haberlo vivido y poderlo confesar al modo de García Márquez, me he acordado de una conversación -tuve muchas- con el entonces coordinador de Izquierda Unida de Castilla-La Mancha, Cayo Lara. Más allá de los detalles, del difícil encaje de una España vertebrada en territorios autonómicos, entre ellos los periféricos y su engarce nacionalista o simplemente, separatista, incluso con la violencia como hizo ETA para triste recuerdo perpetuo en la historia común… convino en que los partidos pequeños suelen ser los grandes perdedores en las elecciones autonómicas porque están obligados a conseguir muchos votos, muchos más votos, por un diputado. Así que lo mejor, me planteó, era la circunscripción única en cada región. Ya que no se aplicaba en España nada más que para las elecciones europeas, lo más democrático era hacer de cada territorio una sola circunscripción para dar más oportunidades a otras formaciones políticas. A pesar de la dureza de la Ley Electoral, los pequeños -CDS, IU Podemos, Ciudadanos y Vox han logrado entrar en el Parlamento regional, debido al auge coyuntural de esas fuerzas políticas. IU y Podemos dieron en 2019 el gobierno a Emiliano García-Page quien firmó con sus aliados un insólito documento ante notario para obligarse a cumplir lo pactado. ¡Qué demonios pinta un notario en un acuerdo de partidos! Actualmente y debido al auge de la extrema derecha Vox también cuenta con 4 diputados.
Pocos premios electorales para los pequeños en once legislaturas dominadas implacablemente por el PSOE (sólo cuatro años de PP en 2011).
Así que hoy mirando hacia atrás sin ira, uno ve que los grandes tratan de consolidar el bipartidismo, como eje central de los intereses de socialdemócratas y liberales (me gustan más estos términos) aunque la democracia provincializada no sea tan pura y exacta, y por otro, bueno, a riesgo de no ser políticamente correcto, uno duda si la pluralidad en nuestra cultura viene a ser más operativa o conociéndonos, no se traduce luego en un guirigay, en un dédalo de intereses que acabe como el rosario de la aurora. Máxime con la experiencia regeneradora de la gran familia podemita que quedó desperdiga y en nada , y a la baja según todos los sondeos. Es el escepticismo de los años, si bien uno no renuncia, al buen hacer y estar democrático de respeto al adversario y a los acuerdos sin complejos e incluyentes Como han hecho socialdemócratas y liberales en nuestra región, aunque hayan mantenido al menos en esta legislatura los 33 de Cospedal que igual pueden ser 55 así que pasen unos años. Y, desde luego hayan sellado garantías para la alternancia bipartidista. La circunscripción única es imposible…o casi.