“Preferiría la paz más injusta a la guerra más justa”
Marco Tulio CICERÓN
(Filosofo y político romano)
Si poseemos un sentido ético de la vida hemos de oponernos a todo aquello que vaya contra ella y, la guerra es, —como lo es la pena capital—, una manifestación contraria a la existencia humana, independientemente de las creencias religiosas que algunos defiendan.
En línea con todo esto viene a colación lo que decía Albert Camus, “la paz es la única batalla que vale la pena librar”. Pero este escritor y filósofo franco-argelino dará un paso más en su sentido ético de la vida. Porque es tan contrario a la guerra como lo es a la pena capital.
Ahora que se abre la esperanza de que la paz llegue por fin a Gaza parece que no todos están de acuerdo con lo que supone que se silencien las armas, que acabe la masacre humana que se está produciendo o que la paz que se dice defender se alcance de una vez.
Son inhumanos quienes quieren que las armas no cesen por puro interés político o electoral. A sabiendas de que es difícil que quien va ganando en el campo de batalla ceda en los despachos lo ganado, máxime cuando la legítima defensa está en el origen del conflicto.
Porque no debemos olvidar que el ataque de Hamas a la población civil israelí el 7 de octubre de 2023 es el origen de todo. Se asesinaron a más de mil doscientos judíos y se secuestró a 250 ciudadanos, algunos de los cuales siguen sin ser liberados dos años después.
La paz justa que algunos esgrimen para oponerse a los nada fáciles acuerdos de paz alcanzados por los EE. UU., Israel y la mayoría de los países árabes, no debe impedir que cese el conflicto de inmediato y que se permita una situación de dignidad para todos los afectados.
El grupo terrorista Hamas, que es quien controla el enclave de Gaza, es quien tiene en su mano si los acepta o los rechaza. Lo hará en función de sus propios intereses, pero debe saber que si decide no aceptarlos la consecuencia es que la actual situación puede agravarse.
Algunos políticos occidentales quieren seguir instrumentalizando la situación para defender los intereses ideológicos que ellos defienden. Y no les gusta que todos los actos que han protagonizado a favor de la causa palestina hayan sido inútiles para resolver el conflicto.
Estos terroristas y todos los grupos políticos que los apoyan se debaten así entre la melancolía y la frustración por no conseguir sus propósitos y el victimismo que abanderan sus reivindicaciones políticas y territoriales con las que dicen defender a los palestinos gazatíes.
Cuando los de Hamas atacaron a Israel, quizás fueron ingenuos si pensaron que sus actos no tendrían consecuencias. Pero seguramente lo hicieron previendo la reacción que tuvo el país hebreo, en cuyo caso parecía que no les importaban las consecuencias que han sufrido.
Los principales daños en estos años los han padecido los ciudadanos palestinos de la franja de Gaza a quienes no solo han forzado a alistarse en sus filas, sino que los han utilizado como escudos humanos y rehenes de un conflicto en el que se han llevado la peor parte.
En cuanto al líder israelí, Benjamin Netanyahu, parece que se le ha ido la mano. El inicio de sus acciones estuvo legitimado por la gran mayoría de la comunidad internacional incluso la de algunos países árabes. Como el de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
Pero la intensidad de su destrucción y muerte, así como la prolongada duración de su acción militar, ha hecho que muchos países, aun reconociendo el derecho a la legítima defensa del gobierno hebreo, hayan llegado a cuestionarse su apoyo debido a los excesos cometidos.
Los tribunales de Israel están investigando en estos momentos al señor Benjamín Netanyahu y a su entorno familiar por posible corrupción política. Por este motivo, podría ser una maniobra de distracción la intensa actuación militar que se ha producido en Gaza.
Por su parte, el grupo terrorista Hamas, carece de legitimidad democrática para ejercer el poder, ya que lo ostenta por la fuerza de las armas y con el apoyo de otros grupos terroristas y por Irán que es el país que financia a esta organización y quien ha mantenido a sus líderes.

La paz con mayúsculas, —el alto el fuego inmediato—, no debe ser una opción en Palestina. Debe ser exigida por la comunidad internacional, gestionada por líderes de prestigio como el británico Tony Blair y respetada por las partes en conflicto y quienes los apoyan.
Creer sinceramente en la paz no parece cosa fácil, pero como decía Francisco de Asís, es necesario “que la paz que anuncian con sus palabras estén primero en sus corazones”.
Pues eso, que la paz no sea efímera ni impostada.