Nuevo otoño

“El otoño es mejora eterna. Es maduración y es color, es la estación de la madurez,
pero también es anchura, profundidad, distancia”
 HAL BORLAND
(Escritor estadounidense)

                Y de nuevo ha llegado el otoño. Fiel a su habitual puntualidad, el otoño se inicia en estos días en los que la meteorología se sincroniza con el calendario astronómico que fija nuestras estaciones. El variado colorido de sus hojas nos predispone para la nostalgia; pero nos sorprende la belleza que ofrecen las primeras lluvias, el olor a la tierra mojada o el frescor que recibimos en el rostro cada mañana.

                Este tiempo es de inicio de casi todo y en los ámbitos más diversos de la vida que podamos imaginar. Los estudiantes empiezan su nuevo curso o ciclo de estudios lo que, a veces les obliga a cambiar su domicilio habitual; comienza el nuevo año hidrológico; o el nuevo ciclo agrícola con la preparación del terreno y la simienza, pero también con todo lo que está vinculado a esta ancestral actividad.

                Como en cada principio de año los buenos deseos nos animan a ir al gimnasio para estar en forma; para comenzar aquel deseado curso de inglés o de fotografía que pocas semanas después habremos olvidado; o a iniciar esa dieta incompatible con nuestros hábitos gastronómicos; o cualquier otro deseo más íntimo o personal. Anhelos bienintencionados todos, pero que durarán apenas unos días.

                Aunque también es tiempo de melancolía, entre otras cosas porque nuestras elevadas expectativas estivales, como ocurre casi siempre, no se cumplieron. Porque pasárselo bien con los amigos y familiares parece estar sobrevalorado. Y los amores de verano, tan ilusionantes en la juventud, parece que se convierten en entelequias a ciertas edades. Aunque, en ese caso, siempre nos quedará el recuerdo y la imaginación.

                El otoño como metáfora se lleva al límite cuando te ofrecen una de esas tarjetas doradas, de oro o algo así, con las que se otorgan ciertas ventajas comerciales o de otro tipo solamente por haber llegado a la madurez. Lo malo es que te den un documento de esos que llaman “para siempre”, es decir, hasta que te mueras. Como ocurre con el DNI que, cuando llegas a los setenta años, ya no lo tienes que renovar.

                Pero lo peor de todo es que cuando llegues a la edad de los sesenta y cinco años te ofrezcan la medalla de la Cruz Roja con su botón para emergencias como si fuera el bálsamo de Fierabrás. Como dice una amiga nuestra te sienta como una patada en la espinilla que de la noche a la mañana te hagan tan mayor. Cuando si realmente la necesitas la puedes pedir en cualquier momento a los servicios sociales y sanitarios.

                Hay veces que a cierta edad queremos agradecer a quienes en algún momento han sido fundamentales en nuestras vidas. Porque a estas personas es necesario mostrarles nuestra gratitud que es lo menos que se merecen. Estos días he visitado a quienes me atendieron en el Hospital de los Madroños. Les llevé un ejemplar de mi novela en la que una parte de la misma da testimonio de lo vivido en el año 2020.

                Porque ellos se convirtieron en anónimos e involuntarios protagonistas de este relato. Y lo fueron por haber convivido en circunstancias muy complicadas en aquellos tiempos recios de pandemia y de confinamiento, pero aportando, —además de sus conocimientos y de su experiencia profesional—, el apoyo anímico a los pacientes internados y a los poquísimos familiares que los acompañaron en aquella singular travesía.

                Allí coincidimos con algunos de estos profesionales. Rehabilitadoras o neurólogas, entre otros especialistas. Y fisioterapeutas o terapeutas ocupacionales que nos acompañaron en nuestra prolongada e intensa rehabilitación. La directora de la Unidad Avanzada de Neurorrehabilitación y la que fue mi rehabilitadora nos acompañaron para hacer un recorrido por las nuevas instalaciones hospitalarias.  

                A pesar del tiempo transcurrido desde aquella larga estancia en la que permanecí ingresado, no me sentí extraño, me hizo mucha ilusión ver a toda esta gente —mis héroes durante la dura pandemia que nos tocó vivir a todos en aquel tiempo—, pienso que seguirán siendo tan solventes profesionales como lo fueron conmigo y, sobre todo, espero que sigan siendo tan buena gente como yo los recuerdo.

                Ahora el otoño astronómico seguirá su camino durante los próximos tres meses hasta que llegue el crudo invierno. Por su parte el otoño metafórico que, como decía Friedrich Nietzsche, “es más la estación del alma que de la naturaleza”, continuará su recorrido por senderos a veces inescrutables, pero apasionantes, que marcaran nuestro destino.

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