Fermín Gassol Peco.- «El desierto no es ausencia del hombre, es presencia de Dios» Carlo Carretto (1.910-1.988). Si preguntáramos a personas de distinta condición sobre aquellos sitios en los que no querrían vivir… no creo equivocarme si digo que, en la inmensa mayoría de los casos, contestarían que ese lugar sería el desierto. La razón de esta elección supongo que no respondería tanto al hecho de ser un lugar donde no hay nadie, como un espacio en que la arena es su permanente y única ocupante.
El desierto geográfico puede ser descrito como una monótona continuidad de algo que existe entre la nada. De ahí que no sea un lugar idóneo para dar satisfacción a los sentidos. Escribir por tanto sobre esta desnudez no parece resultar nada fácil ni atractivo.
El desierto es el silencio, la ausencia, la nada de todos y de todo. Nada que oír, si acaso el viento, saborear, oler, tampoco tocar que la fina arena, y casi nada que ver, tan solo las caprichosas siluetas de las dunas allá en el horizonte.
No siendo un lugar para el disfrute sensorial, el desierto tampoco es lugar que sirva para entretener. La ausencia de cosas lo hace imposible. Quien vive en el desierto solamente puede experimentar su propia identidad. El desierto es por tanto, un espacio idóneo para no distraerse con nada y centrarse en meditar sobre la desconocida y profunda realidad personal.
Si embargo, el desierto creo que no debería ser considerado únicamente como un lugar, sino que también podría tomarse como un estado vital. La diferencia entre los desiertos geográficos o exteriores y los desiertos existenciales o interiores está en que los primeros resultan ser lugares físicos a los cuales podemos o no ir y de los que se puede escapar, son por tanto realidades extrínsecas a los seres humanos, mientras que los segundos son siempre consecuencia de una opción o de una decepción, o lo que es lo mismo, producto de un deseo de interiorización o de una alienación.
Dicho esto, la pregunta sería: ¿Qué puede ofrecer entonces la soledad desnuda del desierto a las mujeres y hombres de hoy? ¿A quienes tienen o desean poseer todo, rodeados de comodidades, distraídos con ellas y que viven saltando continuamente de cosa en cosa?…La respuesta: esa soledad puede provocarles…la locura o el encuentro consigo mismos.
Comentaba que el motivo para no elegir el desierto como lugar para vivir, no estaría tanto en la ausencia de personas, como de cosas. Y es que muy probablemente echaríamos mucho más de menos la falta de objetos que la ausencia de personas, cuando en realidad la soledad más alienante no proviene de la soledad cósica, sino la que es consecuencia de la incomunicación personal.
Sin embargo, la soledad producida por la ausencia de cosas es a la que más tememos los seres humanos hoy porque es la que nos obliga a quedarnos…a solas sin más. Una soledad que nos llevaría a reflexionar sobre nuestra identidad, sobre quiénes somos, sobre el porqué y para qué hacemos lo que siempre hacemos y no otras cosas y, sobre todo, cómo lo estaríamos haciendo. El desierto se trasformaría entonces en un espacio inmenso en el que solamente existe quien se halla en él, donde nada que no sea el espíritu puede entretenernos y explicarnos, donde la verdad se nos manifiesta de manera clara.
Por supuesto que vivir física o vitalmente de una manera permanente en el desierto no sería situación imaginable para la inmensa mayoría de nosotros. Pero sí vendría bien retirarnos algún tiempo hasta él al menos mentalmente, para meditar sobre aquello que responde a lo nuclear de nuestra vida. La “retirada al desierto” supondría penetrar hacia nuestra realidad más verdadera, sin accidentes, abalorios y circunstancias que distorsionan lo esencial de nuestro comportamiento. Un desierto dentro de la misma ciudad, porque el desierto no solo es un lugar, sino una forma profunda, veraz y trascendental de entender la vida.
Adviento y desierto son, en fin, tiempo y lugar propicios para escucharnos, analizar el grado de fidelidad y autenticidad que estamos manteniendo con el proyecto que el pasado diseñó y el futuro nos tiene preparado: un futuro que da sentido a todo lo que existe: esta es, la Navidad.














