Un hallazgo entre ruinas (y 9)

Por Emmanuel Romero.- Un rostro se reflejó en el espejo, y tembló el cuerpo de aquel rostro, y luego otro, y otro, y los temblores iban in crescendo a medida que pasaba la gente ante aquella superficie de cobrizo brillante. Y como si alguien hubiera dado al interruptor de la histeria colectiva, el público que allí había se daba de codazos para mirarse en el espejo maldito. Hicieron tanto ruido que llamaron la atención de la gente que caminaba por la calle ajena al acto y atraída por la algarabía también se acercó al museo. La voz se corrió por toda la ciudad y en minutos eran riadas de gente la que se apresuraba a confirmar si era verdad lo que se decía. Como el boca a boca suele intoxicarse, a la gente le llegó que había un espejo en el museo que al parecer era un objeto extraterrestre que si te mirabas en él se te iban de encima unos cuantos años, que era capaz de arreglarle la tetas a las de pecho lacio, devolver la dentadura al mellado total, el pelo a los calvos, la belleza a los feos y las feas, el dinero a todos pobres y ricos sin distingo alguno, voz al cantante de pueblo para convertirse una estrella, vista de lince a los relojeros, paladar exquisito a los taberneros y salud, mucha salud a los enfermos e incluso a los que no la tienen… Con esta deformación del boca a boca no era extraño que la gente acudiera como loca de atar a mirarse en el espejo bendito en un arrebato que no se andaba con exquisiteces.

Mientras tanto en la sala del museo, la gente se daba codazos de tal modo que no era una sino multitud las caras que se miraban. El espejo comenzó a moverse y a adquirir un tono rojizo al no poder precesar las maldades de cada uno y verse obligado a reflejar el mal colectivo, el mal de todos, el mal de la humanidad, el mal, el puro mal.

David, Anselmo y Darío salieron del museo por una puerta lateral y se detuvieron ante el edificio tomado por el gentío.

Qué hemos hecho? -dijo Anselmo. Nada, nosotros no hemos hecho nada -dijo David. Estamos a salvo, ya hemos pasado la prueba del espejo de forma comedida y, bueno, salvo algunas cosejas podemos pasar por buenos ciudadanos-dijo Dario. ¿Y toda esa gente? Preguntó Anselmo. Carne de mucho mal y poco bien -contestó Dario.

Y entonces, miles ondas energéticas se entrecruzaban como en un bucle desde la cabeza de cada una de las personas que se empujaba para mirarse hasta el centro del espejo que alcanzó la temperatura increíble del rojo blanco. Miles de imágenes que se evaporaban al momento flotaron por el salón principal del museo: la guerra de Ucrania, el horror de Gaza, las caras deformadas de Putin, Trump, Netanyahu, Maduro, Ortega, la del coreano ese del norte, y las de muchos más del mundo mundial, y la de todos los políticos mentirosos, demagogos, tramposos y sin palabra, y la de todos los apaños del poder. Se vio toda la cara oculta del poder. Hasta que el espejo estalló y todos los presentes cayeron a plomo en el suelo unos sobre otros.

Al salir del cine Daniel le preguntó a su novia si le había gustado la película.

-Un hallazgo entre ruinas está bien, me recuerda a Indiana en el arca perdida.

-A mí un poco a la novela El perfume de Patrick Suskind

– Pero Lawrence Kasdan, el del arca perdida,  es mucho mejor guionista que ese tal Emmanuel Romero.

-¿Emmanuel Romero? El caso es que me suena -dijo Dani.

-A mi también- dijo su novia.

-¿Te cuento un cuento cuántico?

-Venga

Ella lo llamó desnuda, pero él se fue corriendo.

-Qué gilipollas.

                                                          FIN

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