Pero… ¿y si sí?

Manuel Valero.-  Vino a propósito de dos noticias culturales. Una de ellas la muerte de Bernardo Bertolucci y la otra la reedición y audición de la obra musical de Queen tras la exitosa película que  biografía sobre todo a su líder Freddy Mercury. Mis compañeros “hipostólicos” de MICR son muy buenos conversadores y ese don, impagable, facilita las cosas, tanto, que convierte en deliciosas las horas en compañía.

ManoloValero3Quiero decir que desde hace años mantengo la teoría, desde mi evidente acientifismo emocional que no vivimos unos tiempos críticos, sino decadentes, que es peor. Ya se sabe,  como las dietas de adelgazamiento que unas te muerden y te dejan relamido en un par de semanas y otras te van sustrayendo gramos imperc eptiblemente hasta que un día la percepción se hace evidente y lo que es peor irremontable.

Las crisis son coyunturales, breves y superables, las decadencias vuelven la realidad decrépita, mustia y apelmazada en una sopa de medianía que ha estado cociendo a fuego lento. Dicho de otra manera, a veces pareciera que cualquiera tiempo pasado fue mejor y no lo es, claro, pero… ¿y si sí? como se preguntaría angustiado nuestro paisano José Mota. Hay una línea descendente, a mi juicio, desde cualquier punto en que clavemos el mocho donde atar el hilo y observamos que la cuerda no asciende hacia las alturas de lo mejor, ni siquiera mantiene la horizontalidad de los remansos históricos, ( ya se sabe que duran poco) sino que la línea imaginaria que señala el nivel se va viniendo abajo poco a poco, declinando muy lentamente casi sin apercibirnos. Bertolucci fue un referente cultural para una generación y sus hijos y sobrinos aunque estuviera contaminado del arrebato comunista  y Mercury un genio, un músico de explosión sincronizada, con un carisma y una puesta en escena a la altura de los más grandes.
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Pero hoy… en este momento, en este segundo de pura coetaneidad, ahora mismo… ¿quién hay ahí fuera  con la categoría intelectual, con talento creativo para ser un humano histórico o más modestamente, un referente para el gran común mortal cuya influencia suponga un mojón de obligada presencia en el devenir de la historia y el transcurso del hombre por la línea del tiempo? Posiblemente, haya diletantes, ratones de bibliotecas, estudiosos, conocedores de hombres y mujeres- personas- magnificas no solo en la ciencia que es donde se condensa hoy el talento casi anónimo cuyo conocimiento ha puesto los cimientos de un futuro sustentado en la nuevas tecnologías, la globalidad mediática y aldeana y en una virtualidad casi carnal capaz de erradicar del ser humano el denso y a veces necesario sentimiento de la ausencia.

¿No podemos conectar con la persona ausente via Skipe mientras se cocina, como si estuviera al lado, o almacenar imágenes hectoplásmicas en caso de que la persona ausente haya fallecido y revivirlas como María Callas?. El formato de carta que era una brizna de presencia de la persona ausente ha desaparecido incluso del correo electrónico a favor de una jerga telegráfica y comercial. Los conocimientos médicos garantizan una buena salud y previenen la enfermedad , los transportes reducen el tiempo que no el espacio y las redes sociales nos mantienen a todos interconectados de manera asombrosa con un cómodo acceso a una sobredosis de información wikipedia. Y sin embargo, también pareciera que estamos menos (bien)informados que antes sumidos en una inmensa soledad de referentes.

Basta con pensar en los dos líderes que dirigen EEUU y Rusia u observar la fotografía hombruna del G-20 para corroborar lo que digo, insisto, más desde la nostalgia que hace estragos, que desde una perspicaz observación basada en datos científicos que apuntalen mi teoría de los tiempos decadentes.

Si ponemos el mocho en 1982 cuando el PSOE ganó las elecciones generales e inició el primer gran cambio de la mano de Felipe González y tiramos la línea hasta el hoy de Pedro Sánchez, cada cual puede pensar lo que quiera, pero a uno lo embarga la sensación del triunfo de lo disminuido. Si lo ponemos en Castilla-La Mancha vamos de José Bono, emperador, a Emiliano García Page que firma acuerdos de gobierno ante notario. Si  bajamos  a la Diputación, que ahora que está de centenaria onomástica y media podemos trazar la línea desde Eloy Sancho hasta Josele Caballero y allá cada cual.

Las nuevas tecnologías y el mercado audiovisual se han comido literalmente el cine de autor y salvo alguna que otra genialidad las pelis ya no son ese vehículo cultural contestatario y de referencia sino simples objetos de consumo fácil, como pasa con la Literatura con mayúsculas que hace tiempo dio paso a la betsellerización o banalización del producto Literario con mayúsculas. No conozco pensadores, filósofos independientes del ahora mismo, como tampoco pintores, escultores, músicos. Los debe haber pero la percepción es otra, es ramplona, mediocre, fungible, actoral. Hoy tenemos el debate sabatino estrella televisado de La Sexta y ayer otro programa similar como La Clave, hasta que en los 80 comenzaron a prodigarse ese tipo de debates diarios serios pero amenos con anécdotas inolvidables como la de Fernando Arrabal y su beoda profecía sobre el mileniarismo. Los cantantes más mediáticos son niños ñoños salidos de una fábrica y hasta el discurso político ha llegado a tal nivel de decrepitud que hasta la palabra fascista ha perdido todo su significado.

Es como si estuviéramos a las puertas mismas de algo sin la certeza de la bondad o maldad de ese algo. El juego de los nombres alimenta mi particular escepticismo y contenido desencanto. Olof Palme, Fidel Castro, Billy Brand, Aldo Moro, Georges Marchais, José Saramago, Bernardo Bertolucci, Gabriel García Márquez, Che Guevara, Albert Camus, Golda Meir,  Margaret Thatcher, Francois Miterrand, Mijaíl Gorbachov, Queen, Cat Stevens, Los Beatles, y hasta los malos de la película como Somoza, Pinochet, Franco, escaparon de la medianía histórica y configuraron un tiempo  que sembraron de referentes tanto acólitos como críticos.

Siendo optimista siempre nos quedará la reconfortante cotidianeidad del barrio y sus aristócratas, los vecinos, para firmar sobre el papel de la vida que no es cierto de ninguna manera que cualquiera tiempo pasado fue mejor, aunque miremos la tele y veamos una corrala tóxica de reinonas y reinones y matones  de telebasura o debates de guirigay insoportable o la voz gritona del Bisbal de turno. No, no hay un tiempo pasado mejor,   pero…¿y si, sí?

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11 COMENTARIOS

  1. Extraordinaria reflexión.
    Como decía el dramaturgo y poeta británico Harold Pinter, «el pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar».
    Tal vez, gracias a la ciencia y a la tecnología, hoy podemos decir que ‘cualquier tiempo pasado no fue mejor’.
    Y es que no quiero ser un nostálgico empedernido ni un moderno enganchado al pasado. Por eso, quiero seguir creyendo que, en realidad, cualquier tiempo pasado fue peor.
    La Humanidad del siglo XXI conoce mejor que nunca su pasado. Otra cosa es el ‘declinismo’ o el truco nostálgico de nuestra mente. En fin, un tema bastante interesante y amplio….

    • Cierto Charles, solo era la reflexión de un nostálgico que el sábado pasamos un buen rato. Yo me estremecia escuchando a Silvio o Sosa o Ibáñez. La referencia musical de la mayoría de los jóvenes es la que es. Cuando mi madre me veía escuchar a Los Beatles me decía:Vaya un Chau Chau. Pero un día escucho Yesterday y me dijo que era muy bonita pero que no la entendía. Se lo expliqué de qué iba la canción. No se volvió beatle maníaca porque ella era más de Machin

  2. Bonito artículo.

    Ayer mantuve una conversación con mi mujer al respecto.

    Qué extraordinaria influencia por ejemplo con la música tenían nuestros padres con nosotros en la infancia.

    Mi hijo cantaba ayer una bonita canción de Sergio y Estíbaliz llamada Búscame en el coche. Mi madre escuchaba esa misma canción y nosotros en casa escuchábamos la música que ella escuchaba, como la de mi padre.

    Esa canción, como cualquiera de Mocedades, Rafael, Nino Bravo, Rocio Jurado, Cecilia, nos retrotrae a la infancia.

    Una infancia feliz donde todos veíamos en mi casa el programa de José Luis Moreno, el Un,dos, Tres, Curro Jiménez, Verano azul, echaban dibujos animados y películas de piratas o caballeros mientras los papás echaban la siesta…y veía por primera vez con mi padre sin entenderla mucho esa obra inmensa, Los Santos Inocentes del inmenso Delibes y el inmenso Paco Rabal, rodada además en la tierra de mis padres.

    Y encima teniendo la fortuna de contar con un pueblo donde pasar con mis primos y abuelos las vacaciones…

    Pues sí. Fueron unos felicisimos años ochenta.

    Y procuro que mi hijo también los tenga, con pueblo y todo, incluida la música de mi infancia que era también en parte la de mis padres.

    Cualquier tiempo pasado fue mejor?? No lo sé, pero fue único y eso basta.

    Al menos a mí me lo parece. Porque es irrepetible, aunque siempre pueda servirnos de inspiración.

    La cultura de hoy es posmoderna y sufre esa decadencia que apuntas y que para mí es sólo una crisis de creatividad.

    Mucho me temo que por ello, haremos una mala imitación de los ochenta de andar por casa.

    Pero mola cuando tú hijo se engancha a una canción de tu infancia.

    • Yo era más de cantautores que como todo el mundo sabe hoy son una antiguaya. Ya ni siquiera me ponen Rozalen o Ismael Serrano. Me siento muy barojiano a medida que se acumulan los años. Son parear.

  3. Como escolio a lo escrito hoy y a lo hablado ayer de rock, cine, literatura y política, te hago saber que he acabado de leer lo último publicado de Georges Perec por Impedimenta en 2008, y que responde al sorpresivo nombre de ‘Lo infraordinario’. Y eso que Perec nos falta desde 1981. Lo infraordinario que obviamente es el escalón que está por debajo de lo Ordinario que debe englobar a las categorías de lo agrupable en ese orden numeral, seriado y numerado.Por encima de la ordinariez ( que eso es lo Ordinario) nos quedaría la excelencia de lo extraordinario, que un superlativo con x. Pero Perec indaga en lo que subyace y duerme en Lo Infraordinario. Casi a la manera unamuniana de la Intrahistoria que es de syo una Infrahistoira. ¿No será que ya todos los tiempos presentes son un poco infraordinarios? Y lo sabemos y no nos quejamos.

  4. Enhorabuena don Manuel por tu reflexivo artículo. Y, nuevamente, gracias. Además tampoco se me escapa la intervención de don José. Perdón si os hago mayores con dicho tratamiento pero es requisito indispensable para mostrar mi respeto ante vuestra sapiencia.
    Gracias a vuestras conversaciones uno va creciendo poco a poco, empapándose de cultura y no de cultureta.
    Un saludo

  5. La otra noche veía Novecento en La 2 y pensaba: Se podría grabar esa película en la Italia actual? Depardieu y Deniro en la cama con la chica o el abuelo en el establo….cosas que siempre han ocurrido…y que las mentes estrechas abominan

    Se podría grabar Amanece que no es poco en la España que quiere Vox?

    Como dices en tu texto, que cada cual se responda.

      • Seguro, y a lo Rajoy te respondo: y, habiéndolos, les merece la pena en este contexto radical hacer esas creaciones? Para qu3, para que los marginen o les den una paliza con una bandera del pollo? Mira Mongolia en Valencia.

        La cultura española es fuerte, hay escritores, pintores, compositores, autores buenísimos. Pero, por la mierda de la mala política y los ultras, habría que ver hasta qué punto se autocensuran.

        Imaginas alguien como Divine haciendo Pink Flamingo hoy? Pues los hay, el problema es que no cuela en la planificación cultural de ningún partido. Porque no quieren arriesgar. Ojalá otra Alborch de nuevo.

        En prensa pasa igual, hay gente buenísima en Público o La Marea o El Diario, pero ahí andan mendigando para poder contar la verdad de las cosas, porque incomodan y la gente no quiere «ruido» en sus cómodas vidas teledirigidas. O, peor aún, como La Fallarás, amenazada de muerte por los de la bandera del pollo.

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