Dios, patria, rey y toros: la Fiesta Nacional

Javier Fisac Seco.- ¿Es España una nación? Un Estado, una monarquía, una dictadura y una religión si podemos afirmar que ha sido. No hay nada más que leerse los Episodios Nacionales de Galdós, pero la condición fundamental que se requiere para calificarse de nación es que, antes que un Estado, sea una comunidad de ciudadanos libres, construida desde la base, el pueblo, y no desde las alturas, la clase dominante y sus instituciones.
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Comunidad política de ciudadanos con voluntad de pertenecer al mismo cuerpo político y participar en las mismas instituciones.

Para hablar de nación y no de Estado o Cortijo de las oligarquías, los banqueros y de la Iglesia, lo más lejos que podríamos llegar es a las dos experiencias republicanas. Único momento en el que los ciudadanos participaron en un proyecto común desde la soberanía, la pluralidad y la convergencia. Única experiencia política en la que se podría haber llegado a asumir la existencia de otras naciones y su derecho a la secesión. Sin necesidad de tensión o ruptura sino manteniendo la coexistencia desde la afirmación de sus diferencias nacionales. Ninguna parte se hubiera sentido perjudicada.

Para que España sea una nación y no un Estado al servicio de esas oligarquías y de la omnipresente Iglesia, sus ciudadanos tendrían que tener conciencia de ser y pertenecer a una nación. Porque ni si quiera los que se sienten más españoles tienen sentido de nación sino de Estado. El mismo Franco se refería a España como Estado español, no como nación. Otros muchos miles sí tienen conciencia pero la conciencia de estar sometidos por ese Estado. Con cuya nación nunca podrán sentirse identificados.

Ni si quiera esas instituciones estatales, la monarquía, la Iglesia, el Ejército y los bancos, residuos permanentes del franquismo, tienen conciencia de ser nación. Es curioso que la fiesta nacional no tenga ningún contenido nacional y sobre todo que los ciudadanos carezcan del sentimiento de pertenencia a una nación.

Es tan evidente esta falta de sentimiento y conciencia que su fiesta nacional se asocia a dos hechos sin relación ninguna con el nacimiento de cualquier nación, porque son hechos que tienen sus orígenes en la Edad Media, la religión, y en la Edad Moderna y Contemporánea, la Hispanidad. Concepto que fue creado por la Iglesia para mantener su hegemonía sobre el mundo hispanoamericano a la defensiva contra el mundo anglosajón. Dos hechos muy anteriores a la elaboración de la teoría sobre soberanía nacional.

Resulta patético que lo que se considera Fiesta nacional en el Estado español se identifique con un himno militar monárquico, sin letra, anterior a la nación; con la conquista, ocupación de un continente, cuyos habitantes fueron reducidos a la esclavitud, expoliados, asesinados por millones y bautizados por la espada y la violencia y con la fiesta de una virgen, la del Pilar. Lo que se llama España se parece más a un Estado feudal católico que a una nación. ¿Dónde está esa seña necesaria de identidad integradora de los ciudadanos con España? Los ciudadanos del Estado, con quién se identifican?

Durante siglos, hasta la proclamación de las dos Repúblicas, la única conciencia que tuvieron los súbditos del Estado de origen castellano, fue una conciencia religiosa. Con razón hoy se sigue identificando la nación con la Iglesia y la Monarquía, con la alianza entre el Altar y el Trono. No en vano el himno nacional no tiene letra, porque un himno nacional sin letra es un himno sin conciencia nacional. Sin capacidad para integrar en su texto la pluralidad, la diversidad y la indiferencia que sienten millones de ciudadanos respecto a una patria, que no la sienten como propia.

Esta fiesta nacional de contenido exclusivamente religioso fue establecida durante la “transición”, en un momento en el que la izquierda había entregado la identidad republicana a los residuos del franquismo sociológico y clerical. La nación, las naciones, sólo pueden construirse a partir de la afirmación de la soberanía nacional y republicana por una comunidad política de ciudadanos libres y no por imposición de una oligarquía laica y clerical.

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5 COMENTARIOS

  1. Que en el siglo XXI todavía se siga creyendo la leyenda negra inventada por los anglosajones contra España, que todavía se reniegue de la Hispanidad mientras se adopta sin crítica alguna todas las costumbres yankees (ayer lo vimos en Ciudad Real con la gilipollez del survival, y todavía nos queda el Jaloguin), que se denuncie que unas supuestas oligarquías controlan la idea de España cuando son precisamente estas, sobre todo las de las regiones más ricas, las que reniegan de España con falsos victimismos y falsos progresismos…..y en definitiva, que aún tengamos que estar justificando el sentirnos una cultura milenaria y renegar de nuestras raíces y avergonzarnos de nuestra Historia (cuando tuvo cosas malas como las de todas las naciones del mundo, y cosas buenas que no tuvo ninguna otra) me parece patético….mientras tanto siempre habrá un Halloween que celebrar….

  2. Estupendo artículo. Los aspectos recogidos sobre la conquista y explotación de América no corresponden a ninguna leyenda negra, son hechos históricos evidentes que sólo se pueden negar desde la cerrazón intelectual. Obviamente, otra cosa es que los españoles de ahora se tuvieran que sentir culpables de aquellos hechos: tan absurdo es sentirse orgulloso como sentirse culpable de lo que otros han hecho. A partir de ahí, lo que falta es construir un país en el que medianamente se pueda respirar sin que huela a cera y a podrido.

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