Salpicaduras

Rafael RoblesUna de las primeras escenas de Los siete magníficos, la magistral película dirigida por John Sturges en 1960, muestra a los ciudadanos enfurecidos porque un acaudalado señor pretendía enterrar en el cementerio local a un indio –nativoamericano– que halló muerto en el camino. El pueblo se consideraba moralmente superior a esos salvajes de las plumas y las flechas y, por tanto, trataban de impedir con violencia que el desdichado fuera inhumado junto a los vecinos de rancio abolengo.

Recordé la secuencia cuando leí con estupefacción que centenares de vecinos de un pueblo de Ciudad Real se echaron a la calle para protestar por el comportamiento de un clan familiar. Al parecer el “clan” -un disfemismo que señala despectivamente a la familia de etnia gitana- molestaba en la piscina insultando y agrediendo a los bañistas. Sin embargo, lo que subyace a las acusaciones es una furia contenida entre los autóctonos debida al trato de favor que el Ayuntamiento, creen, dispensa a la familia cañí. No están dispuestos a malgastar sus impuestos con los que presuntamente estiman como parásitos sociales y, quizá, delincuentes.

Toda espiral de violencia suele comenzar con un momento ridículo, como la inane piedra que origina una intifada en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén o una salpicadura en la piscina. Pero estas ocasiones, aparentemente absurdas, no son más que catalizadores de un profundo odio labrado a lo largo del tiempo. Los bolañegos, como todas las agrupaciones humanas -incluyendo a los gitanos, que también son aporofóbicos- llevan mucho tiempo fortaleciendo su animadversión contra los menesterosos que decidan asentarse junto a ellos. El problema tiene difícil solución porque no es un caso flagrante de injusticia al no darse una discriminación racial, sino que se trata de repartir la poca riqueza existente entre personas que han recibido distinta lotería natural y social.

Si bien es cierto que el conflicto parece estar controlado gracias a las gestiones del subdelegado del Gobierno y la Junta de Seguridad, todos saben que el nuevo modus vivendi es muy vulnerable y que en cualquier momento puede reactivarse el disparatado catalizador que despliegue una violencia mayor: un pequeño accidente de tráfico, una mirada malinterpretada, un codazo inocente en el mercado…

En cualquier caso hay que felicitar al alcalde del Partido Popular por no dejarse llevar por la presión de la mayoría, a diferencia de otros políticos, y mostrarse solícito y sensible con las minorías. Parece que ha optado por un reparto desigual pero más justo en el que, como diría Rawls, “el aumento de la ventaja de los más favorecidos se compensa por la disminución de las desventajas de los más desfavorecidos”. A buen seguro que con su decisión el edil ha perdido cualquier opción de ser reelegido en los próximos comicios, pero es preferible perder el bastón de mando a tener que vérselas con el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo o con el Consejo de Europa.

La consecuencia de estos lamentables incidentes es que en breve surgirá un líder local que representará los valores del particularismo bolañego y que ganará las elecciones locales por mayoría absoluta; su programa, más o menos disfrazado (“¡Los bolañegos primero!”) le conducirá indefectiblemente hacia la alcaldía desde donde intentará imponer su concepción del bien. En dos años lo tendremos.

Mientras tanto, ajenos a estas luchas de poder, mis amigos del Gallinero siguen todos los días al pie del cañón, tratando de construir un mundo en el que todos puedan vivir en paz. A ellos va dedicado este artículo porque son verdaderamente magníficos y bastante más que siete.

La antorcha de Diógenes
Rafael Robles
http://www.rafaelrobles.com
@RafaelRob

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10 COMENTARIOS

  1. Rafael Robles, seguro que te lo han dicho más de una vez, pero hay que reiterarlo, que los elogios se venden caros: ¡viva la madre que te parió! Qué pena que cuando te hicieron rompiesen el molde. Cordialmente,
    Á. R.

  2. Cuánta razón llevas. Aquí tenemos el mismo problema en los barrios del Ave y San Martín de Porres. La cuestión es que, si no se toma en serio el tema de la integración, el trabajo de los servicios sociales, educativos, sanitarios etc no sirve para nada.

    Mientras que haya empeño en hacer guetos para que no molesten, cualquier iniciativa es flor de un día.

    Recuerdo un buen trabajo que se hizo en Puertollano. En el mismo se repartió a los niños de etnia gitana por todos los centros educativos. El rendimiento de los menores se incrementó y su integración, con algún fallo, fue un éxito. Aquí se les agrupó en tres colegios y como guinda se le dan más puntos al profesor que quiere trabajar allí. Como si fuera a Irak.

    Si al que es diferente, tiene problemas de integración, no tiene formación, pertenece a una etnia minoritaria etc etc lo metemos en un barrio con más personas de ese perfil, lo único que alimentamos es el fuego del racismo, la delincuencia y los problemas sociales.

    Por lo tanto, espero que estos políticos piensen un segundo y se den cuenta de lo necios que han sido afrontado estos problemas como lo han hecho hasta ahora. Sin visión panorámica, en el tiempo y de manera interdisciplinar. Solamente desde el punto de vista de una supuesta caridad mal entendida, que es lo que Jode al resto de ciudadanos.

  3. Bueno Ángel, me temo que exageras, pero agradezco tus amables palabras. Un abrazo.

    Blisterr: Lo que comentas acerca de los puntos por trabajar en esos centros es cierto, yo tampoco lo comprendo. Además esa «caridad mal entendida» que denuncias también se está aplicando en ámbitos no marginales, este vídeo da mucho que pensar en este sentido: https://www.youtube.com/watch?v=KLZovlouOzc

    • Rafael, te escribo con un enorme sapo en la garganta que no soy capaz de tragar escuchando a esta mujer. El video es impresionante. Viéndolo sobran las palabras. Qué monstruo hemos alimentado desde 1978 hasta hoy.

      Gracias!

  4. Solo una cosa Rafael, la dignidad no la da nadie. Se tiene o no. Y esta mujer la tiene, esta mujer en concreto. Con nombre y apellidos claros como ella misma dice. Pero el problema general de convivencia entre payos y gitanos es mucho, mucho más complejo. Tanto que resiste por igual los argumentos del xenófobo vocinglero como el argumento del payo más gitano de los gitanos. He visto delante de mi a una «persona» cuando pese a la «diferencia étnica» las cosas han discurrido con normalidad, pero otras he sentido una profunda irritación ante determinados comportamientos. Un dia entrevisté a un chico gitano en Ciudad Real y se lamentaba de que eran ellos, lo decía él y está publicado, ellos quienes más se esmeran en evitar.. digamos la integración. La teorización angelical queda muy bien, pero la realidad es mucho más cruda. Decir que los gitanos viven como viven por condena malévola de la sociedad bien, la tuya y la mia, es simplicar demasiado la cuestión. Es mi opinión.

  5. Hola Manuel:

    Creo que no se puede deducir que pienso que «viven como viven por condena malévola de la sociedad». De hecho me cuido al decir «El problema tiene difícil solución porque no es un caso flagrante de injusticia al no darse una discriminación racial, sino que se trata de repartir la poca riqueza existente». Sin duda que es un tema complejo, pero no creo que sea malo tratarlo, aunque sea superficialmente, en un periódico.

    He empezado a leer *Entre las balas*; me encanta el nombre de «Almacoja».

    Un saludo cordial

  6. […] Qué me queda por comentar…. ¡Ah si! Tal vez no lo conozcáis pero el programa, mítico, de Onda Cero “La rosa de los vientos”, por segunda edición de verano está contando conmigo para realizar lo que hemos denominado como Tacitas de filosofía. Pequeñas cápsulas de conocimiento, vinculado a la divulgación de la filosofía donde trato de introducir algún concepto, combinándolo con algún autor y donde también hago una recomendación. En una de las tacitas tengo la suerte de recomendar a quien por estos Lares ilumina nuestros pensamientos con una antorcha, una antorcha de Diógenes ¿Sabéis quien es? […]

  7. Por los dioses! De dónde ha salido este sujeto? Su artículo es tan políticamente correcto que voy a seguir tomando Möet en la playa y, por supuesto, no voy a entrar al trapo de un problema ético que tiene mil lecturas. Supongo que es un experto en inyectar el veneno de la moral habermasiana a sus alumnos.

  8. Entiendo que la mayoría de los lectores feliciten al autor y suscriban punto por punto sus palabras. Yo también lo hago, estoy en contra de cualquier tipo de discriminación, y por ello comparto la idea general de lo expresado. Pero se ha particularizado este asunto en una noticia concreta, de la que se han hecho elucubraciones que no son ciertas.

    El caso de Bolaños no es lo que pretende reflejar este artículo. Desconozco qué fuentes ha consultado el autor, aparte de la que aporta en el enlace de miciudadreal.es. Pero alude varias veces a los «bolañegos» para atribuirles un comportamiento «discriminatorio» con otras etnias y un sentimiento de «animadversión hacia los menesterosos», algo totalmente infundado y que desde luego escapa de la realidad.

    Habría que conocer el problema con mayor profundidad para escribir sobre él con precisión. La etnia gitana en Bolaños no está representada sólo por esta familia. Es más, como bien se recoge en la fuente citada, «en el pueblo conviven desde hace quince años personas de más de veinte nacionalidades diferentes de forma pacífica y ejemplar», y no se han dado casos similares. Aquí estamos hablando de varias personas individuales que no se representan más que a ellas mismas, sea cual sea su raza, etnia, religión o procedencia, y que tienen por costumbre provocar conflictos (que no son precisamente «miradas malinterpretadas»). No es un problema de «reparto de la riqueza», aunque una minoría simplista pueda pensar así. Sólo quería hacer este matiz.

    Por otro lado, quizá el equívoco aquí proviene de la forma de reaccionar ante el problema, al concentrarse frente al Ayuntamiento. Lo que se debe hacer en estos casos es denunciar ante los cuerpos de seguridad, que es más efectivo y no causa tanto revuelo. Pero a veces el miedo a represalias personales hace que estas acciones se salden sin denuncias.

    Por cierto, el uso de la palabra «clan», despectivo o no, es obra del periodista encargado de emitir la nota de prensa. Y para nada creo que este suceso le cueste al alcalde perder el bastón de mando.

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