El correctísimo lenguaje que diferencia, precisa y matiza los géneros para que nadie se quede extramuros del trato social igualitario ha caído de bruces tras el pedazo de crisis que nos apabulla. Llevamos décadas de incorporación sistemática de la mujer al mercado laboral y las diferentes administraciones y organizaciones civiles y sindicales mantienen el acento en la discriminación positiva y se afanan en debates y foros para que la igualdad sea radical y contundente, pero en cuanto se aventan las cifras del paro resulta que tal condición no tiene sino una monocorde masculinidad como si sólo fueran hombres los condenados al purgatorio de la inactividad laboral y la cobertura social, tan efímera como la vida misma. Ni siquiera los medios más en línea con la progresía biparlante, ni los dirigentes de la izquierda, ni los intelectuales en nómina del stablishmen se andan con rodeos: Parados con O, irrefutable y masculina. Con lo que podemos deducir que la actual situación financiera ha venido a poner las cosas en su sitio y a zanjar de un güarismo años de insistencia para separarnos a los unos de las otras. Todos son Parados.
No he leído, ni oído, ni visto aplicar la regla del correcto neolenguaje cuando precisamente el paro femenino, o sea, las paradAs, son casi tanta legión como la de los paradOs. Pero a nadie se le oculta que cuando decimos parados nos estamos refiriendo a ellos, a ellas y demás alternativas y alternativos que también tienen derecho a ser referidos en los preámbulos. En vísperas del Día Internacional de la Mujer resulta que el lenguaje se vuelve conservador: parados.
Esta crisis ha venido a recordar que en el fondo a una mujer le interesa más su propia identidad, su libertad, desde luego la igualdad, y por supuesto un empleo, más que la calculada pose de una jerga de disección que como todas las poses son poco prácticas y además, un coñazo. Un hombre sin empleo es un parado pero una mujer sin empleo es eso, una mujer sin empleo, porque en caso contrario se confundiría con el sitio donde de detiene el autobús. Argumentos los hay para todos los gustos.








