Nos estamos equivocando

Miguel Ángel Mora Cuesta.- Joven, escasa formación, barrio deprimido con alto índice de desempleo y absentismo escolar, dificultades de integración en grupos distintos al de origen, segunda o tercera generación de inmigrantes,… Este viene siendo el perfil de los miembros de grupos violentos a nivel político, deportivo o religioso. O, en algunos casos político/deportivo/ religioso. Que de todo encontramos.
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Unos se dedican a reventar manifestaciones, otros a pegarse con otros iguales de equipos rivales y si no se van a Siria a aprender a manejar armas y explosivos para después matar por doquier conscientes de que morirán por algo en lo que creen. Todos ellos, sistemáticamente unidos por frustraciones tempranas, descontentos con su realidad personal y con lo que perciben el mundo, necesitados de encontrar un responsable de sus desgraciadas situaciones acaban en una realidad paralela en busca de un ideal que momentánea o definitivamente los aleje del mundo en que viven.

En ese momento clave aparecen las izquierdas y derechas radicales solucionando problemas a golpes contra el que es distinto o contra cualquier signo de poder, o contra el que es de otro equipo de fútbol, o contra cualquier individuo si con ello se alcanza la gloria eterna. Es necesario descargar esa energía de juventud y esa rabia contra algo o contra alguien que comparte similares frustraciones y huir hacia delante.

Grave problema el de la violencia para el que acabamos diseñando planes integrales consistentes en levantar barreras para que no entren en recintos deportivos, no participen en manifestaciones dificultando la convocatoria y concentración de estas porque resultan molestas y dan mala imagen, o no entren en nuestra Europa querida a través de vallas en frontera con África o controles aéreos para todo lo que venga a través de Turquía. Nos armamos hasta los dientes e intentamos controlar cualquier tipo de comunicación para prevenir. El análisis de estas soluciones da para 100 libros y 1000 conferencias.

Entiendo que si no es equivocado el método, cuando menos es incompleto. El obviar el origen del problema provoca que este se desarrolle con mayor virulencia. Crear protocolos de actuación como los actuales para impedir ataques sirve a corto plazo. Mientras, los barrios marginales como El Príncipe de Ceuta, poblaciones dormitorio de Madrid, Bilbao, La Coruña o Barcelona por poner diversos ejemplos, continuarán convertidos en caldo de cultivo de nuevos violentos, que nada tienen que perder a la hora de seguir al primer charlatán que les prometa la gloria patria, social o celestial…

Mientras no acudamos al lugar y al momento en que empieza a fraguarse el odio, la desigualdad, la desesperación, el aislamiento y la imposibilidad de integración estamos equivocando el tiro. Sé que es un trabajo arduo, dificultoso, lleno de sinsabores y sin reconocimientos personales. Cuando se trabaja en estos campos y se obtiene que unos jóvenes acudan al colegio, aprueben, no se metan en líos y tengan paciencia a la hora de obtener un empleo, la sociedad entiende cumplen con su obligación. Nadie entiende que sin ese trabajo, sin ese esfuerzo a medio y largo plazo la realidad hubiera sido muy distinta y estaríamos hablando de protegernos de esos mismos jóvenes.

La solución pasa por el trabajo, poco rentable electoralmente, a largo plazo en Educación, Servicios Sociales, Planes de Empleo, Talleres de y para la Igualdad dentro de nuestros países. Sin esto poco o nada podremos hacer en la lucha contra la violencia, sea del signo que sea.

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