Victimismo empresarial, pellizcos municipales

José Antonio Casado.- A pesar del dinamismo que han demostrado algunos empresarios a la hora de concurrir a las subastas públicas; no obstante la actividad exportadora desarrollada en los últimos años dada la debilidad del mercado interno; sin que estorben los signos de recuperación que se vislumbran; hay, sin embargo, indicios para pensar que el empresariado provincial no se plantea la necesidad de un cambio. Ni de mentalidad ni de imagen ni de gallardía.
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Hace un mes más o menos, uno de ellos pedía con insistencia que se dejara de ironizar sobre el aeropuerto, el Reino, la Caja y otros chanchullos que se han dado en las últimas décadas por estos pagos, porque eso perjudica a la clase empresarial; como si la culpa de que se reflexione con un poco de sorna sobre estos asuntos fuera de los ciudadanos y de los periodistas y no de la “élite” provincial, que ha impartido, sin que nadie se lo pidiera, un máster de capitalismo descerebrado de altos vuelos.

El empresario que pedía cesara la ironía sigue anclado en un peligroso victimismo que descarga sobre otros la responsabilidad de la situación -el catedrático de Filosofía Manuel Cruz dice que el victimismo se usa a menudo como una argucia del poder no sólo para no hacerse cargo de sus propios actos, sino para endosárselos, en caso de que hayan generado efectos negativos, a otro u otros-, olvidando que si hay un 27 por ciento de paro en la región, un 50 por ciento de paro juvenil y un empleo volátil a más no poder, la causa no está ni en los costes financieros ni en la legislación laboral, sino en otros factores. La calidad empresarial, acaso.

Hace unas semanas CCOO y UGT se concentraron en las cinco capitales de provincia de Castilla-La Mancha para reclamar trabajo decente, con derechos y salarios dignos, y para denunciar la permisividad de los gobiernos ante los abusos empresariales que buscan conseguir beneficios rápidos, a costa de los derechos laborales y sociales. La Hoac, por su parte, recordaba que el sistema económico dominante ha vaciado de dignidad al trabajador y su obra, produciendo explotación, pobreza y desigualdades.

En este contexto general, la provincia ha vivido un incidente que ha puesto de relieve otras carencias de los empresarios. No conviene, aunque no sea más que por higiene mental, pasarlas por alto. Se trata de los problemas generados por el Centro de Negocios-Hotel Cumbria, que ha venido funcionando sin licencia de apertura e incumpliendo la normativa sobre seguridad.

Las crónicas señalan que la concejala Carmen Soánez criticó la permisibilidad del anterior equipo de Gobierno, citando expresamente a la que fuera alcaldesa Rosa Romero y a los ediles de Urbanismo. Soánez relató también que se había reunido con varios representantes de empresas ubicadas en el centro de negocios, quienes le trasladaron su preocupación por no haber conocido desde el inicio las irregularidades que presentaba el edificio.

Pues bien, independientemente de que quienes son ahora los encargados de poner orden en este asunto exijan responsabilidades políticas a quien ha estado mirando hacia otro lado y de que lamenten la situación por la que atraviesan esas empresas, es muy, muy difícil creer que esos empresarios no conocieran la situación real del centro.

Su reacción cuando el Ayuntamiento puso las cartas sobre la mesa y exigió que se cumpliera la ley fue, en el mejor de los casos, la de hacerse las víctimas alegando ignorancia o, más atrevidamente, culpar a la corporación de no haber medido bien los perjuicios que se les ocasionaba.

Hubiese sido más digno que esos emprendedores, en vez de buscar cataplasmas en el Ayuntamiento, hubieran cogido el toro por los cuernos y que, con un poco de gallardía, hubiesen exigido responsabilidades al empresario que les había alojado. Y hubiese sido más ejemplarizante aún que la nueva corporación, tras haber dado un golpe de autoridad donde había que darlo, hubiera mantenido el pulso.

No ha sido así. Ha transmitido la imagen de haberse arrugado y de haber reducido este importante conflicto a un pellizco de monja. Da la sensación de que se han pasado a la otra alforja, es decir que se han excedido en los límites de la moderación, la negociación y la cortesía. Como si los empresarios tuvieran vara alta y más autoridad, influencia y ascendiente que el común de los ciudadanos.

El incidente, pues, se ha saldo sin pena ni gloria; pero lejos del clásico “aurea mediocritas”.

(No sé lo que se estará haciendo por dentro; por fuera ya han reparado la acera. Una acera que habían roto en los dos primeros meses de funcionamiento los clientes del Cumbria. Aparcaban sus coches de media y alta gama en la misma sin que nadie se inmutara. Solo se impidió que las losas no se hicieran añicos colocando delante un carril bici).

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5 COMENTARIOS

  1. Así somos Casado, si esto afectara solamente a ciudadanos anónimos, no creo que la solución hubiera sido tan rápida y cacareada en los medios.

    Ya lo dice el refrán: el que tiene padrino se bautiza.

    Alegrándome de que ninguna empresa haya sufrido las consecuencias de esto, aún no he leído en ningún sitio cuáles van a ser las sanciones para incumplidores y prevaricadores de este sindios. Al igual que se hace con los horteras que llevan el electrolatino a toda leche en el coche, los que mean en la calle, los que no recogen las mierdas de sus perros etc etc.

    Es verdad que la mayoría de hosteleros-hoteleros cumplen con la normativa, pero hay claros ejemplos en la ciudad de que no todos son trigo limpio. Ejemplos hay varios a la vista en la capital.

  2. Hace usted una crítica muy atinada del caso Cumbria. También es cierto que no todo son reformas laborales, cargar sobre los hombros de los trabajadores la recuperación de nuestra maltrecha economía; ¿para cuándo una reforma de los empresarios? Recordemos como acabo el anterior presidente de la CEOE.

    Pero he echado en falta unas palabras de crítica a los sindicatos, colaboradores necesarios en todas las iniquidades cometidas contra los trabajadores desde hace décadas y protagonistas de los casos de corrupción más repugnantes. Éste comportamiento es mucho más doloroso por venir de aquellos que tienen encomendada la defensa de los derechos e intereses de los trabajadores.

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