Argentino, pero modesto

“La ternura es el lenguaje de los más fuertes”
(PAPA FRANCISCO)

Javier Cercas lo ha vuelto a hacer. Su última novela de no ficción, “El loco de Dios en el fin del mundo”, escudriña la contradictoria figura de uno de los personajes más relevantes de nuestro tiempo: el papa Francisco. El autor utiliza un viaje a Mongolia en 2023, —en el que acompaña al pontífice—, para ir desgranando la vida y el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio a lo largo de su existencia. Desde la infancia en su Buenos Aires natal hasta su actividad durante el papado. Lo acontecido en ese viaje lo recoge este apasionante relato.

Mientras leía la novela buscaba información sobre un tío mío, hermano de mi madre, al que siempre admiré por su inteligencia natural y por sus sensatas opiniones sobre todo. Fue fraile franciscano, licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia Antoniana de Roma, seguidor del filósofo Zubiri y profesor en centros de su orden religiosa. Su infancia no fue fácil. Nació en plena República, quedó huérfano de padre al inicio de la guerra y vivió una dura postguerra llena de carencias y de emociones encontradas. Él falleció siendo joven.

Aunque Francisco había sido jesuita él optó por este nombre para seguir a uno de sus santos de referencia que se llamaba a sí mismo, Loco de Dios; de ahí el título. De niño oía decir a mi familiar que Francisco de Asís amaba a los pobres, tenía siempre el corazón alegre y que era humilde con los demás. Que fue capaz de renunciar al dinero y a todos los bienes materiales que le había proporcionado su familia. Y fundó la orden religiosa que lleva su nombre en la que se vive en pobreza, humildad y caridad, además de hacer vida evangélica.

Sin desvelar el desenlace final de la misma, esta novela arranca con toda una declaración de intenciones. El autor empieza diciendo: “Soy ateo. Soy anticlerical. (…) Pero aquí me tienen, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a preguntarle sobre la resurrección de la carne y la vida eterna…” Cercas va a profundizar en esta obra sobre el papel en la vida actual de lo espiritual y lo trascendente, el lugar en ella de la religión católica y el denodado deseo del hombre por la inmortalidad.

Mi tío y el papa eran de la misma generación. Los dos habían nacido en los años treinta. Ellos pertenecían a familias que emigraron a la Argentina. La de mi tío era española; y la del papa italiana. Mi familia materna se volvió a España, mientras que la italiana echó raíces en aquel país andino. Ambos tomaron los hábitos: uno como franciscano y el otro como jesuita. Mi familiar estudió en Roma durante el Concilio Vaticano II, —que él vivió con intensidad, pero también con esperanza—, y del papa se decía que era hijo de ese Concilio.

Cuando el papa fue elegido, según nos dice Cercas, Bergoglio se veía fuera de los elegibles para el papado. La renuncia de Benedicto XVI le ofreció una posibilidad que no esperaban ni él ni los miembros de la curia. Entre las muchas valoraciones que se hicieron cuando fue elegido papa —que si pertenecía al movimiento de la Teología de la Liberación, que sí sería continuista con el papado de Benedicto…—, hubo una que resultó una genialidad. Un diario colombiano tituló su elección: “Es argentino, pero modesto”. Insuperable definición.

Pero esa rara avis argentina, —que era el papa Francisco—, hizo una labor que quizás quedó inconclusa. Porque lo que él quería era un modelo de iglesia de los pobres y de los misioneros, —como la veía Francisco de Asís en los siglos XII y XIII—, que se acercara al mundo católico actual que parece haber perdido muchos fieles en algunas áreas, sobre todo, en la del occidente desarrollado y moderno. El autor de la novela parece que, —sin proponérselo siquiera—, le resta divinidad a su personaje a la vez que lo humaniza.

Es digno de admiración el esfuerzo realizado por el autor para prepararse, no solo el viaje en sí a un país exótico, sino para tratar con el respeto que merecen, con dignidad y hasta con solvencia, a los miembros del séquito que acompañaban al pontífice en este viaje. Ese esfuerzo dio sus frutos y la novela los recoge. En sus entrevistas, más o menos improvisadas; en sus debates eruditos y filosóficos con reconocidos vaticanistas; o con el trato espontáneo con jóvenes religiosas que aportaron ese punto de frescura que él no esperaba.

Me gustaría terminar con la confluencia que existe entre el papa y este tío mío. Porque ellos van a converger en la figura de Francisco de Asís. El primero porque dota con este potente nombre de gran simbolismo a su papado y el segundo por su condición de religioso franciscano.

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