Más allá de la realidad: Remarcando la huella de Villaseñor

Eusebio Gª del Castillo Jerez.- Este año se cumplen veinte del fallecimiento de Manuel López-Villaseñor, uno de los más relevantes artistas que alumbró esta ciudad. Para contribuir a divulgar la obra del pintor, una de sus obsesiones, y homenajear su figura, MiCiudadReal.es inicia con ésta una serie de publicaciones en colaboración con el museo que lleva su nombre, en la casa natal de Hernán Pérez del Pulgar. Una mirada desde el corazón, víscera con la que potenció su sentido de la vista, al legado y la voluntad de nuestro ilustre paisano, incomprensiblemente postergado, tras un velo de banalidad, por el devenir de los tiempos. Si Villaseñor quiso que su huella perdurara en Ciudad Real, no encontramos mejor forma de honrarle que remarcándola.

manuel lopez villasenorNació en Ciudad Real, donde discurrieron los primeros años de vida, el 28 de junio de 1924. Durante su infancia, una parálisis lo postró en la cama. De ahí que la pintura, a través de la cual alcanzaría la plenitud, le vino a socorrer como elemento de evasión en aquellos años. Mientras los niños de la época mataban el tiempo entre juegos infantiles, Manuel López-Villaseñor consagraba, quizá sin ser consciente de ello, su vida al arte.

Cosechó el primer reconocimiento a los once años, en 1935: el premio extraordinario de la prensa de Ciudad Real en la Exposición de Arte Infantil Manchego. Pasada la Guerra Civil se formó en la Escuela de Artes de Ciudad Real y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). Obtuvo algunos premios antes de su primera exposición individual, que llegó en 1948, en Ciudad Real y en la sala Macarrón de Madrid. Un año más tarde y tras una dura oposición logra el Pensionado de Roma, donde residirá y trabajará durante cinco años, viajando por Europa, entrado en contacto con el protorrenacimiento italiano y las vanguardias más activas.

Antes de regresar a España obtiene la medalla de oro de la Exposición Nacional de Bellas Artes (1952) y el gran premio en la Exposición Internacional de Agrigento, Italia (1953). El año siguiente decora el trasatlántico ‘Cabo de San Roque’ e inicia las pinturas murales de la Diputación de Zaragoza.

En 1956 consigue el premio Valdés Leal, en Sevilla, es seleccionado para representar a España en la IV Bienal de Tokio y nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

En 1959 fue nombrado, tras superar la oposición, catedrático de Pintura Mural y Procedimientos Pictóricos de la Facultad de Bellas Artes de Madrid. Dedicó más de 30 años de su vida a la docencia, hasta su jubilación, compaginándola con su prolífica producción artística.

En 1960 realiza el mural de la Diputación de Ciudad Real. Cinco años más tarde resulta galardonado con el gran premio en la V Bienal de Alejandría, en Egipto. En 1971 fue nombrado hijo predilecto de Ciudad Real y a partir de 1982 formó parte del Instituto de Estudios Manchegos, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Falleció en Torrelodones (Madrid) en 1996.

La dispersión de su obra produjo en el artista una «gran inquietud», reservándose para sí parte de su producción. La idea de la creación de un museo que albergara sus cuadros y llevara su nombre «se hizo cada vez más imperiosa», reconocía el propio López-Villaseñor. Tras varias propuestas, Lorenzo Selas, por entonces alcalde de Ciudad Real, ofreció para tal fin la casa natal de Hernán Pérez del Pulgar, lugar donde finalmente se creó la pinacoteca que alberga gran parte de su obra. «Todo hombre sensible aspira a dejar por esta tierra huella de su paso por ella. Mi descendencia son mis propias obras, producto de una irreprimible vocación, de un esfuerzo por aproximarme con ellas a lo más íntimo de los seres y de las cosas que nos rodean, en mi intento de acercamiento a una humanidad muchas veces sufriente, peros vislumbrando siempre una posible esperanza», escribió pocos años antes de su muerte.

Figura preeminente del nuevo realismo español, López Villaseñor se desmarcaba de los hiperrealistas. «Yo creo que el realismo no consiste en levantar acta minuciosamente de todas las arrugas de una cara o de todos los brillos de un cristal. Lo esencial no se percibe con la mirada sino con el corazón». Su pintura metafísica tampoco encajaba en las vanguardias, pues veía al arte esclavo de intereses multinacionales. «Soy un pintor español, heredero de Sánchez Cotán, de Velázquez, de Zurbarán y de Picasso. Lo siento mucho, pero no puedo arrodillarme en éxtasis delante de un bote de sopa Campbell«, decía en una de sus últimas entrevistas.

Puedes ver todos los cuadros de Manuel López-Villaseñor publicados en esta serie a través de [este enlace]

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7 COMENTARIOS

  1. Aún recuerdo cuando Emilio Arjona, al que hace no mucho tiempo pude ver y que lamentablemente ya no conserva recuerdos, puso la galería de arte enfrente de San Pedro y tenía el cuadro de la novia de Messina a la venta por 30 millones de pesetas (si o me falla la memoria). Cómo me gustaba esa muñeca de madera.

    Siempre se reía porque se lo quería comprar con mi sueldecillo de entonces, que él bien conocía y que no hubiera dado ni para el marco.

    Espero que a Arjona también se le haga justicia algún día. No se debería olvidar a eso hombre. El también sabía bastante de Villaseñor.

  2. ¿heredero de Sanchez-Cotán, Velazquez, Picasso?

    ya quisiera él.

    esa afirmación no debería dictarla el interesado. Aunque es comprensible la reverencia que hacemos a los artistas locales dado el escaso número que hay en esta tierra, comparados con los Sánchez-Cotán, Velazquez y Picasso

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