No sé si la concejal de cultura sabrá leer (Nuria Espert)

Marcelino“No saben que la cultura es la que cambia la manera de pensar. Ellos creen que son los votos, pero los votos tienen que ganarse culturalmente; a través de la reflexión; a través del engrandecimiento. Nunca han tenido a la cultura como un factor importante de sus decisiones”.
Así se despachó ante la prensa Nuria Espert, durante la presentación en Las Palmas de Gran Canaria de la obra de teatro Incendios.

“Una señora que yo voté, y que es una señora que es juez y tal, pero a quien la cultura no le interesa para nada, y que ha puesto la cultura en manos de alguien que no estoy segura de que sepa ni leer” –dijo, refiriéndose a la concejal del ayuntamiento de Madrid, Celia Mayer.

Nuria Espert no es cualquiera, es uno de los grandes iconos de la escena mundial. Extraordinaria actriz de teatro, directora de este mismo arte, y de grandes óperas. A sus 81 años, la actual titular del Premio Princesa de Asturias de las Artes nos ha regalado una corriente de aire fresco con sus palabras provocadoras tan políticamente incorrectas. Gracias, Nuria.

Pero es que, además, estás cargada de razón.

Y te diré con tristeza que, sin proponértelo, has convertido a Celia Mayer en un símbolo nacional: el de la ignorancia y desinterés público por la cultura, ya que su caso no es aislado.

Por supuesto, la cultura cambia la manera de pensar, pero al igual que hay buenas compañías también existen las malas, además de regulares. Lo mismo pasa con la cultura. En la cabeza de Nuria Espert seguramente no cabrá una cultura que no sea buena. Se ha pasado la vida interpretando a los mejores: Calderón, Lorca, sor Juana Inés de la Cruz, Lope de Vega, Arthur Miller, Shakespeare, Zorrilla, Fdo. de Rojas, Brech, Chejov, Espriú…….

Pero cultura también la hay mediocre, y mala, muy mala. Como todo en la vida.

De la misma manera que si nos empapamos de los mejores será más fácil que nuestra manera de pensar se eleve; si lo hacemos con los peores nuestro pensamiento se vendrá abajo. Es decir, nuestra calidad mental se verá afectada. Y decir calidad mental es decirlo casi todo, empezando por el discernimiento. Por eso, como con las compañías, insisto, hay que saber elegir.

La propia Nuria nos da pistas cuando en su declaración ante la prensa mencionó las palabras reflexión y engrandecimiento como vías a través de las cuales los políticos deberían ganarse el voto. Reflexión frente al impulso, razón frente a la emoción.

Necesitamos promover cultura que nos invite a pensar. La necesitamos para compensar la cultura de masas dominante. Y necesitamos cultura que nos permita ascender como seres humanos (el engrandecimiento según palabras de Espert). La actual es especialista en remover los bajos instintos.

Hace unos días la plataforma cultural ciudadrealeña Cultura en Transición presentó al ayuntamiento una interesante propuesta. El pleno del mismo la desestimó por unanimidad (Tanta unanimidad a uno le choca). No obstante, alguien rescató que el documento planteaba aspectos interesantes como el de hacer un diagnóstico sobre el estado de la cultura en la ciudad.

Me gustaría hacer mi humilde aportación.

Las ciudades españolas -es decir, sus vecinos- sufren de los mismos problemas culturales de la época que nos ha tocado vivir: el posmodernismo, cuya seña de identidad es el culto al hedonismo consumista. Cualquier diagnóstico que se haga, si es sociológico, nos arrastrará de cabeza a un mismo resultado: Una sociedad sin seguridad ni estabilidad, donde la provisionalidad es la norma. La novedad obsesiva, la búsqueda incesante de la innovación, la obsolescencia programada de los productos tecnológicos. Una cosa le sucede a la otra sin dar tiempo a que se asiente la anterior. Este frenesí les parecerá productivo a sus defensores. Será todo lo que quieran menos lo fundamental: humano.

Esta aceleración encadenada ha creado un prototipo de sujeto psicológicamente débil, insatisfecho laboralmente que necesita encontrar en su tiempo libre la forma de desconectar de una realidad poco edificante. La industria del ocio posmoderno estará encantada de recibirlo con los brazos abiertos. ¡Bienvenido a la cultura de la evasión!, le susurrarán al oído de sus instintos inoculándole la dosis adecuada de sexo drogas y rock & roll, adaptada a los tiempos que corren y necesidades de cada uno; la hipnosis está asegurada.

Todo es entretenimiento. Lo que antaño fue el séptimo arte se ha convertido en un pasatiempo más. Especialmente las películas dirigidas a los adolescentes. El tradicional humor popular y la fina ironía han sido sustituidos por “golpes” de mal gusto donde la vulgaridad es la diosa favorita de este Olimpo chabacano.

No hablemos de la música, secuestrada por el “pop” anglosajón cada vez más zafio en sus letras y ramplón en lo musical. Los textos más degradantes están en las canciones compuestas en inglés, lo que paradójicamente hace su penetración más rápida y demoledora entre nuestros jóvenes.  Primero, por su mayor conocimiento de este idioma respecto a sus padres, quienes al no comprender las letras no son conscientes de los mensajes de vida que incorporan sus hijos a través de unas melodías aparentemente ingenuas, rítmicas y pegadizas. Segundo, por el aura casi divina adquirida por esta lengua, donde lo transmitido a través de ella adquiere un plus de superioridad sorprendente únicamente explicable en esta sociedad cada vez más desenraizada, despectiva con su propia historia, y “guay”. Muy guay, eso sí.

La factoría Disney es la maestra por antonomasia de esta manipulación cultural quinceañera.

No hay una cultura a secas. Existe aquella que sirve de palanca para que seamos mejores y su antagónica, la que nos empuja a la degradación ¿De qué hablamos cuando los entes públicos se llenan la boca con la palabra, o cuando es permanentemente reivindicada al otro lado de la barrera?

En todo este complejo meollo surge siempre con fuerza el concepto de la cultura participativa. Suena muy bien lo de la participación. Pero para que  sea eficiente, los participantes deberán estar al tanto de la situación real de partida.

¿Aceptaría estos participantes un diagnóstico que denunciara el hedonismo en el que está inmersa su propia sociedad? ¿De que este camino nos lleva inexorablemente a la disolución tanto personal como colectiva? ¿A la disgregación de nuestro yo, pero no superando nuestro estadio actual elevándonos a otro superior, sino ahogándonos en el materialismo más inhumano del ofertón, el “Viernes Negro” y la locura consumista? ¿La sociedad líquida de la que tanto habló el recién fallecido Bauman?

Sin esa toma de conciencia previa, la cultura participativa podría llegar a apoyar medidas que inconscientemente no hicieran otra cosa que reforzar aquello que se debería acotar ¿Nos satisfaría algo así? Recordemos que el hedonismo es la búsqueda del placer como fundamento de la vida. Dicho en “román paladino” vivir para pasarlo bien, eludiendo todo tipo de complicaciones. No es fácil renunciar a esta forma de entender la existencia cuando se ha sido educado y crecido en ella, y los mensajes de los medios son tan contundentes: individualismo ante todo, y su falso oponente, el gregarismo, que no es otra cosa que la decantación de individualistas extraviados; y si algo me, o nos incomoda, afuera con ello y punto; cero complicaciones.

Si un vecino tiene demasiado alto el televisor y nos molesta, en vez de hablar con él y pedirle amablemente que baje el volumen, es muy posible que recurramos a la policía. El caso es no perturbar nuestro hedonismo hablando cinco minutos con quien compartimos planta y escalera.

Y si los gobiernos de mi país llevan una política que no nos gusta a unos cuantos -o a muchos, da igual- reclamaremos el derecho a nuestro hedonismo colectivo y ¡a independizarnos! ¿Y el resto de mis compatriotas, aquellos que han sufrido las consecuencias en igual o mayor medida, qué pasará con ellos? Literalmente ¡que les den! Es mi vida y yo, yo, yo…..Vuelta al yo, en este caso colectivo ¡Viva el hedonismo más egoísta disfrazado de democracia! Esta es la cultura dominante. Es fundamental tenerlo en cuenta si se está dispuesto a tomar decisiones que ayuden a superarla. Otra cosa es que los principales hedonistas sean aquellos que tanto claman por la cultura en abstracto. Si fuera así, mejor apaguemos y cerremos la puerta de un sonoro portazo.

La cultura por la cultura correría el riesgo de convertirse en un producto de consumo más si sólo se utilizara para pasar agradables ratos de buen rollo.

El gran poeta de la patria alemana, Federico Schiller, hacía hincapié en la importancia que el drama clásico tiene en el engrandecimiento de las personas. Sencillamente porque después de asistir a una representación, a la salida del teatro, al espectador se le presentan dos alternativas muy claras: o ser mejor, o no serlo. Este dilema vital le obligará a decidir en conciencia asumiendo las consecuencias de la decisión tomada. Este dilema empujará a que cada persona  asuma su propia responsabilidad por los acontecimientos de la sociedad en la que vive y del daño que podría llegar a hacerse a sí misma cuando es descuidada y abandonada a su suerte por sus integrantes. Esta es la gran cultura que necesitamos recuperar, y que está implícita en las creaciones clásicas.

Estamos hablando de la cultura como instrumento para recuperar nuestra calidad humana como sujetos y como sociedad. En otras palabras, hablamos de la necesidad de un nuevo Renacimiento. Y de la misma forma que aquella Europa agotada humana y mentalmente, dominada por el pesimismo y la falta de fe en sus posibilidades después de la devastación de la peste negra medieval, tuvo que recurrir al pensamiento de la antigüedad clásica greco-latina para encontrar un referente claro sobre el que remontar el vuelo, hoy necesitamos una operación estratégica similar recuperando la cultura clásica de cada país. En nuestro caso, la española. Nuestros clásicos nos plantean absolutamente todo, tanto en filosofía como en literatura, poesía, música, pintura, arquitectura y, sobre todo, su cosmovisión vital, basada en una fuerte confianza en sus posibilidades como seres humanos. Esto hubiera sido imposible sin su concepción del individuo como un sujeto trascendente, muy lejos del prototipo hedonista-consumista y materialista actual. Quizá por ello apenas se les tenga en cuenta. Molestan. Sus obras son incómodas a todos, a la izquierda y a la derecha. Ambas son felices en ese maridaje cultural, liberal-progresista, realizado entre las sombras al terminar la II Guerra Mundial cuyos frutos son tan evidentes hoy.

Necesitamos recuperar la misión del arte según el concepto de Platón.

La cultura que necesitamos debe sustentarse en cimientos firmes desde los que construir bellos rascacielos. Esos cimientos, repito, nos los aportan nuestros clásicos. Hay que redescubrirlos, darlos a conocer, debatir sobre ellos. Deben ser el fertilizante natural que empape la tierra yerma donde nos encontramos. Sin esos cimientos construiremos vacuidad.

Animo a reivindicar y a exigir sin ambages el derecho a la cultura. Y lo hago pidiendo que se tome conciencia del erial moral del que partimos. Que se estudie una política cultural cuya meta sea superar la devastación del presente, no alimentarla con cualquier cosa con tal de tener entretenido al personal; sería un crimen imperdonable. No existe arte neutral, nunca ha existido ¿Qué sería de la cultura sin el arte de los inmortales?

El verdadero arte es político, pero no de izquierdas o derechas, eso es sectarismo simplista.

El arte con mayúsculas busca la elevación del pueblo al que va dirigido, por eso es político.

Esta es la razón por la cual los grandes artistas son tan necesarios e imprescindibles, mientras que aquellos que llaman arte a un vómito en medio de una sala deberían ser declarados enemigos de la humanidad.

Estoy seguro que ese es el cambio de manera de pensar al que se refería Nuria Espert y que inspiró este artículo.

Seamos valientes y pongámonos a ello de una vez por todas sin distinción de credo o ideología.

Estrambote no verseado

Como guiño cultural, reenvío un enlace con la versión que Ennio Morricone hizo de la inmortal Amapola de José Mª Lacalle (*) para la banda sonora de “Érase una vez América”

(*) Algunos la atribuyen a Manuel Mª Ponce

https://www.youtube.com/watch?v=SQFFcWyR7-s

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com

Relacionados

19 COMENTARIOS

  1. Ser culto no consiste en saber mucho de una cosa, sino entender de diversas materias.La cultura se adquiere, primero en la escuela, luego en la universidad y siempre, siempre, en la vida, solamente hace falta mostrar interés en superar la ignorancia inicial que todos llevamos. Y hoy…como que ni está si se la espera. Los dineros, solo los dineros…

  2. Muy de acuerdo en el diagnóstico y con su reivindicación Humanística, del clasicismo como antídoto a la vacuidad cultural y humana de hoy día.

    La posmodernidad es anti-cultura porque carece de proyección humanística, es utilitarista, no tiene como objetivo hacer crecer el espíritu humano, sino alienarle a sus emociones, donde es más manipulable.

    Totalmente de acuerdo, toda verdadera cultura debería ser Humanista.

    Toda falsa cultura es ideológica. Ni Gramsci ni Factoría Disney.

    La cultura pertenece exclusivamente a la sociedad civil, no debe estar dirigida, y por ello, debe ser lo más incorrecta posible, nos guste o no nos guste.

    El progresismo ideológico, el hedonismo consumista y el dirigismo público (de izquierda o derecha) de la cultura, han generado una desconexión popular con ella, demasiado desacreditada por adscripción ideológica, y demasiado futil para ser retenida.

    Los clásicos nunca pasan de moda. Llevamos impresas en nuestra identidad las grandes inquietudes humanas. El sentido del sufrimiento, la búsqueda de la felicidad, y la trascendencia religiosa o metafísica.

    Es un placer coincidir con el autor del artículo, pese a que políticamente pensemos diferente. Su pensamiento es armonioso y humanista, y eso es muy valioso hoy día para mí.

  3. Ya tenemos programa de cultura en CR-TV. La cabecera del mismo es de traca, perfecta imagen de lo que se entiende por cultura (grupo de danzas populares, un pan untado en aceite de oliva, una procesión a la Virgen, un grupo de maduritos haciendo rock… ah, y una o dos representaciones de teatro).
    … Así nos va. En todas partes cuecen habas

  4. Excelente radiografía del estado de la Cultura en nuestro país.
    Si echamos un vistazo al tercer «Informe sobre el Estado de la Cultura en España 2016» elaborado por el Observatorio de Cultutra y Comunicación (OCC) de la Fundación Alternativas, podremos comprobar cómo se relaciona la Cultura con el cambio social y no sólo político o electoral. Este Informe denomina a la Cultura como «motor del cambio».
    Sin embargo, durante estos años de la crisis económica, se han cerrado más de 4.500 empresas dedicadas a la Cultura y ha bajado hasta un 27,72% el consumo de productos culturales. A esto hay que añadir que el 35% de los españoles no lee nunca o casi nunca (una media de 8,6 libros al año). Y el motivo principal es que no nos interesa o no nos gusta leer.
    La crisis cultural en España ha sido mucho más fuerte que la del resto de los sectores económicos. No olvidemos el tristemente célebre 21% de IVA cultural que, además de no servir para recaudar, ha conseguido que los españoles frecuentemos cada vez menos los lugares de consumo cultural.
    La solución para mejorar esta penosa situación que atraviesa nuestra Cultura pasa por disminuir el IVA, reformular el Plan de Fomento de la lectura, un acuerdo nacional sobre el préstamo digital, la descentralización de la oferta musical en directo y el apoyo a las salas, la dotación de 90 millones de euros para el Fondo de Ayuda a la Cinematografía, la creación de un Consejo o Agencia del diseño y el desarrollo de la Ley de Propiedad Intelectual.
    Con relación al individualismo al que se hace referencia, creo que el individualismo ha reaparecido bajo las más diversas formas. El símbolo de nuestro tiempo es Narciso, como en otras épocas lo fueron Fausto o Prometeo.
    Eses narcisismo individualista no es sinónimo de irresponsabilidad ya que estamos obsesionados por ser más pero, al mismo tiempo, queremos integrarnos en la sociedad y trabajar.
    Somos más autónomos pero eso tiene un precio. Durante milenios el hombre ha llevado una vida dura pero sabía a qué atenerse. Hoy tenemos que escoger y eso es difícil.
    El individualismo es el mayor defecto de los españoles. De ahí parten la insolidaridad, el «particularismo» y el cainismo. Nadie puede negar que un país se construye entre todos. Que el bienestar de uno es sólo posible gracias al trabajo de otro.
    Creo que el individualismo está claramente vigente en la sociedad de hoy en día. Realizar todo para obtener un producto para ti, sin importar aplastar a otros para obtener ese producto que, además, será disfrutado por sólo esa persona. Centrarse en tu vida sin importar cuánto o tanto influya en los demás o lo que esté sucediendo a tu alrededor, sería como vivir en una burbuja. Opino que hay una contradicción constante en esta supuesta «sociedad». Preguntémonos, ¿cuanto de sociedad tiene esta sociedad? ¿O es una «sociedad» constituida por diferentes y diversas individualidades?
    En cuanto al hedonismo, ya dijo el sociólogo estadounidense Daniel Bell que «el hedonismo, la idea del placer como modo de vida, se ha convertido en la justificación cultural, si no moral, del capitalismo»…

    • El pretendido monopolio de la cultura por parte de la izquierda (Gramsci) también ha hecho rechazar a muchos españoles la cultura oficial.

      Ejemplo: el cine español.

      • Ahí me gusta, que demuestres lo SECTARIO que eres («no nos gusta el cine español porque es de rojos»)

        A diferencia de eso, los antitaurinos por ejemplo, están en contra de la tauromaquia porque hiere su sensibilidad y se trata de un espectáculo un pelín sádico.

        Además debemos recordar que usted afirmó en éstos comentarios que no le gustaban los toros pero se ha hecho defensor de la tauromaquia «para tocar los cojones a la izquierda». Disparo errado, teniendo en cuenta que los pocos defensores que van quedando son pseudointelectuales de izquierdas que por snobismo o quien sabe qué, siguen defendiendo ese «arte».

        Por cierto, hablando de arte, en concreto del séptimo arte, el tema de los «apañoles muy apañoles» que boicotean el cine apañol y después sacan pecho y orgullo de ser Español cuando le dan un Óscar a una película de Almodovar lo dejamos para la proxima entrega, jajaj.

        • Voy al cine a disfrutar no a que me adoctrinen. Se llama libertad y rige las actividades de ocio.

          En mi casa no se veía fútbol, pero sí los toros. Me gustaron siempre pero sin ser aficionado. Gracias a los antitaurinos he vuelto a ver corridas de toros. Eso no me convierte en asesino, sino en alguien que libremente tiene afición a la tauromaquia y la entiende. No impongo a nadie mis gustos, otros sí pretenden imponerme los suyos.

          Nunca me gustó Almodóvar, me gusta en cambio Garci. No me gusta que me tomen por gilipollas. No se puede apestar de España, aceptar sus premios y esperar que la gente no reaccione porque la creo estúpida.

    • Por cierto, es realmente maravillosa la versión del maestro Morricone de la canción «Amapola».
      La he escuchado en infinidad de ocasiones en la versión de la Orquesta de Xavier Cugat, al que tuve la oportunidad de conocer en el verano de 1986 cuando realizaba algunos estudios en el «Taller de Mùsics» de Barcelona…Extraordinario…

  5. Ay, la cultura, la cultura…… Y el hedonismo…..Posiblemente lo más complicado de lo que plantea el artículo sea la toma de conciencia del hedonismo particular. Ese que cada uno tiene, ejerce y no ve. No sé si sería sencillo entonar un «mea culpa». Si se consiguiera…..¡Qué maravillosa idea la de un nuevo Renacimiento basado en el estudio y conocimiento de nuestros clásicos. Una idea al autor del artículo: ¡Hágalo! ¡Busque aliados, gente que esté dispuesta a apoyar la iniciativa! ¡Que no se quede en una mera reflexión! ¡EMPUJE LA IDEA! Necesitamos renacer, eso es indudable.

  6. Enhorabuena por el artículo. Extraordinario, la verdad. Los jóvenes, cuanto más perdidos más se creen eso del empoderamiento. Mi esperiencia como profesora es deprimente. El primer problema surge del contenido educativo; el segundo, de la irresponsabilidad de los alumnos y de sus padres; sí, de estos. Alguna vez, alguien deberá de decirles lo pésimamente mal que lo está haciendo y dejar de dorarles la píldora ¿Para qué existen las AMPAS? ¡Ojo! Siempre hay alguna excepción a la regla, por supuesto; pero eso, excepciones nada más.

    Sé que estoy hablando de educación ¿Alguién puede dudar de que una educación deficiente alimentará una cultura mediocre? En contra de lo suele hacerse, voy a lanzar mi dedo acusador contra los padres. Ellos son los últimos responsables de la educación, no las instituciones; y, por ende, de la cultura basta e infame que están colaborando a crear, junto con sus hijos mimados.

    • Ese es uno de los grandes errores de Podemos, y por eso muchos no queremos a Iglesias.

      El empoderamiento del pueblo solo puede venir por parte de representantes formados, cultos y con una ética impecable.

      Este tipo de representantes NO han existido por regla general ni en PP ni en PSOE. Hasta Suárez era un auténtico inculto que no había leído un libro, y me cuesta saber de algún ministro de cultura español que destacara por su «cultura» que no por su educación.

      Podemos yerra y, por eso, en sus redes sociales hay auténticos bárbaros que viven una guerra a muerte contra cualquiera que les diga esto. Yo le he vivido en tuiter cuando quiero que razonen este que he dicho al principio.

      Concejales o consejeros de Cultura buenos ha habido bien pocos. Porque, como has dicho, desde una educación deficiente, solo puede haber una cultura deficiente.

      Y, para quienes confunden los dos términos. Es verdad que una educación escasa lleva a una cultura escasa, pero no es necesario. hay gente que no ha ido a la escuela, pero tiene una cultura impresionante. han leído, han viajado, se han relacionado…así es como uno se llena de cultura….y, si me lo permites, de poder.

      Eso es algo que no cambia. Si tienes educación y cultura, tus puertas se abren casi siempre, y terminas llegando al poder, porque la mayoría de poderosos son listos, pero no cultos. El ejemplo lo tenemos en nuestros políticos, cuya cultura es bastante escasa. Por mucha carrera que tengan.

      • Necesitamos un rescate cultural. Debería ser un autorrescate. Ahora bien, ¿sabe el común de los mortales hacia donde tirar? De verdad, lo dudo. La confusión se ha adueñado de la gente. Y no es por casualidad. Llevo años en la enseñanza, y he vivido atónita la degradación de su calidad. El problema es que si dices eso corres el riesgo de que te llamen franquista o tonterías de esas, y al final te calles y dices vale, está bien. Estamos en una dictadura encubierta, pero esta sociedad líquida y guay -como nos recuerda el artículo- se ha creado en «democracia», no nos olvidemos de ello. Y el hedonismo también se ha gestado en esta época (pseudo)democrática aunque se prefiera no reconocerlo para seguir jugando al escondite.

        • Un pequeño añadido: Qué delicia escuchar la «Amapola» de nuestro compositor gaditano José Mª Lacalle. Cuantas veces la habré escuchado cantar a mi abuelo materno y a mi padre. Gracias por la sensibilidad.

Responder a antonio fernández Cancelar comentario

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img