La Inés y Borondo

Manuel Ruiz Toribio.- La Inés y Borondo podría ser una de las parejas con las que Miguel de Cervantes dio a conocer la sociedad de su época. Algo tendrían que ver con el viejo Carrizales y la joven Leonora, con la fregona  Costanza y  Avendaño, con Cipión y Berganza. Hay quien afirma que Borondo y la Inés conocieron a Pedro Rincón y a Diego Cortado jugando a la veintiuna o cosiendo lechuguillas. VentaBorondoManuelRuizToribio01-(2)Lo que sí es seguro que miles de buscavidas,  buhoneros, frailes con  tonsura, escribanos o desertores camino de América, compartieron tiempo juntos sin saber que iban a ser inmortales. Aunque no tienen fecha de nacimiento ni de defunción, la venta de la Inés, en el valle de Alcudia, y la venta de Borondo, en el Campo de Calatrava, son dos supervivientes del tiempo de Cervantes. Las dos han sido maltratadas y lo siguen siendo. A los habitantes de la primera les negaron hasta el agua su vecino terrateniente, pero aún siguen resistiendo como los del «Cerco de Numancia». Las tapias de Borondo se desmoronan y a su portada blasonada la robaron malamente y quedó coja. Ningún poder ha tomado en serio estas dos joyas del XVI, salvo iniciativas caritativas que prolongan su agonía . Para estos edificios no hay ayudas ni intención de que sigan vivos. Creyentes y ateos siguen alicatando hasta el techo con dinero público, las iglesias, colegios y conventos de la mayor empresa de la exención. Iluminan a la última sus ermitas y subvencionan la celebración del dolor cada primavera. En abril hará cuatrocientos años que murió Cervantes y los dirigentes siguen dudando si el manco pasó por estas ventas o si con su mano buena nos contó lo que en ellas se cocía. Casi cuarenta años han tenido los jerarcas para que estos lugares y quien  los habitan, alcancen la dignidad que se merecen.  Lo mejor llegará el día de la muerte de Cervantes, volverán a enrojecernos con la lectura del Quijote, convirtiendo el gran texto en un espectáculo aburrido y grotesco a la vez. Ya les vale.

Extracto del Fanzine nº 28 – Abril 16 de Alumbre.

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6 COMENTARIOS

  1. Quisiera recordar también, a D. Ángel Rodríguez-Malo, que en campos de Calatrava, salvo de la ruina a la Casa de los Tambores, propiedad que fue de Agustín Salido.
    Si no es por la ilusión y dineros que invirtió no hubiera llegado gallarda y en pie hasta nuestros días.

  2. Aún estando de acuerdo con el fondo del artículo, no lo estoy tanto con las formas. Quiero decir, ¿en qué influye qué tiene que ver el abandono que han sufrido estas edificaciones, con el hecho de que se cuide el patrimonio de la iglesia? aparte de que evidentemente no se puede comparar lo artístico que tiene cualquier templo de nuestra provincia, con una edificación hecha en su mayor parte de adobe y de propiedad privada.
    Desde luego pienso y quiero que se destine el dinero que haga falta al cuidado de estos edificios, pero si nos ahorramos las majaderías mejor que mejor.

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