La conversión de las ideas

Fermín Gassol Peco.- No es mi intención escribir sobre la conversión en el sentido de “renovación espiritual”… aunque nunca esté de más revisar nuestro interior más profundo para lavar esos posos que quizá nos impiden respirar con toda intensidad el aire puro de las altas montañas de nuestro comportamiento… en estos tiempos de claustrofóbico y desconcertante desasosiego existencial, en los que lo material nos tiene traumáticamente hipnotizados.
fermingassol
La conversión a la que me quiero referir es más prosaica pero sumamente necesaria para salir de esta situación de crisis tan brutal en la que nos encontramos. Una crisis que en el fondo creo tiene que ver y mucho con la crisis de los valores y por tanto de ideas, con una necesaria y urgente modificación de nuestro bagaje conceptual y en consecuencia moral. Y digo que es fundamental el cambio de chip ideológico, porque quien no está convencido mentalmente con la necesidad de modificar algo, difícilmente puede llevarlo a cabo.

La conversión en este caso tendría que ver con la rectificación en el comportamiento vital y en la tabulación de los valores que marcan nuestra vida diaria. Creo que todos estamos de acuerdo, y no es poco, en que por este camino tan estrecho y tortuoso no podremos seguir avanzado sin quedar muchos de nosotros abandonados o terminar despeñados por sus barrancos. No faltan alertas tremendas que nos indican lo que digo. La falta de un “futuro gratificante”para millones de personas en el mundo son las señales más preocupantes.

Sin embargo el cambio de comportamiento es algo que se antoja complicado. Primero porque quizá no tenemos nada claro lo que tenemos que cambiar dentro de nosotros mismos. Segundo porque somos muy proclives sin embargo a encontrar de manera rápida aquello en lo que sí tendrían que modificar… todos los demás.

Y es que es una condición muy humana excusar lo propio y acusar lo ajeno; lo de la paja y la viga, vamos. El ser humano tiene un mecanismo de autodefensa sicológico admirable que puede llegar a ser sumamente peligroso para él mismo y desde luego, para su aportación al bienestar social. Es ese mecanismo que da por bueno todo lo que él hace, aunque critique lo mismo en aquel que tiene enfrente. Es el cinismo de las ideas. En la política, por ejemplo lo estamos viendo a diario. Pero y en nuestro propio comportamiento social… ¿lo estamos viendo también?

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6 COMENTARIOS

  1. Los cristianos nos hemos equivocado no en el diagnóstico de esta sociedad enferma pero si en la forma de reaccionar. O nos hemos escondido a la lumbre de las comunidades o hemos salido con la campaña a favor de algo tan poco comprensible como defensa de los valores, que puestos a tasar son de lo más indeterminado del mundo, porque estos han cambiado.

    Cambiar de ideas supone una convulsión sobretodo para aquellos que las adoptan como un credo «religioso», no es cuestión de adaptarse a la realidad, plural con matices, abierta, es que pretenden adaptar el mundo a ellas. Y eso es muy peligroso.

    El problema y la razón de por qué no cambiamos, el mayor factor de inmobilismo y masoquismo: el MIEDO.

    Creo a los cristianos nos pasa que no es que tengamos miedo a enfrentarnos al mundo hostil de la plaza publica, en la Domus se nos escucha más porque la sensación de confusión es grande y preocupante (la educación de los hijos p.ej.), nos paraliza la cobardía.

    Por eso hemos dejado que voceros y no profetas señalen los valores a seguir. Hemos renunciado a la plaza pública porque somos unos cobardes. Si el nombre de Cristo, el que más ha revolucionado a la Humanidad, no remueve las conciencias porque al contrario que hacia Pablo de Tarso, no se oye en las plazas, no nos hemos de extrañar que haya gente que no piensa por sí misma ni admita la grave carga de vivir sin rumbo. Entonces abrazará a cualquier vocero que le deleite con un sufle de emociones.

    No para no ser cristianos, que nos debe dar igual, sino para ser esclavos de sus emociones, lejos de cualquier opción exigente y auténtica por ello. Hay «religiones » mejores que el cristianismo, que han ocupado el espacio que antes ocupaba una religion tan exigente como auténtica, que se refugiaba en la lumbre del poder que la amparaba. Nos lo tenemos merecido.

    Sin embargo, no hay excusa para ser cobardes, hay que recuperar el espacio que con méritos y ejemplaridad pertenece al cristianismo en la plaza pública, la religion más perseguida por ser fiel a Cristo.

  2. La única revolución admisible y verdadera, es la interior, las demás, sólo una patraña que trata de situar a uno donde estaba antes otro.

    Desde la Revolución francesa poco o nada se ha mejorado en la condición humana, y si lo ha hecho es porque dos guerras mundiales y el miedo a la revolución comunista, los tres conflictos más sangrientos de la Historia de la Humanidad, han hecho que los extremismos hayan sido rechazados en Occidente.

    Ello a costa de un fuerte relativismo cultural, y una sociedad opulenta (Galbraith). La crisis permanente ha ocasionado un desengaño que suplanta los falsos profetas, del consumismo, el eufemismo y el individualismo, por otros como el materialismo, el extremismo y el colectivismo.

    Por eso es indispensable recuperar el carisma profético entre los cristianos, esto es lo que esta pasando y ya pasó en el siglo XX.

  3. Ni consumismo ni materialismo, ESPIRITUALIDAD

    Ni eufemismo ni extremismo, AUTENTICIDAD

    Ni individualismo ni colectivismo,
    PERSONALIDAD

    Esto son los mensajes del buen profeta.

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