Juana Caro. IU Valdepeñas.- El concejal de Izquierda Unida por la coalición Unidas por Valdepeñas en el ayuntamiento de esta localidad, Alberto Parrilla, ha cometido una ingenuidad, quizás una torpeza. Con su futura esposa y amistades ha celebrado un concierto privado el pasado 19 de septiembre en un local municipal, el Auditorio Inés Ibáñez Braña. Lo ha hecho con las “bendiciones” municipales; es decir, solicitó la novia por escrito el oportuno permiso el 30 de julio de 2024 “para la realización de un concierto privado, sin fines lucrativos ni recaudatorios”; recibió la autorización del “Órgano Alcalde-Presidente” el 29 de mayo de 2025; y pagó la cuota requerida (52,50 €).
A diferencia del Centro Cultural La Confianza, el citado auditorio no tiene una normativa pública que reglamente su uso, que está a la discreción y arbitrio de la decisión y firma del señor alcalde. Es frecuente que ese auditorio sea utilizado para actividades culturales o no, particulares, privadas y festivas. Se han festejado ahí, en ese Bien de Interés Cultural, conciertos privados con consumo de viandas y bebidas, también bodas y bautizos.
Jesús Martín pide la dimisión de Parrilla. Pero ¿no cabría, más bien, pedir la suya, por haber autorizado el acto, aunque sea a posteriori cuando no le ha gustado el desarrollo del concierto con el consiguiente y obvio baile y alegría juvenil desplegadas en la celebración? ¿Se habría enfadado tanto si la música, el baile y el catering se hubieran celebrado en torno a otra persona? ¿Por qué de manera tan desaforada ha saltado el alcalde perpetuo de Valdepeñas al cuello del concejal Parrilla?
Aquí está la ingenuidad de este: la de no evaluar que, celebrando un concierto en el que él iba a ser protagonista, estaba dando pie a que Don Jesús oliera sangre política, y se dispusiera a abalanzarse sobre una presa a la que tiene especial inquina personal y política. ¿Por qué? Martín y Rodríguez Caro, todo el mundo lo conoce, está acostumbrado a que se le sigan sus dictados y aquellos que no se pliegan y lamen sus botas, son objeto de sus malos modos. Si en el Código Penal, además del delito de odio estuviera contemplado el subproducto del “delito de manía”, el sr. Martín habría de ser acusado de él, pleno a pleno municipal, por continuo trato desconsiderado hacia todos, salvo a los concejales de su surrealista alianza los representantes de Vox.
En su tratamiento del asunto de marras, ha desplegado todo su amplio muestrario de sucias y malas artes: mentiras, manipulaciones, ocultaciones y suelta de esa verborreica tinta de calamar marca de la casa. Ni más ni menos que la guerra sucia, por tierra, mar y aire, que Pedro Sánchez viene soportando desde que accedió a la presidencia del gobierno de coalición progresista en 2018.
Alberto Parrilla y su compañero David Casado, realizan, desde la izquierda, una oposición rigurosa y contundente, pero respetuosa en las formas. Si el primer edil ladra de esa manera, es porque los concejales de Unidas por Valdepeñas cabalgan. Ahí está la madre del cordero.
Mal enemigo, inclemente, cruel y sin principios, salvo su propio ego y supervivencia. “Yo he venido aquí a vivir de esto”, algo así dijo un tal Zaplana hace años. Pues eso. Malas artes. Va en su ADN. Compra de voluntades colectivas mediante dispendio de subvenciones, e individuales entrando en corrales ideológicos ajenos y sentando como trofeos sus piezas cobradas en la primera fila. Con Alberto Parrilla, prestigioso y querido profesional de la Sanidad Pública, que posee una concepción ética y desprendida de la política que nada tiene que ver con la de un alcalde que por sus maneras recuerda a aquellos de aquel Movimiento; con Alberto Parrilla, no va a poder.