¿Amar al Ser Supremo?

Jesús Millán Muñoz.- 0. Sé que plantear este tema o esta cuestión, y más hacerlo en un artículo periodístico, limitado en número de palabras, y potencialmente con lectores de todas las tendencias es una especie de suicidio intelectual y cultural, es decir, que se rasguen la mitad de la población las vestiduras y se abran las carnes.
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Pero si soy un modesto librepensador y un modesto articulista de opinión tengo el derecho y el deber de plantear cualquier tema, siempre que lo haga con la máxima racionalidad posible, el mayor sentido común, dando argumentos o planteando cuestiones, y siempre desde luego respetando todas las posibles opciones ante cualquier tema o cuestión o pregunta y siempre bajo el imperio de la legalidad vigente y la moralidad consensuada social.

1. ¿Por tanto en las ópticas filosóficas religiosas o filosóficas religiosas o filosóficas metafísicas occidentales se plantea esta cuestión de muchos modos o maneras…? ¿No ya solo si existe Dios, que en otros artículos he mencionado las diez o doce grandes posturas que existen a este respecto…? ¿Sino aquí planteamos, de existir el Ser Supremo o Dios, y de si existe como posibilidad, si el ser humano tiene derecho y deber de amar a Dios? ¿Por supuesto tendríamos que aceptar un sentido general al concepto de amor y amar, y en particular al amor y amar al Ser Supremo o Dios…? ¿Por otro lado centrándose en un concepto occidental de Dios o de lo Sagrado Infinito que es diferente al oriental, en general, en distintos sentidos, aunque hay diferencias en los sentidos orientales de Dios, igual que los hay en los diversos sentidos occidentales metafísicos y religiosos, etc.?

En el sentido europeo estaría esta idea atravesada por el concepto de Lucas 10, 27 y Deuteronomio 6,5. Es decir “Amarás al Señor Tu Dios, con todo tu corazón…”.

Expresado diríamos más sucintamente, más metafóricamente, más modestamente, sería algo así como que amarás al Ser Supremo con toda tu carne-mente-cerebro-alma inmortal, cada uno según sus circunstancias, su situación, su estado de vida, etc.

2. Podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con lo anterior, porque estemos en una posición antitética, es decir, situados en un ateísmo, en un escepticismo o agnosticismo, en un estado de duda práctica o teórica, o en todas las formas o maneras existentes o posibles ante este tema. Pero debemos aceptar que debemos hacernos al menos algunas reflexiones:

– El concepto de Dios es y ha sido tan esencial en la civilización mundial desde hace docenas de miles de años, llaméese Dios o sagrado o mito o totem o numen o Misterio. Que ha conformado de alguna manera la mente humana, la cultura humana, la sociedad humana y desde luego el Estado, en sentido amplio desde las ciudades-Estado de hace cuatro o cinco milenios, además de los imperios antiguos…

Negar este hecho o dato que ha permanecido siglos o milenios en la conciencia humana. Aún hoy en más de la mitad de la población mundial, tanto en Europa como en Occidente. Negar este dato es negar una realidad empírica. La revolución metafísica nietzscheana desde luego todavía no se ha completado, aunque es obvio y evidente, que está en marcha de conseguirse, al menos en una gran parte de Occidente…

– En Nombre de Dios se han podido hacer enormes crueldades, pero en nombre de Dios se han hecho a lo largo de la humanidad más bienes que males. Es más cuándo no existe Dios, y una ideología sociopolítica atea toma el poder, en ese momento, se pueden cometer enormes males, como se ha visto en el siglo veinte, incluso ideologías contrarias en los asuntos sociopolíticos y antropológicos y culturales, pero acordes o similares en la negación de Dios. Pongan ustedes nombre si quieren y si pueden y si tienen valor…

– Quizás y sin quizás, la civilización occidental se ha fundamentado en una concepción de Dios siempre. Sea en una concepción, mal llamada pagana en las culturas grecorromanas y coetáneas, y en una concepción judeocristiana hasta hoy o incluso islámica…

No se puede entender nada o casi nada en Europa, pero sobretodo casi nada de lo bueno, y hay y ha habido y existe y ha existido mucho bueno, sin la concepción de Dios, expresada en multitud de concepciones adjetivas o derivadas: Dios, Justicia, Dignidad Humana, Conciencia Individual, Moralidad, Derechos de cada ser humano, Solidaridad, Paz, etc.

Cualquiera de los conceptos o ideas de Derecho, en general, de las grandes principios, se basan en derivaciones metafísicos y filosóficas de la concepción grecorromana de Dios o de lo sagrado o de la concepción judeocristiana. O de ambas a la vez…

– Amar a Dios o amar al Misterio o amar al Ser Supremo exige un mínimo de respeto y de autorrespeto hacia si mismo y hacia los demás y hacia ese concepto o entidad o realidad de Dios. Es decir, unas mínimas normas morales, que pueden ser una moral mínima universal…

Y es aquí donde nacen la multitud de problemas de rechazo al amor-amar al Ser Supremo, o al menos el de estimarlo. Es que no queremos seguir unas reglas morales mínimas. Cierto es, no todas, sino cada uno, se salta la que cree conveniente. Y caemos, generalmente, en lo que desde la antigüedad se denominan faltas graves o errores morales capitales, o en lenguaje religioso uno o varios de los llamados siete pecados capitales…

Dónde hay un sufrimiento grave, a si mismo o a los otros, o algún otro, incluso a nivel social, ahora se denominan trastornos psicológicos o de conducta, desde un lenguaje científico social, es decir, psicológico o psiquiátrico, antes se denominaban pecados capitales, léase lujuria, envidia, avaricia, gula, envidia, cólera-ira, pereza-acidia…

¿Utilizando lenguajes antiguos o modernos o actuales, o combinando ambos, dónde se examine un mal, sea del tipo que sea, casi siempre hay un componente moral, o dicho mejor inmortal, es decir, esa persona ha caído, por lo general en uno de los siete pecados capitales antiguos o en un trastorno psicológico de personalidad o de conducta, en lenguaje actual, que tiene también esos componentes…? ¿Antes se llamaría lujuria, hoy trastorno psicosexual de conducta, por poner un ejemplo…?

– Dice más o menos Teresa de Cepeda, “quién de verdad ama a Dios, ama todo lo bueno que existe en el mundo…”. ¿Pero todo lo bueno es todo lo bueno, no solo una parte de lo bueno, sino todo lo bueno…?

– ¿Parece que la humanidad, no analiza de forma correcta el origen del sufrimiento y del mal y de los males en el mundo…? ¿Durante siglos casi siempre se le daba solo un origen moral o espiritual, de falta de moralidad correcta o falta de espiritualidad correcta, ahora el mal se analiza como enfermedad o trastorno psicológico conductual o, y como mal social o económico social o económico político…?

¿Pero la realidad del mal y del sufrimiento humano no será una combinación interrelacionada de males que nacen del individuo, males que nacen de los sistemas teóricos prácticos sociopolíticos, de males que se originan en la estructuración biopsicológica conductual del individuo…? ¿O dicho de otro modo si de verdad queremos reducir los males y los sufrimientos existentes en el ser humano, en los colectivos, en las familias, en las sociedades, en los Estados, tendremos que combatirlos de forma total e integral, no solo un tipo sino todas las formas y maneras…? ¿Y todas sus combinaciones, interrelaciones, interconexiones entre todas las esferas, variables, funciones, ponderaciones…?

¿Sí o no, o cuánto sí o cuánto no…?

3. Podríamos concluir que en todas las tradiciones metafísicas-religiosas o filosóficas-espirituales-religiosas, tanto de oriente como de occidente, es como una máxima o principio, que se podría describir del siguiente modo: “el que ama a Dios, debe amarse a sí mismo de forma correcta, y a su vez amar de forma adecuada al otro ser humano y viceversa…”. ¿Y sobre este principio se ha fundamentado todo el desarrollo de todas las civilizaciones…? ¿Por lo cual, sea usted ateo o teísta o deísta o antiteísta o creyente en una metafísica religiosa o en otra, debemos aceptar que el ser humano necesita a Dios, que exista o no exista el concepto o entidad o realidad de Dios, Dios es necesario para la civilización humana, como contrapeso a tanto poder que el ser humano ha tenido y tiene sobre si mismo o sobre los demás…?

¿Por tanto, incluso aunque usted o yo o el vecino, supiese demostrar que no existe Dios, cosa que nadie ha demostrado, y que por tanto, no hay que amar a Dios porque no existe o no existiría, quizás aún la humanidad necesita a Dios, y necesita amar a Dios? ¿Incluso usted se amaría a sí mismo y a los cercanos y a los lejanos más y mejor, y de forma más adecuada, si siguiese creyendo, en este concepto, que para usted puede ser o estar anquilosado, es decir el de la existencia de Dios…?

¿No deberíamos olvidar, que de los cientos de campos de concentración que existieron en el mundo en el siglo veinte, muchos de los que fueron gestionados por personas que creían en Dios, hicieron todo lo posible, muchas veces poco, pero todo lo posible para intentar que esa realidad fuese lo más humana posible, y salvar al mayor número posible de seres humanos, sabiendo que se jugaban su propia vida…? ¡Nadie se rasgue las vestiduras, porque no se busca ese fin, ante un artículo hecho con el máximo respeto a todas las personas…!

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2 COMENTARIOS

    • Por demás, no creas que plantear estos temas está fuera de lugar. Antes al contrario, deberían plantearse más a menudo. Demasiado estamos acostumbrados a dirimir cuestiones con menos peso, trascendencia e interés que estas. La religión forma una parte intrínseca y fundamental de la humanidades, pero muchos humanistas insisten en evitarla o en repugnarla sin darse cuenta de que con ello están rechazando al hombre mismo. Inversamente, en las fronteras de la ciencia se encuentra también la cuestión de por qué tiene que existir lo que existe.

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