Estado, universidad y hombre-masa

MarcelinoLa historia nos suele mostrar ejemplos para ayudarnos a entender las situaciones presentes e, incluso, prever y anticipar las futuras con el fin de evitar los efectos no deseados. El Imperio Romano es, sin duda, uno de esos ejemplos.

Un elemento de análisis poco utilizado es el Estado. En este caso, su papel en el derrumbe de aquel imperio y su analogía con la situación actual.

La dinastía Julio-Claudia (27 a C – 68 d C) fue, según Ortega, “una máquina admirable, incomparablemente superior como artefacto al viejo Estado republicano de las familias patricias. Pero, curiosa coincidencia, apenas llegó a su pleno desarrollo comenzó a decaer el cuerpo social”

Con la dinastía de los antoninos (96 d C -192 d C) el Estado alcanzó tal supremacía sobre la sociedad que Ortega llegó a calificarlo de “antivital”

¿Por qué? “La vida toda se burocratiza” hasta el punto que la actividad social gira de manera preeminente en torno al Estado. En pocas palabras, la sociedad pierde su carácter espontáneo y es atrapada en la cárcel de la burocratización.

“La burocratización de la vida produce su mengua absoluta –en todos los órdenes-“

Los principales síntomas de la atonía social, bajo cierta apariencia de bienestar, fueron la reducción de la riqueza y la disminución de la natalidad ¿Y la reacción de los gobernantes? Para atender las necesidades del propio Estado, se aumentó su burocratización potenciando la militarización de la sociedad, convirtiendo al Estado en productor de seguridad.

“Por eso es, ante todo, ejército”.

“La dinastía de los Severos  (193 d C – 235 d C), de origen africano, militarizó el mundo “¡Vana faena!” –diría Ortega-

La miseria aumentó, la reducción de la natalidad se agudizaría y comenzarían a escasear los soldados. Tras los Severos el ejército tuvo que nutrirse con extranjeros.

Son enormemente significativas las últimas palabras de Septimio Severo a sus hijos:

“Permaneced unidos, pagad a los soldados y despreciad el resto”

Es decir: Mentid, engañad, manipulad. Todo estará permitido con tal de que el círculo de poder se salve. Se había entrado en un proceso sin retorno de sálvese quien pueda; sólo que el pueblo normal y corriente vivía ajeno a la verdadera situación, depositando en el Estado su porvenir, tal y como se había acostumbrado a hacer desde recién nacido.

Ortega advierte del proceso paradójico y trágico del estatismo:

“La sociedad para vivir mejor ella, crea un utensilio, el Estado. Luego el Estado se sobrepone y la sociedad tiene que empezar a vivir para el Estado. Pero, al fin y al cabo, el Estado se compone aun de los hombres de aquella sociedad. Mas pronto no basta con éstos para sostener al Estado y hay que llamar a extranjeros: primero, dálmatas; luego, germanos. Los extranjeros se hacen dueños del Estado, y el resto de la sociedad, del pueblo inicial, tiene que vivir esclavos de ellos, de gente con la cual no tiene nada que ver.”

“El pueblo se convierte en carne y pasta que alimenta el mero artefacto y máquina que es el Estado. El esqueleto se come a la carne en torno a él. El andamio se hace propietario e inquilino de la casa”

Para el hombre-masa el Estado es un ente anónimo, al igual que él mismo. Y es por medio de esta máquina anónima como las masas sienten que actúan por sí.

Cuando Ortega habla del hombre-masa no se refiere al obrero, ni a ninguna clase social en especial. El hombre-masa es un tipo de persona que se encuentra en todas las clases. Y de manera inesperada, que sin duda sorprenderá a quien no conozca el pensamiento de nuestro filósofo, para Ortega el prototipo de hombre-masa no es sino ¡¡el hombre de ciencia!!

“Resulta que el hombre de ciencia actual es el prototipo de hombre-masa. Y no por casualidad ni por defecto unipersonal de cada hombre de ciencia sino porque la ciencia misma –raíz de la civilización- le convierte automáticamente en hombre-masa; es decir, hace de él un primitivo, un bárbaro moderno”

Ortega hace responsable de este hecho al proceso de especialización de la ciencia.

“(…) el hombre de ciencia ha ido constriñéndose, recluyéndose, en un campo de ocupación intelectual cada vez más estrecho (…); en cada generación el científico, por tener que reducir su órbita de trabajo, iba progresivamente perdiendo contacto con las demás partes de la ciencia, con una interpretación integral del universo, que es lo único merecedor de los hombres de ciencia, cultura, civilización europea.”

Esta clase de persona, no pasa de ser un personaje discreto, que sólo conoce una ciencia determinada y aun de esa ciencia únicamente “conoce bien la pequeña porción en la que él es activo investigador.” Pero “llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva y llama “diletantismo” a la curiosidad por el conjunto del saber”.

Ortega explica la paradoja de que la ciencia experimental moderna consigue avances a través de la especialización de personas “fabulosamente mediocres, y aun menos que mediocres” (…) “Pero esto crea una casta de hombres sobremanera extraños” A pesar de su conocimiento restringido se considerará “un hombre que sabe” Y este hombre, sabio en una minúscula parcela e ignorante en todo lo demás, se comportará en todo lo que ignora no como el ignorante que es, sino “con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio”

“(…) el resultado es que se comportará sin cualificación y como hombre-masa en casi todas las esferas de la vida”.

“Quienquiera puede observar la estupidez con que piensan, juzgan y actúan hoy en política, en arte, en religión y en los problemas generales de la vida y el mundo los “hombres de ciencia”, y claro es, tras ellos, médicos, ingenieros, financieros, profesores, etc. Esa condición de no escuchar, de no someterse a instancias superiores” (…) que es la característica del hombre-masa (…) “llega al colmo precisamente en estos hombres parcialmente cualificados”.

“Ellos simbolizan, y en gran parte constituyen, el imperio actual de las masas, y su barbarie es la causa de la desmoralización europea”

Yo añado, y de la decadencia que estos hombres-masa se empeñan en disfrazar.

“El resultado (…) ha sido que hoy, cuando hay mayor número de “hombres de ciencia” que nunca, haya muchos menos hombres cultos que, por ejemplo, 1.750”

Si Ortega era tan contundente evaluando la situación de hace 90 años ¿qué no diría hoy, cuando nos regodeamos de tener la generación más preparada de la historia sólo por haber creado factorías de titulados, confundiendo un papel enmarcado en la pared con el conocimiento y lo cabal?

Siguiendo el pensamiento orteguiano podemos decir sin rubor que el enorme incremento de titulados en conocimientos parciales no ha hecho otra cosa que multiplicar a los hombres-masa, esas personas malcriadas que por tener un papel enmarcado en su casa creen saber de todo, a quienes les cuesta una enormidad producir algo y piensan que la creatividad y concreción surgen por arte de magia en interminables procesos participativos; se niegan a someterse a instancias superiores que les ayuden a crecer y solucionan su caos vital a través de reivindicaciones consistentes en tener menos exámenes y mayor facilidad para la obtención de unos títulos que ya de por sí aportan conocimientos muy limitados, huérfanos de perfección.

Claro que quienes avalan estas sinrazones son otros hombres-masa de generaciones anteriores, en calidad de padres, abuelos, profesores, educadores en general……, con lo cual la solución se torna casi imposible.

Y esto no es un problema ideológico. La ideología es una excusa. Estamos ante un problema de falta de vigor vital. Y cuando una persona está anémica de dicho vigor es porque se ha convertido en un muerto en vida.

Y como el hombre-masa busca y degusta el anonimato homogeneizador, repudiará a quién no viva bajo ese manto anodino.

Como decía en mi artículo anterior sobre el hombre-masa, hoy en día estamos en la quinta generación de esta clase de persona que Ortega detectó en los años veinte del siglo pasado. Por tanto el declive no ha hecho más que agudizarse.

“¿Cómo no temer que bajo el imperio de las masas se encargue el Estado de aplastar la independencia del individuo, del grupo, y agostar así definitivamente el porvenir?” –increpaba el filósofo.

Uno de los hechos sobre los que Ortega llama la atención es el alarmante aumento en todos los países de las fuerzas de Policía. Es nuestra época, ese concepto policial debería incluir a las entidades encargadas de crear la llamada opinión pública, cuya finalidad primordial es conquistar nuestra mente para moldear nuestra forma de pensar y entender la vida.

Y hace una inquietante reflexión al respecto:

“(…) es una inocencia de las gentes de “orden” pensar que estas fuerzas de “orden público”, creadas para el orden, se van a contentar con imponer siempre el que aquéllas quieran.

Lo inevitable es que acaben por definir y decidir ellas el orden que van a imponer –y que será, naturalmente, el que les convenga.

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com

PD: Os dedico “Yo sólo sé que solo no sé nada”

https://www.youtube.com/watch?v=wJRhaqtndm8

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6 COMENTARIOS

  1. Un magnífico artículo, con un análisis preciso y políticamente incorrecto, para entender la sociedad en que vivimos.

    Frente al Estado la individualidad y la libertad. El Estado aspira a la colectividad, y al igualitarismo como fórmula de anular al discrepante.

    Frente al Mercado la fraternidad. El Mercado sólo se interesa de satisfacer la utilidad y el beneficio del individuo o la corporación.

    Tanto el Mercado como el Estado necesitan del Hombre-Masa para imponerse.

    Un Hombre desprovisto de valores espirituales (superiores a las leyes de Estado y Mercado) es Hombre-Masa, que es un ser humano segmentado y desintegrado, que acaba tratando de llenar su vacío con libertades e igualitarismos absolutos y de carácter totalitario.

    Existe el fanatismo religioso, que no es un absolutismo espiritual, sino una forma totalitaria de someter las Leyes del mercado y del Estado, y al individuo a las verdades tradicionales que nada tienen que ver con la Experiencia de Dios, que es una experiencia integradora de la personalidad (de su materia y su espíritu), y una fuente creativa y no integrista, de resolver los problemas del ser humano.

    • El Hombre Masa es el resultado del triunfo de los materialismos filosóficos sobre la Metafísica clásica y las inquietudes más íntimas del ser humano.

      Del utilitarismo humano frente a su existencialismo.

  2. La parte del texto que mas me ha gustado:

    Y este hombre, sabio en una minúscula parcela e ignorante en todo lo demás, se comportará en todo lo que ignora no como el ignorante que es, sino “con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio”

    “(…) el resultado es que se comportará sin cualificación y como hombre-masa en casi todas las esferas de la vida”.

  3. El ‘Estado’ tiene diversas definiciones. Para mí, podríamos definir al ‘Estado’ como una forma de organización social que rige, dentro de un territorio con total soberanía, a la población que lo conforma teniendo como herramienta el uso de la fuerza legal.
    Para que no exista el ‘estado’, debería haber una ‘justicia social’ real, una igualdad real.
    En el momento en que no nos importe cuánto tenemos, ni cómo somos, ni lo que sentimos, ni lo que pensamos, ni lo que necesitamos, habremos eliminado las dos fuerzas de la sociedad que están, constantemente, intentando conciliarse a través del ‘Estado’.
    Con la burocracia del ‘Estado’ moderno, empezaron los vicios en la administración de las sociedades.
    Y es que, como dijo Aristóteles, «el único Estado estable es aquel en que todos los ciudadanos son iguales ante la ley»….

  4. Entonces, la especialización, origen y causa de todo nuestro progreso u bienestar ¿es una mamarrachada y sus practicantes unos mamarrachos? Imaginemos que tuviéramos que fabricar los zapatos que calzamos, la ropa que vestimos, plantar la verdura que comemos y criar la carne que consumimos. Según Ortega, debiéramos ser historiadores, doctores en física cuántica, biólogos y profundos conocedores de los secretos matemáticos para ser ciudadanos sabios y respetados. Lo mejor es el desdén con el que trata al hombre-masa. Él, Ortega, uno de los padres de la República; él, que sabía lo que más convenía a España y a los españoles; Ortega habla de petulancia. Por favor.

    • En el anterior artículo de Marcelino, la España aprisionada, uno de los comentaristas más usuales en este diario, le hizo un comentario acerca del pasodoble Suspiros de España, que Ud. respondió diciendo que «…eso era coger el rábano por las hojas»

      Con todo respeto, Censor, creo que algo así es lo ha hecho Ud. con su interpretación del pensamiento de Ortega.

      Lo que interpreto del artículo es que él no critica a la especialización en sí. Crítica el afán de pontificar de quienes sólo saben de aquello sobre lo que es su especialidad como si supieran de todo; así como el menospreciar el criterio de quienes tienen una autoridad superior sobre el asunto.

      En el artículo anterior sobre el hombre-masa, se habla de cómo éste se siente a gusto en su desconocimiento, vanagloriándose del mismo (las palabras no serían estas, pero es lo que más o menos quise entender)

      Humildemente pienso que es una reflexión muy lúcida. Y agradezco al articulista que la haya sacado de los anaqueles polvorientos para recordarla.

      Para terminar, vuelvo a remitirme a lo del «rábano y las hojas»

      Un cordial saludo

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