Dónde estará Manolo y otras canciones

Ángel Romera

El himnógrafo oficioso de España, el letrista sin letras del porompompero, el taurófilo alérgico a la pleonástica minifaldita pero aficionado al arte caro que dicen moderno, se ha muerto o benidormido en la última playa, si morir puede el inofensivo y patriótico orgullo de las bandas sonoras y rojigualdas. Hoy las Vanessas con dos eses de mi clase ignoran de dónde les viene el nombre, como lo ignorarán las futuras Letizias con zeta, pero los niños del bum, que en el fondo es un puf, cuyo fallecimiento empieza a programarse para estas dos décadas de grima, sabemos que hoy falta ya un cacho del ente de ficción llamado España, una institución de la charanga y la pandereta, un primor de la prensa rosácea solo afín al torbellino de colores/pincho moruno Lola Flores/Hatshepsut, pero digno al fin y al cabo de representar al español medio común y de sólidos valores. Na diremos de otros mitos más progres, como la lagarta Sara Montiel, la estiradísima (de piel), o el mitologema oscuro de mi turbia generación, la diosa Cecilia, con su reverso vulgar, un Nino Bravo gritón y tan amojamado como el total restante de esos porfirogénetas o bien-paridos. Sin duda estará Manolo tomando fino en alguna caseta celeste, hacia donde se nos lo ha robado el fogoso carro de Elías.

Porque, hablando de no muertos en estos tiempos de Halloween tan aborrecibles a los curas, uno mira a Rajoy como al protagonista de Mar adentro, la película de Amenábar, Amenábar, moro de la morería, pero al revés: todos quieren que desaparezca, pero él se resiste hasta el fin, porque para él es un principio, como para la reina María de Escocia, la cabeza a los pies. Los politicastros postsuárez es lo que tienen: una alergia cosmológica a la dimisión, aunque uno preferiría ya mejor un harakiri por mera cuestión de honor e hidalguía; el político español, borbónico o no, puede soportar una vergüenza verdaderamente inhumana y seguir chupando del bote con un belfo y asadura que derrengue toda esperanza. Lo dice hasta el reportaje del historiador florentino Guicciardini, el que mejor supo retratar nuestra idiosincrasia ya a comienzos del XVI. Uno tiene la impresión de que las cosas no han cambiado nunca. Qué narices, si hasta sigue reinando Isabel la Católica, que lo he visto en la tele. Menos mal que hasta el Pepoe empieza a darse cuenta de que el sistema operativo de nuestra democracia está obsoleto y se dibuja en el horizonte la vana nubecilla de una reforma constitucional. Porque es una nubecilla vana y deleble como un suspiro, que no es nada: uno no va a esperar a estas alturas que ese vaho genere rayo alguno que pueda cauterizar tanto podrido y fétido decaecimiento moral irregenerable como nos tiene ahumados en esta zahúrda quevediana; que el político español es solo lodo inevolucionado y apenas consciente.

Novedades, Emilio Morote Esquivel, sin duda nuestro mejor narrador, ha sacado una nueva novela sobre Ciudad Real, El reino de los cielos. Mi congénere y colega Fernando José Carretero, con quien me partía los piños al ajedrez hace una calamidad de años, ha publicado, al fin, un nuevo libro de poesía, su tercero; guardo entre mis papeles el original del segundo, del cual recitó en la presentación algunos poemas como el de Baely, trasunto ingeniado/desdoblado del autor y anuncia varios más que esperamos con ganas. En la presentación estuvo como yo lo recordaba; casi nada ha cambiado, de forma que su voz me despertó una incurable melancolía, como si viniera un tiempo más allá del tiempo o un tango salido del Infierno. Sus poemas tienen algo de geórgica y de Brahms, un estilizamiento y elegancia que hacen de él una de las voces más interesantes y sutiles de nuestra moderna lírica. También fui a ver la presentación del libro de aforismos de nuestro paredaño José Rivero, en la que estuvo su amigo el novísimo Antonio Martínez Sarrión, el de las insuperables versiones de Baudelaire. Él se mostraba deprimido ante la mediocridad pesetera de la cultura de masas, a la que en un tiempo sirvió de glosa fílmica y veneciana. Con Ángel Crespo es sin duda uno de los puntales de la cultura manchega, todavía vivo, por fortuna. El acto fue breve: ya habíamos consumido la versión iniciática de su trilogía de aforismos y pensamientos suscitados por el paso de lecturas y sucesos, omnímoda en su curiosidad. Sus parágrafos no se centran en la poética y el arte, como los del citado Crespo, con quien se le quiere asociar sin haberlos leído. Presentaba un segundo volumen. La inteligencia de Rivero es activísima y se vierte sobre todo sobre el arte y las ideas, articulando muchas agudas percepciones en torno al concepto de espacio en un estilo de lucida precisión. Anunció algo que todos estamos esperando con ganas: una novela que, a juicio de Martínez Sarrión, será memorable. Y lo será sin duda.

Contornos
Ángel Romera

http://diariodelendriago.blogspot.com.es/

 

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3 COMENTARIOS

  1. MADRE MÍA. ESTE ARTICULAZO ES DE PREMIO MARIANO DE CAVIA, LUCA DE TENA, CERECEDO O EL QUE TE DÉ LA GANA.

    Me lo vuelvo a leer. De verdad, de quitarse el sombrero.

  2. Angel gracias por tu amable captura, no menos paredaña, entre ‘Sarriones’ y ‘Geografías Personales’. Queremos presentar ‘Primavera y niebla’ (Serial Ediciones, Libreria Birdy y servidor) en la segunda decena del mes de diciembre. Serás el primer invitado cuando fijemos fecha cierta.

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