Villamanrique vivió un momento irrepetible de calidez humana en la presentación del libro de poesía funeraria “Llanto” de Luis Díaz-Cacho

El poeta campomontieleño Luis Díaz-Cacho Campillo presentó el poemario “Llanto”, editado por el Grupo Oretania, en el Centro Cultural «Carlos Piqueras Medina» de Villamanrique, durante el recital poético musical ‘Poemas a la muerte de mi padre’, mantenido por la villorreña Antonia Piqueras Jiménez y la colaboración musical de María Armero y Sofía Rodríguez. El acto contó con la presencia de la concejala de Cultura, Cristina Lillo, quien recitó poemas junto a las rapsodas Mairena Pérez, Epifanía Piqueras, Rufina Rubio, María Jesús Soto y Mari Carmen Unguetti.

Desde el inicio se intuía que la noche otoñal tenía algo que la hacía especial. Afuera, la lluvia golpeaba insistentemente y rítmicamente el techo del «Carlos Piqueras Medina», una noche en la que la pertinaz lluvia no daba tregua; pero ni la noche inhóspita, fría y lluviosa, ni los paraguas pudieron cerrarle el paso a la magia que se vivió dentro, en un ambiente cálido y acogedor donde la música, los libros y la poesía hizo que hasta el rumor de la lluvia sonase bien y la atmósfera interior estuviese impregnada del espíritu de Jorge Manrique.

Tras los saludos de rigor y la cálida bienvenida de la edil de Cultura, Cristina Lillo, tomó la palabra Antonia Piqueras, poeta, villorreña de cuna y componente del ‘Grupo Oretania de Poetas’, desde que Luis la “invitó a participar en los Encuentros Oretania de Poetas”.

Piqueras en su pormenorizada presentación, detalló el por qué Luis ha querido presentar su libro en Villamanrique, “lo hace por su afinidad con Jorge Manrique; poeta de esta tierra y donde escribió las Coplas a la muerte de su padre y pionero en expresar los sentimientos en la poesía. Es un mismo sentir de dolor expresado en unos versos”, añadiendo que, “en Luis y Jorge sus versos son fruto del dolor y la desesperación ante un hecho tan dramático. Los dos optaron por verter su enojo y su rabia en un papel, donde la tinta corría creando unos versos mientras las lágrimas fluían del venero del corazón”. La mantenedora aseguró que son versos escritos en épocas diferentes ̶ Jorge Manrique en el S.XV y Luis Díaz-Cacho en el S.XXI ̶ , “con una estructura poética distinta, pero con un mismo sentir ante la misma situación”.

Y es que Luis Díaz-Cacho, al igual que Jorge Manrique, se enfrentó al suceso repentino de la muerte de su padre. Siempre la pérdida de un ser querido supone un gran dolor que acaba acompañándonos durante toda la vida, en la que cada persona aprende a superarlo o, más bien, a intentar convivir con ello. Para el poeta y escritor Luis Díaz-Cacho, la poesía supuso una forma de canalizar sus sentimientos, de llevar su duelo y así surgió la necesidad de plasmar ese dolor en versos. Desde entonces no ha dejado de escribir. “Traicionera y petulante, / muerte fatal y difusa, / avanzaste con donaire, / dejando mi mente obtusa”.

Desde aquél fatídico día, Luis Díaz-Cacho, entendió que las circunstancias nos influyen, nos condicionan y nos mediatizan. Que su familia ya no fue la misma, ni él tampoco. Que su adolescencia se deshizo en añicos en un suspiro y que tuvo que madurar a golpe de versos y de poemas. El poeta recoge en este bello libro, la esencia de aquel dolor, los poemas que entonces escribió y que han estado celosamente guardados durante cuarenta años. Poemas que al autor le “salvaron (literalmente) la vida”. Y que gracias al empeño de su mujer Mavi han visto la luz. “Dudas ofuscan mi mente / en estos andares continuos. / Preguntas sin respuestas, / entradas sin salidas”.

En él hay poemas estremecedores, que realmente conmueven: “Muerte productora / de llanto, de dolor, / de oscuros momentos, / de pesado aldabón, / de largos sufrimientos, / de día sin sol”. También transmite imágenes desde el alma llena y a su vez vacía: “Entraste en esta morada / rompiéndole las entrañas, / a este mi padre tan bueno, / a este mi padre querido, / a este mi todo, / mi alma”. Es exactamente lo que queda tras la muerte de un ser querido. Queda extrañeza, horror y el desconcierto.

El poeta ha considerado oportuno incluir en este libro un poema escrito unos años después interpretando el momento de cómo sería su partida, “Es triste saber que me iré, / una tarde, cuando el cierzo / exhale el noctámbulo aliento / y recojan los pájaros / los plumajes taciturnos / en los nidos de albahaca”. Y también ha querido cerrar el poemario con un poema inédito de su hijo Ramón María que da todo el sentido a estos versos y cierra el círculo azul de su calendario. “Siempre has sido mi lugar seguro. / Siempre busco volver a ti. / Acurrucar mi cabeza en tu pecho / y que tu mano firme y segura por el tiempo / abrace mi cuerpo”.

Ilustraciones

El poemario “Llanto”, está bellamente ilustrado exprofeso por Olga Alarcón, “desde su particular y personal percepción que la lectura de estos poemas le ha producido” nos dice Luis Díaz-Cacho.

Los poemas escritos en este pequeño gran libro reflejan la transfiguración de los sentimientos de un joven niño que con tan solo 22 años se transformará en un joven adulto. Muestran esos sentimientos más bellos del amor incondicional mezclados con lo que supone la ausencia desgarradora y repentina de la muerte. El libro se compone de 21 poemas como símbolo al día que falleció su padre. “Llanto”, es algo más que un poemario, es todo un libro de autoayuda.

Para crear las ilustraciones, Olga Alarcón, se convirtió en aquel muchacho joven que acababa de perder a su ser más querido y de su lectura decidió crear las ilustraciones en lienzo, en concreto, lienzo en negro. Es decir, está pintadas sobre negro, no sobre blanco y a modo de pintura barroca, del género vanitas, el reto que supuso para la artista, era rehacer esas pinturas barrocas de un modo contemporáneo. Con esa esencia de vanitas y que estuvieran cargadas de símbolos reflejando la fugacidad de la vida, la facilidad de la existencia terrenal y lo inevitable de la muerte. Así que en esas ilustraciones lo que se ve son símbolos como la calavera, la manzana caída o el huevo.

El género «vanitas» en pintura se refiere a un tipo de bodegón simbólico que reflexiona sobre la fugacidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte, contrastando la vanidad de los placeres mundanos con la certeza de la mortalidad.

En la composición de las obras Olga Alarcón ha intentado labrar en dos planos todos estos sentimientos, en la parte del cielo, el estallido del trueno que muestra lo inesperado de la naturaleza, el llanto, el bombeo del corazón, la tempestad. Por otro lado, en la parte terrenal aparece esa naturaleza muerta en la que se aprecia un símbolo como alegoría del efímero, de la muerte o del comportamiento humano. En el barroco, los artistas que realizaron este género criticaban lo banal.

En su interpretación de estas alegorías, Alarcón hace crítica a temas como la soledad, el cambio climático o los escombros y basuras, también a la guerra. En estos lienzos intenta mostrar los sentimientos encontrados de un joven que se encuentra frente a la naturaleza.

Sin duda una perfecta simbiosis entre los poemas de Luis Díaz-Cacho y las ilustraciones de Olga Alarcón, que han dado como resultado un exquisito libro de “poesía funeraria”, ideal para despedir a un ser querido y mantener viva su memoria. El bello acto terminó con abrazos, fotos, firmas y esa charla que se alarga cuando nadie quiere marcharse. La lluvia seguía cayendo afuera, pero dentro todo seguía siendo calidez, literatura y amistad.

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