Fuerte sacudida que estremecen los sentidos, apacible vendaval que oxigena la razón, hermosa criatura que te pide la hagas vida, impulsiva, silenciosa, creativa con su sueño, vida propia, gozo inmenso, luz potente… muchas son las sensaciones que provoca en una poetisa, la imprevista e inexplicable inspiración.
Como aquella exploradora que penetra en una gruta, alentada por saber quién habita en su interior, que escribir es descubrir hermosas musas, darles luego alguna forma, voz y vida, proclamar a cuatro vientos su belleza, o plasmarlas en el papel del corazón.
Escribir es también iniciar una apasionante exploración por la gruta que procura cualquier inspiración. Un sugerente y atractivo espacio del que se desconoce su profundidad, angostura y dificultad y si al final esa ilusión que la autora o exploradora pone en su trabajo le reportará una recompensa agradable con el hallazgo de alguna cavidad admirable y magnífica.
Al principio aparece ante los ojos de la mente la intuitiva idea que se desea explorar, crear, desarrollar, plasmar y comenzando a penetrar en ella. A veces el pretendido trayecto cobra inesperadas alteraciones descubriendo sorpresivos lugares que la hacen mucho más gratificante. Es la corriente irrefrenable que alienta la inspiración.
En unas ocasiones el avance se hace duro y oscuro y esa inspiración parece detenerse ante una pared o una sima que parece infranqueable no teniendo entonces más remedio que parar, pensar en la manera de salvar…la rima y algunas veces, porqué no, retroceder lo andado, borrar lo escrito y volver a comenzar, pero siempre tomando como únicas herramientas, la luz de la linterna, la pluma y la imaginación…
En otras ocasiones la claridad mental hacen de esas grutas, antes oscuras, estancias iluminadas que posibilitan el avance de manera rápida; se convierten así en las más llanas y fáciles de explorar, las menos profundas y por ello suelen resultar también las menos bellas, misteriosas y gratificantes para quien escribe y para ti, hipotética lector-a.
Escribir y explorar son al fin, las búsquedas y hallazgos de todo aquello que ocultan las verdades personales de la vida, no en la fría caverna de la mente sino en la cálida cavidad del corazón; que cualquier persona es a modo de una gruta, solo hace falta descubrir su existencia y tener la curiosidad de penetrar en ella. El resultado muy pocas veces decepciona y siempre nos enriquece.








