¿Se encuentra incluida la dimisión en el código ético de algún partido político español?

Fermín Gassol Peco.- La pregunta se supone afirmativa en todos los casos, (incluidos aquellos que son independentistas) aunque se trate de una posibilidad raramente utilizada. Entre nuestra clase política no es frecuente asistir a la opción de dar pasos laterales de manera voluntaria para salirse de esas filas a las que con tanto esfuerzo de todo tipo cuesta acceder… aunque a veces sea de una manera bastante inesperada, incluso para los militantes del partido. La dimisión debería ser moneda mucho más común entre los cargos públicos pues la política tiene la pulcritud en su ejercicio como necesaria condición.

Y es que existe un viejo axioma en democracia: su credibilidad la marcan de manera primaria y determinante los comportamientos ético políticos de sus representantes. Que una democracia no es un lugar estático y cerrado, sino que, como todo en esta vida, en política también, presenta distintos niveles de calidad y como consecuencia inmediata de ello, el grado de confianza que la ciudadanía mantiene en el tiempo hacia ellos. Dicho de otra manera, la ilusión y el crecimiento de una democracia concreta pasa necesariamente por el comportamiento ejemplar de sus políticas. 

Y otro dato sumamente identificativo para calibrarla: Cuanto más consolidada estará una democracia, cuando mayor sea su calidad, el sentido de apropiación que tengan tanto los políticos como los partidos hacia sus cargos será de menor hasta ninguno.

El término “y tú más” que con tanta frecuencia se escucha en las declaraciones de quienes se ven afectados por algún caso, barata estrategia de los partidos para intentar justificar comportamientos a veces escandalosos de alguno de sus miembros, es un signo nocivo de la falta de responsabilidad que lleva a pensar de nuestra política algo que desgraciadamente suena demasiado a hueco, a falta de contenido, a ausencia de veracidad, pero sobre todo y lo que es más peligroso, a cierta lejanía y falta de conexión con los votantes que además son contribuyentes.

Aún está por ver que un partido político reconozca sin problemas los errores que haya podido cometer y no lo haga por considerarlo un éxito de los adversarios, como si los votantes no tuviéramos capacidad de análisis, o ¿es que así nos siguen considerando?

Ese bochornoso “y tú más” no pretende sino intentar tapar de una manera burda las propias vergüenzas mostrando otras ajenas en una dinámica de huida hacia adelante a costa de un peligroso retroceso y distanciamiento cara a la ciudadanía que los ha votado.  

 Aquí no dimite nadie, aunque se obtengan pruebas que evidencian la relación con casos de corrupción o dejación de funciones en mayor o menor grado, titulaciones falsas o ser sospechosos de prevaricaciones. Aquí no dimite nadie porque piensan que el cargo es de su exclusiva propiedad. Aquí no dimite nadie porque no existe el menor respeto hacia sus representados.

Aquí no dimite nadie porque prevalece el interés personal o de partido frente a la decencia general. Aquí no dimite nadie porque todo se reviste automáticamente con cariz político. Aquí no dimite nadie, como antes dije, porque parece que con ese acto se otorga una victoria al contrincante político.

Aquí no dimite nadie porque muchos de los implicados o implicadas se han convertido en profesionales de la cosa magníficamente pagados. Aquí no dimite nadie porque resulta doloroso dejar el coche, chófer, asistente personal, hoteles, viajes, demás prebendas y miles de euros al mes para volver a ganar…en la mayoría de los casos…bastante menos. 

Aquí no dimite casi nadie porque la política facilita relaciones personales de poder, pues al contrario resulta inexplicable que, en algún caso, con políticos y políticas fortunas personales, caigan en el pozo de la corrupción más grotesca.

Aquí no dimite casi nadie porque la política como ejercicio de poder es un plato exquisito con un sabor tan rico, intenso y contundente que resulta un deleite para quienes lo han probado. Tuvo razón Bossuet al decir que: “La política pretende ser un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”.

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