Crónica de la ruta por la Cascada de la Osera (Sierra de las Villas, Jaén)

Rosario del Pozo Izquierdo, Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia.- Son las 7:30 horas de la mañana y los senderistas vamos llegando a la parada de autobuses. El día ha amanecido con nubes y frío; todos vamos provistos de ropa y calzado de abrigo y lluvia, porque esas son las previsiones meteorológicas y cuando Manolo contabiliza su lista y comprueba que estamos todos, da la orden de salida.
ruta
Salimos de Puertollano y nos dirigimos a la localidad de Mogón. Al entrar en ella cruzamos el río Guadalquivir, que en esta misma población recibe las aguas de su afluente Aguascebas. Éste río será el protagonista de nuestra ruta, que transcurre siempre junto a su cauce. Por fin paramos a desayunar después de casi 3 horas de trayecto, repartiéndonos entre los dos bares que estaban próximos y con nuestros cafés, colacaos, tés… (a gusto de los senderistas) y tostadas, nos subimos nuevamente en el autobús.

Salimos de Mogón en dirección a la Sierra de las Villas. Antes de cruzar la presa del río Aguascebas -el pantano se construyó en el año 1967, tiene una superficie de 43 hectáreas, y una capacidad de 6 hm3- y en la cercanía del poblado del embalse del mismo nombre, encontramos un casi imperceptible sendero, por el que vamos a iniciar nuestro recorrido. Existe un panel descriptivo del paraje, avisando de los grandes cortados y cerradas en los ríos y arroyos. A lo largo de la ruta pudimos encontrar una enorme variedad de especies vegetales como chaparros, lentiscos, enebros, madroños, encinas, quejigos, acebos, sabinas, boj, y diversos tipos de pinos (carrascos, pinoñeros, rodenos y laricio –también conocidos como salgareños o negros-) y, en las riberas, sauces, fresnos, chopos, juncos y eneas. A lo largo de la ruta pudimos ver sobrevolar varias parejas de buitres leonados, cernícalos, halcones y algún águila. También vimos huellas de cabra montés y de jabalí. Un cartel nos avisa de la alta dificultad, de las pendientes y de la distancia a recorrer, ya que la Ruta de la Osera discurre paralela al río Aguascebas Chico desde el aliviadero del pantano, tiene un desnivel de 426 metros, – este desnivel lo tendremos que bajar y después subir – y una longitud aproximada de 8 km.

Iniciamos el sendero y enseguida pasamos por las canteras de las que se extrajo en su día la piedra para la construcción del pantano, aquí pudimos ver que las rocas calizas (características de estas sierras) tienen colores grisáceos en toda sus gamas, como consecuencia de su oxidación con el agua, tan abundante en esta sierra. Unos metros más adelante llegamos a un pequeño risco con una explanación que hace las veces de mirador de la cascada del aliviadero del pantano, a partir de aquí el camino se pone cuesta abajo con una gran pendiente, -visualizamos las tuberías de conducción de agua a los distintos municipios y las puertas de entradas de inicio de los distintos tramos- la umbría se apodera del terreno y el frío y la lluvia amenazante se dejan notar ligeramente: justo enfrente se levanta imponente el pico Navazalto.

Transitamos por una zona de pinar y monte bajo mediterráneo, siempre por encima del cauce del río, habiendo hecho poco más de un kilómetro llegamos al paso del Aguardentero, un estrecho paso entre riscos para pasar de un lado a otro de la cresta, ahora descendemos por un tramo sinuoso y peligroso, vallado por unos pasamanos de madera –que a veces han desaparecido, por desprendimientos, fuertes lluvias, etc.- sorteado este tramo llegamos a un pequeño prado, -el mirador de la Osera- desde donde ya podemos deleitarnos con la contemplación de la cascada objetivo de la ruta: aquí hay una bifurcación de caminos, pero nosotros optamos por el de la derecha y haciendo múltiples fotos de la cascada y visualizando las buitreras por los colores de sus excrementos, continuamos descendiendo para, en una vertiginosa bajada llegar al pie de la de la cascada de La Osera, donde el espectáculo está garantizado, aquí se puede comprobar por qué es la cascada más alta de Andalucía, esos 130 metros de caída; especialmente desde el puente de madera que nos deja ver el discurrir del río, las buitreras y según la colocación respecto de los árboles, la llamada Cueva de la Osera, una cueva natural en un paredón vertical. El paisaje se presenta espectacular, además comienza a llover, momento en el que hay que abrir los paraguas o las capas y decidir el sendero más propicio para continuar, ahora añadimos la dificultad del agua y los posibles resbalones al pisar sobre las piedras húmedas. En algún momento de descanso se da la opción de tomar un ligero tentempié, pero a sabiendas de la subida que nos espera y aunque hemos sobrepasado la hora de comer, decidimos continuar bajando un ratito para cambiar a la otra margen del río, iniciar la subida y comer al final de la ruta.

El ascenso no estuvo exento de peligros en algunos tramos hasta su finalización en el área de descanso del pantano, terminando así la ruta circular. Pero con las diversas paradas y esperas de unos que servían para tomar aliento a los otros, con el perfume de los diversos aromas de las plantas –especialmente nos llamó la atención el curri-, con el concierto que nos ofrecían las distintas aves a nuestro paso, con el atajo del túnel de las tuberías -previamente experimentado por Vicente y Manolo el día que vinieron a preparar la ruta- y la recompensa final de la comida en el área de descanso compartiendo las viandas a las 5 de la tarde, podemos asegurar que estábamos más que satisfechos con la aventura, porque un poco de aventura sí que fue.

De nuevo en el autobús, retrocedimos hasta Mogón, nos tomamos los cafés en los bares de la mañana y a las 7 de la tarde iniciamos el camino de vuelta. Dejamos el espectáculo de la Sierra de Las Villas que junto con la de Segura y Cazorla forman el Parque Natural. Al alejarnos pudimos visualizar como las escarpadas sierras se convertían en campos de olivos que tapizaban todo el paisaje jienense y que formaban un puzle de pequeñas propiedades de olivos plantadas en distintas direcciones. Junto a la carretera pudimos ver el amarillo vivo de los jaramagos en todo su esplendor, fruto de las lluvias que han nutrido la tierra los dos últimos meses. Al alejarnos más de ese destino y ya en la provincia de Ciudad Real los campos se fueron alternando con cultivos de cereal, siempre con distintas tonalidades de verdes y al irnos acercando a nuestro destino, casi a las 10 de la noche, lo que tomó el interés fue la puesta de sol con esos cúmulos de nubes, que nos avisaban de la lluvia que había caído en Puertollano.

Después de un estupendo día de senderismo, nos despedimos amigablemente hasta la próxima.

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