Miguel Montañés ha compartido su vocación pictórica autodidacta en la Casa de la Marquesa de Almodóvar del Campo

El Centro Cultural ‘Casa de la Marquesa’ de Almodóvar del Campo ha acogido estos días de otoño una muestra del artista aficionado Miguel Montañés Muñoz quien, a sus 72 años y jubilado de la petroquímica, ha presentado presenta una veintena de obras que son muestra de sus dotes para la pintura.

Las obras, la mayoría con distintos motivos relacionados con la tauromaquia, ha ofrecido un recorrido por la trayectoria personal de un artista completamente autodidacta, quien desde la última década del pasado siglo ha dedicado parte de su tiempo a los pinceles, actividad que también ha tenido un papel crucial en su propio bienestar.

La muestra ha sido posible gracias a la Concejalía de Cultura que dirige Virginia López, quien ha querido reconocer en este vecino “un talento del que muchos en Almodóvar desconocíamos, pero que es digno de admirar por las técnicas que utiliza y la manera en que maneja los colores o la fidelidad de obras de grandes pintores que Miguel ha replicado”.

El principal bloque temático ha estado dedicado a la fiesta de los toros, una de sus grandes aficiones donde, además de los distintos lienzos, ha expuesto una detallada maqueta de una de esas antiguas plazas de toros portátiles que tan habituales a lo largo del pasado siglo, incluso en poblaciones como la propia Almodóvar del Campo.

“La hice en el confinamiento con materiales reciclados sobre el tablero de una mesa camilla que mi mujer iba a tirar”, explica Montañés Muñoz, quien hace gala de su condición de taurino, junto a los lienzos que capturan lances y figuras del toreo, con homenajes a diestros como Curro Romero o Morante de la Puebla, o cabezas de toro.

El otro bloque, menor esta vez, ha sido una miscelánea de temas de su interés, destacado un bodegón de corte clásico que, según el autor, busca “reflejar la cultura nuestra”, como así reflejaban otros de los lienzos, como una mujer acudiendo a acarrear agua de un pilar, orzas donde se guardaba el aceite, paisajes, personajes varias y alguna que otra réplica de obras pictóricas de autores consagrados.

Como explicaba, su método de trabajo es diverso, pues si algunas obras nacen de fotografías, como la de un encierro en un pueblo navarro que le envió un amigo, otras nacen de su imaginación a partir de distintos estímulos, como un cuadro de caballos que está corriendo en un atardecer propio de las antiguas películas del Oeste.

Por tanto, el universo creativo de Miguel Montañés es notablemente diverso, abarcando un amplio abanico de temas que reflejan pasiones, como la tauromaquia y recuerdos de talante costumbrista y nostálgico, como escenas de matanza o aperos de labranza de su suegro.

Su faceta más narrativa se inspira en la literatura y la historia, pintando escenas imaginadas a partir de novelas del siglo XIX, naufragios marítimos, carboneros en la sierra, galeones y cañoneros españoles. Sin olvidar la figura humana, a través de retratos como el de su propia madre, un autorretrato, o figuras femeninas de espaldas. La ejecución de la nariz, admite, es lo más complicado a la hora de trazar las caras de las personas.

Finalmente, su obra dialoga con los grandes maestros, habiendo realizado copias e interpretaciones de pintores como Goya, Van Gogh, Dalí o El Greco, demostrando su constante afán de aprendizaje.

Un talento autodidacta forjado sin academia

La relación de Miguel Montañés con la pintura comenzó en 1995 de una forma casi casual. Fue tras una visita a casa de su amigo y también pintor Francisco Nevado, cuando sintió la curiosidad. “Él me dijo dónde comprar las pinturas y los pinceles” confiesa y su primer cuadro fue una copia de ‘La vendimia’ de Goya.

Por entonces, apostilla, “no tenía ni caballete”, de manera que lo pintó “con el lienzo apoyado en una silla alta de mi madre y tardé diez días que tenía de descanso”. El resultado sorprendió a Francisco, quien le animó a continuar y a seguir consejos que también le aportaba otra pintora almodovareña, Carmela Medrán.

Incluso llegó a hacer realidad una primera exposición, un hito que, no obstante, pese a alimentar su afición, no pudo continuar por el exigente trabajo a turnos que tenía en la petroquímica de Puertollano. Un paréntesis necesario, no obstante, por cuanto “para pintar tienes que estar muy concentrado y relajado”, reconoce.

“Si tienes algo pendiente en la cabeza, no me centro, y para que me salga mal, no lo pinto», argumenta Miguel, quien sería ya con la llegada de la jubilación cuando realmente pudo retomar los pinceles “con más ahínco” si cabe y, además, con el valor añadido de la creatividad pictórica como terapia.

Así, la pintura ha adquirido para Montañés una nueva y profunda dimensión y ante un brote de psoriasis que afectó a gran parte de su cuerpo, su respuesta fue volcarse en el arte. “Me lie a pintar todo el verano y me dije ‘esto no va a poder conmigo’. Y esto me ha sacado de aquella situación”, afirma de manera contundente.

Con un catálogo personal que estima en alrededor de 200 obras pintadas, la motivación de Miguel Montañés para exponer es puramente vocacional. “No lo hago por vender. Yo pinto un cuadro y me enamoro de él”, afirma. “Prefiero tener yo el cuadro”, pero sí reconoce que su mayor recompensa es el interés del público.

Miguel también ha ligada su creación a fines solidarios, como cuando donó cuadros de temática de caza a la Asociación Contra el Cáncer que entonces comenzaba su andadura en Ciudad Real, obras que fueron subastadas en una época en que aún se utilizaba la peseta y que así pudieron sumarse a la causa.

Además de esta destacada colaboración, Montañés ha regalado obras a compañeros y amigos aficionados a la caza y ha donado piezas a otras entidades a lo largo de los años, faceta altruista coherente con su visión actual, donde afirma rotundamente que, como queda dicho, no expone para vender.

“Mi satisfacción es que a la gente le guste y poder explicarle las historias. Con eso me sobra”. Y así ha sido durante la semana que se ha podido contemplar una pequeña muestra de una obra creativa nacida en el estudio donde la cultiva en la calle Huertas y que, además, atesora a modo de particular pinacoteca.

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