Hace notar el libertino Casanova en sus caras, pero que lo valen, Memorias, que, entre los numerosos tormentos del Infierno (en mayúscula, como pone Ángel Crespo en su Dante, pues es un lugar propio, quizá incluso de La Mancha) ningún cura ha incluido el aburrimiento.
Y entre los solaces que cursan los réprobos arrojados al Báratro, que llaman Profundo los clásicos, está, ejemplarizante, el de hacer largas listas monotema. Para abrir sendero al caos, elaborar pagano rosario de misterios eleusinos o pinchar algunos de los raros y simétricos insectos conceptuales que se alimentan en el podrido cotarrillo de Lo Que Hay.
Borges, autorizado bibliotequista a quien los españoles han leído con avaricia, lo hacía; también su judaico discípulo, Alberto Manguel, en los dos o tres libros que le he consumido. Lucía también esta rareza mi desaparecido poeta P. Sánchez López de Lerma, alias Paquillo, que tenía un 148 de cociente y no acabó la ESO, quizá por obra del principio de causalidad; y no sé si por esas vías ha llegado el despropósito a este cura y a este artículo, que no tiene padres, como no los tenía el Proyecto de ley de reforma política de Torcuato, que algunos llaman h….
Sí, ya sé, es cierto que Sinead ha sido una niña muy mala y que ha ido a todas partes. Pero si buscamos en el ámbito doméstico de España nos encontramos un desierto sin gorgonas, sierpes ni virago alguno; no dan la talla Sara Montiel, ni Lola/Lolita Flores, ni Alaska, salidas de una horma donde lo inconforme y lo incorrecto cabía perfectamente y no escandalizaba lo más mínimo. Tampoco iremos a buscarlas en los realities, porque la fauna de esos infiernillos televisivos carece de la dignidad interior del honesto monstruo de feria. Las malas suelen ser viejas como el ama de llaves de Rebeca, no jovencitas. Buenas aproximaciones, casi perfectas, son Glenn Close, peor que un tango salido del Infierno, nacida en alguna pesadilla del gettho de Praga u obra de algún dios sincrético vudú, en cualquiera de sus caracterizaciones como Isabelle de Merteuil, Atractora fatal o Cruella de Vil. Muchas de ellas se mueven en el filo de la navaja de la ambigüedad sexual, como Aileen Wuornos o Catherine Tramell, la del memorable culo prestado, o son auténticos peligros para la circulación, como Bonnie Parker / Faye Dunaway o Pryce / Daryl Hannah, la elástica arlequino/colombina replicante de Blade Runner. En el fondo, se trata solo de mantener un equilibrio entre la perdición y la atracción, como ocurre en toda femme fatale que se precie; entre las marimachotas y las marimarchosas, entre las lolitas y las lolailos; entre las Michelle Pfeiffer y las Cathy Bates. Un algo así como tortilla deThelma y Louise. Qué guapas.













¡Vaya tema, sr. Romera! La atracción y la perdición. De la mujer como misterio (¿de la vida?), a la mujer creada para provocar desgracias.
Entre la literatura universal y el cine, ¡cuánto ayuda el cine, a veces!
Me anima su lista a pensar en otras. Descarto de la suya a la abuelita del Punk -Nina Hagen-. No es mala, ni malita. A mí, simplemente, me enternece. No hay más que ver en you tube su versión del Ave María. Deben ser los efectos retardados de su primer LSD-Trip.
Usted que es profesor de Literatura y tiene buena pluma podría iniciar esa serie…. uff,,, de mujeres que seducen, estremecen , provocan ensoñaciones, idealizaciones del espíritu, hasta de la muerte prematura son causa.
Fedra, Electra, Brunilda, personajes de leyenda, que traicionan o toman venganza.
La Laura idealizada por Petrarca, que pasará a ser objeto del asedio de personajes (hombres) socialmente encumbrados y, a menudo, despóticos. Deberá ser conquistada y sometida con cualquier medio: con ayuda mefistofélica, Margarita. Por medio de la riqueza y el poder: Lulu, la sabiduría y zalamería: Eliza Doolittle, o Lola-Lola.
Detrás, nos encontramos a personajes patéticos, incapaces, enrevesados: Dr. Faustus, Dr. Schön, Professor Unrath, Professor Higgings, etc.
Y luego están las mujeres que las representan: Me encanta Marlene Dietrich en «El ángel azul». Prefiero, sin embargo, recurrir a mi imaginación y no al cine con Carmen, con Anna Karenina, con Emma Bovary (aunque las interpretaciones de Isabelle Hupert siempre me provocan desazón)….
De la gran pantalla me quedo con dos figuras impresionantes.
Una es la de Luise Brooks en «La caja de pandora», G.W. Pabst (1929) y la inmensa de Gene Tierney en «Laura», Otto Preminger (1944) Fotogramas en blanco y negro. Espectadores pegados a la butaca. ¿enamorados, hipnotizados..?
¡Vaya tema, sr. Romera!
Si Miley Cirus está en el catálogo de niñas malas, háztelo mirar.
No lo has entendido, claro que no. En todo caso, en el de guarras y ordinarias.