Sobre las opiniones típicas de este país en la actualidad

Raúl Camacho Rodrigo.- No soy experto en historia (nada más lejos de la realidad) pero he dedicado un rato de mi tiempo a meterme en la historia de este asunto para ver  y demostrarme a mí mismo como la cultura del odio avanza a pasos agigantados en este país, con un sinsentido y analfabetismo sin precedentes. Dejo aquí algo sobre lo que he podido encontrar.

La Mezquita Catedral de Córdoba no es una mezquita. Tampoco es solo una catedral.

Es una obra única en el planeta. Un templo que une dos mundos… sin destruir ninguno. Y su historia empieza con una valiente decisión en tiempos de Carlos V.

En el siglo XVI, el obispo Alonso Manrique pidió permiso al emperador Carlos V para construir una catedral en medio de la gran mezquita omeya, no para destruirla, sino para que el nuevo corazón cristiano latiera sin arrancar sus raíces islámicas.

Carlos V aceptó, se levantó el coro y el crucero en el centro, manteniendo en pie la mayor parte de la estructura original, un riesgo arquitectónico que hoy nos regala uno de los interiores más sobrecogedores de la historia. El resultado no fue destrucción, sino integración. Bosques de columnas de mármol y arcos bicolores andalusíes coronados por bóvedas renacentistas que parecen flotar sobre la historia.

Esta convivencia de estilos no existe en ningún otro lugar del mundo. Por eso la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1984 y la amplió en 1994, incluyendo todo el casco histórico de Córdoba. Dentro de esta joya se encuentran capillas de gran valor, como la Capilla Mayor y la Capilla de Villaviciosa. Conservan la huella de la reconquista cristiana y de la liturgia católica mientras las columnas y arcos siguen recordando la Córdoba califal.

La intervención cristiana en la Mezquita no borró la historia: la protegió y la engrandeció, algo que se asemeja mucho, sino todo, a la palabra RESPETO (brillante hoy en día por su escasa existencia). Gracias a esa decisión, hoy no hablamos de ruinas, sino de un lugar vivo que recibe a más de 2 millones de visitantes al año.

La grandeza de la Mezquita-Catedral está en su capacidad de resistir el paso del tiempo. Ha sobrevivido a guerras, saqueos, reformas… y esta semana ha vuelto a demostrar su fragilidad.

El incendio afectó a la Capilla de la Anunciación, dañando un espacio que formaba parte de este delicado equilibrio entre arte cristiano y herencia islámica. Los daños son localizados y no afectan la zona más antigua o valiosa del templo. Aproximadamente unos 25-50 m² de estructura afectada. Por suerte, la rápida actuación de bomberos (pagados con los impuestos de todos, y que así pueda seguir siendo) y personal evitó una tragedia mayor.

Pero este suceso nos recuerda algo… La historia no es eterna si no la cuidamos y soy incapaz de aceptar y entender que queramos vivir sin un mínimo conocimiento de la historia mundial, gracias a ella, somos mucho más ricos.

Este incidente generó controversia, y lamentablemente, publicaciones y celebraciones de lo destruido muy fuera de tono y sobre todo con alardes infinitos de desconocimiento y analfabetismo (recordemos que estas actitudes son ideales para generar odio, racismo y sobre todo falta de humanidad). El mundo es rico, muy rico, precisamente por su variedad a nivel de culturas, costumbres, religiones…….

La Mezquita-Catedral de Córdoba no puede ser símbolo de división, sino de continuidad. Es un ejemplo claro de que se puede construir sobre el pasado sin destruirlo.

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