Cómo alguien después de haber enviado libros de Filosofía

Jesús Millán Muñoz.- Me cuenta alguien que ha estado trabajando toda la vida en filosofía y aledaños, ha estado durante décadas enviando su producción a departamentos de filosofía y, siempre ha recibido el silencio…

Me cuenta alguien, que de forma epistolar y de forma electrónica, ha enviado miles de páginas escritas de su producción filosófica-literaria, durante lustros a cientos de personas, de distinto nivel de la filosofía, especialmente a personas que ocupaban distintos niveles de responsabilidad y de carga y de conocimientos.

Reitero su producción cultural filosófica a cientos de personas en estas décadas, a algunas varias veces a lo largo de la vida, en CD, DVD o en forma electrónica. Con el primer procedimiento, miles de páginas escritas, con el segundo un tomo de mil páginas y algunas otras informaciones… Y, siempre ha recibido como respuestas el silencio –salvo una vez, que un profesor adjunto de una universidad andaluza, no recordaba cual, le envío una copia de un trabajo suyo-. En el resto, nadie se daba por enterado, ni contestaban que habían recibido el material, quizás, también alguna excepción de excepción.

Era obvio que al principio, me contaba esa persona, que esperaba una contestación, incluso podría soñar que alguien le diese un veredicto o evaluación, si alguna vez soñó con esta posibilidad, porque creía que los investigadores buscaban nuevos tesoros en el bosque de la realidad y del saber, en este caso de la filosofía-literatura. Seamos sincero un profesor no de filosofía, sino de historia le indicó que sintetizase las miles de páginas escritas, en un libro de unas doscientas, un libro más pequeño, seamos justos. Pero el problema es como se reúne una publicación de varios tomos, de miles de páginas, en un librito de cien o doscientas páginas. Cómo se resumen cientos de temas y cuestiones, a veinte o treinta esenciales…

Me contaba esa persona que no entendía esta aptitud y actitud. Que comprendía que existían miles de libros que surgían y nacían y florecían cada año en el seno de la cultura o del saber de la Filosofía, además de los miles de artículos en las revistas especializadas, además de todo el trabajo de dar clase cada profesor, además de todo el trabajo de cada uno lleva sus investigaciones particulares y sus realidades concretas. Y, además mil cosas.

Por tanto, el sueño de esa persona, que alguien, algún profesor o profesora de filosofía, de algún departamento de filosofía, de alguna Facultad de Filosofía le contestase o le dijese algo, o, le indicase algo. Ese sueño se había acabado hace tiempo. Pero incluso así, que de vez en cuando, alguna mañana o alguna tarde, algunas mañanas o algunas tardes, volvía a las andadas del pasado, quizás dejaba algunos meses o semestres de descanso de esa actividad, y, volvía a enviar, hacia una red, e, iba por personas, de todos los cargos y cargas de la filosofía, de esa universidad o de varias. También, ya sin control sistemático de autores concretos, que por una razón o por otra se habían cruzado en su camino, por un libro o por un artículo o por una reseña…

Evidentemente la Filosofía no es la ciencia, no es ninguna ciencia. Por tanto, no existe un método completo de verificación o falsación… Pero existe un mínimo de racionalidad. Me contaba aquella persona, aquel pensador-escritor, porque no se consideraba filósofo, porque quizás filósofo es demasiado grandilocuente para él. Me contaba que comprendía que no se puede demostrar totalmente las afirmaciones, que comprendía que quizás era un reto insuperable para el mundo académico y universitario, que no fuese de los suyos, que no hubiese sido profesor universitario de filosofía, aunque tenía estudios oficiales en filosofía, la famosa licenciatura, y, algunas cosas más. Que las publicaciones de filosofía no eran por editoriales aprobadas culturalmente, que sólo eran autoediciones, que y que… Que no tenía artículos publicados en revistas oficiales y académicas de la filosofía… que y que…

Pero narraba esa persona, que él creía, que después de décadas de trabajo en Filosofía y en saberes aledaños y conexos. Que siempre trabajando y trabajando en el pozo de decenas de preguntas, y de decenas de respuestas y soluciones. Él pensaba y repensaba, que después de enviar, a cientos de personas y entidades filosóficas, que quizás, esperaba una contestación. Al menos una respuestas. Que quizás miles de páginas escritas de esa combinación entre filosofía-literatura, quizás merecería una respuesta, aunque fuese pequeña. Al menos una persona entre diez… una persona cada díez… que quizás un departamento de filosofía, de las docenas existentes en el mundo, especialmente en español, alguno diría, bueno quizás tenemos algo aquí, quizás merece que le abramos una pequeña ventana para que no se pierda tanto trabajo, aunque sea de quinta categoría… quizás…

Y, aquella persona recordaba que en las últimas semanas, había vuelto, esta vez, por correo electrónico, había vuelto a enviar, un tomo de mil páginas, y, algunos otros materiales, por correo electrónico, a personas de la Filosofía, de cinco o seis departamentos de Filosofía, de cinco o seis Facultades de Filosofía de nuestro terruño. Y, ninguno había contestado. Ninguno de los ciento y pico, más de ciento veinte ninguna había tenido la osadía de haber contestado al menos: “gracias por su envío…”, o algo semejante.

Aunque aceptemos que ese pensador-escritor, porque el título de filósofo, sea muy grandilocuente para él, aunque ese escritor-pensador sea de quinta categoría. Esperar que alguien le  conteste que se le envíe más información, más miles de páginas escritas, aunque sea en DVD o en Pen Drive, para que se conserven en la biblioteca del departamento o de la Facultad. Al menos, uno de cada diez. Pero… ni eso… Paz y bien.

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