El Festival Infantes Música celebró ayer su cuarto concierto con una velada dedicada al jazz, que llenó el patio de la Alhóndiga de ritmo, energía y una conexión palpable entre músicos y público. Fue una noche redonda: música impecable, ambiente entregado y un repertorio que, conquistó de principio a fin.
La formación, compuesta por clarinete, piano, percusión y otros instrumentos que fueron sumándose en un diálogo constante, ofreció un espectáculo que equilibró virtuosismo, espontaneidad y sensibilidad. El clarinete brilló como una de las voces principales, pero lejos de acaparar el foco, se integró en una conversación musical viva, dinámica y llena de matices.
El escenario interior de la Alhóndiga ofreció una acústica cálida y cercana que permitió apreciar cada detalle: desde los fraseos suaves del piano hasta los juegos rítmicos de la percusión, pasando por los momentos de improvisación colectiva que desataron los mayores aplausos de la noche.
El público, atento y participativo, respondió con entusiasmo a cada pieza. Los aplausos no se hicieron esperar y fueron creciendo a medida que avanzaba el concierto. Hubo momentos de silencio contenido y también de celebración, en una velada que supo jugar con todos los registros del jazz sin perder nunca el hilo conductor: disfrutar de la música en directo, con alma y cercanía.
Con este cuarto concierto, Infantes Música sigue demostrando su capacidad para combinar calidad artística con propuestas accesibles, y su compromiso por ofrecer una programación variada que enriquece la escena cultural de la localidad. El festival continúa, y tras la intensidad del jazz de anoche, el listón queda alto para lo que está por venir.









