Por José Belló Aliaga
El Museo Nacional del Prado ha presentado la ‘reconstrucción’ de la Capilla Herrera que permite contemplar los frescos Carracci y su taller tal como fueron concebidos e instalados en altura. La capilla original, actualmente desparecida, se encontraba en la iglesia de Santiago de los Españoles en Roma, símbolo del poder de la monarquía hispánica en aquella ciudad.










Estas obras, que narran episodios de la vida de san Diego de Alcalá, fueron restauradas hace tiempo, fueron ya objeto de una gran exposición en 2022.
La instalación pone en valor un conjunto excepcional del barroco italiano, rescatado tras el desmantelamiento de la capilla en 1833 y conservado desde entonces entre Barcelona y Madrid. Los frescos, realizados entre 1602 y 1605, reflejan la maestría de Carracci y sus colaboradores, quienes trabajaron con un lenguaje pictórico unificado.
Gracias a la colaboración de OHLA, esta instalación permanente permite al público redescubrir un capítulo esencial del arte mural europeo, en un montaje arquitectónico que respeta la escala y el espíritu del conjunto original.
Los frescos de la Capilla Herrera en el Prado
El Museo del Prado conserva siete fragmentos de los frescos que decoraban la Capilla Herrera, encargada por el banquero palentino Juan Enríquez de Herrera en la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma. Cuatro de ellos, de forma trapezoidal, decoraban la bóveda, mientras que los tres restantes, concebidos como óvalos, adornaban las pechinas. Esta instalación permanente los presenta en una disposición que evoca su ubicación original.
Tras el desmantelamiento de la capilla en 1833 por el riesgo de ruina del templo, los frescos fueron arrancados y trasladados a lienzo. En 1851, la mayoría fueron enviados a Barcelona, donde hoy se conservan nueve en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, y los siete restantes forman parte de la colección del Prado.
La ejecución de los frescos comenzó en 1602 bajo la dirección de Annibale Carracci, uno de los máximos exponentes de la escuela boloñesa. Tras su enfermedad en 1605, Francesco Albani y otros colaboradores completaron el conjunto, manteniendo una coherencia estilística que dificulta distinguir las distintas manos. Las escenas representan momentos clave de la vida de san Diego de Alcalá, canonizado en 1588, cuya intercesión milagrosa fue atribuida por Herrera a la curación de su hijo.
La instalación cuenta con la colaboración de OHLA, empresa comprometida con la conservación del patrimonio cultural, y con el diseño arquitectónico de Francisco Bocanegra, quien ha ideado una estructura modular permanente que respeta la escala y el carácter de los frescos. Esta colaboración permite al Museo del Prado ofrecer una experiencia que conecta al visitante con el esplendor original de la Capilla Herrera.
En un estrecho diálogo con los frescos, las obras expuestas conjuntamente en la sala 4 del Museo Nacional del Prado se deben a los mismos autores de los frescos y a su círculo más estrecho de maestros, colaboradores y condiscípulos, encontrándose entre ellos a Ludovico Carracci, Guido Reni y Domenichino. Se ilustra así un capítulo esencial en la historia del arte europeo, la forja del lenguaje pictórico barroco impulsado desde Bolonia -de donde eran originarios- y su exitosa difusión en la Roma de comienzos del siglo XVII.
José Belló Aliaga
Pies de foto
Foto 1: David García Cueto, Jefe de Colección de Pintura Italiana del Barroco del Museo Nacional del Prado; Miguel Falomir, Director del Museo Nacional del Prado; Antonio Valadés, Director de construcción en España del Grupo OHLA; Javier Solana, Presidente del Real Patronato del Museo Nacional del Prado; Alfonso Palacio, Director Adjunto de Conservación del Museo Nacional del Prado, y Marina Chinchilla, Directora Adjunta de Administración del Museo Nacional del Prado, durante la presentación






