La suciedad y el ruido

Manuel Valero.– De nuevo me repito. Una ciudad tiene un eslabón básico, imprescindible, primordial: los ciudadanos. Esta obviedad que no es aparente porque es una obviedad como la copa de un pino suele ser obviada precisamente en lo referente a dos cosas que inevitablemente confieren a una ciudad como núcleo urbano, populoso y dotado de infraestructuras y servicios –y normas, claro-los rasgos más visibles y audibles de su personalidad. Son la suciedad y el ruido.

Aclaremos: la suciedad es inherente a la actividad ciudadana que los servicios municipales lustran a diario para dejarlo todo en un punto limpio permanente. Se trata, por supuesto, de la suciedad asumible por el cotidiano latir de la convivencia. El ruido, por lo que le toca, es otra consecuencia urbana de la urbe: el tráfico, la gente, los lugares de ocio. Es, como la suciedad, señal de que una ciudad está viva. Y ahí va otra obviedad. Todo lo que está vivo genera suciedad y ruido.

La natural generación de ambas cosas quedan perfectamente neutralizadas cuando los servicios municipales hacen su papel en un ciclo rutinario. Hay  momentos en que suciedad y ruido son excretados por la actividad urbana con mayor volumen y coinciden con las celebraciones públicas de fiestas y otras paradas de ocio vecinal. Los servicios municipales cumplen con su labor y hasta el año que viene. El ruido extra es asumido por los ciudadanos como el precio a pagar por su cita con las tradiciones. El problema es cuando suciedad y ruido se hacen crónicos, diarios, permanentes, y se convierten en una anomalía gratuita que pervierten la normal fisonomía y habitabilidad de una ciudad de forma que lejos de los parámetros de normalidad se convierte en una ciudad sucia y ruidosa y por lo tanto antipática. Y aquí es donde aparece el reparto de responsabilidades.

España como todo el mundo sabe y por ello las ciudades más importantes de la provincia de Ciudad Real, tiende más al ruido extra que al moderado y algunos núcleos urbanos ofrecen un aspecto de suciedad que raya en el abandono y la decadencia. Parafraseando al fundador de la capital Alfonso Xla ciudad, como los cántaros, cuanto más vacíos más ruido hacen. Teniendo en cuenta que esa vaciedad no se refiere a la disminución de residentes sino al vacío de urbanidad particular de cada residente. El ruido gratuito, extemporáneo es propio de ciudadanos sin escrúpulos, merecedores del reproche colectivo y de la coerción de la ordenanza pertinente. La suciedad va pareja. Generalmente una ciudad sucia suele ser una ciudad ruidosa y ya va siendo hora de advertir que la ciudad como concepto no es ni una cosa ni otra sino los vecinos y convecinos censados o transitorios.

No hay política que valga, ni acción municipal que limpie una ciudad y mantenga el ruido a raya si los administrados han solidificado una conducta y una inercia que los hace sucios y ruidosos con pavorosa normalidad hasta el punto que el estado natural de la ciudad que habitan es esa letal combinación que acaba por ser asumida y asombrosamente habitable. Baste con observar las terrazas de los bares, mejor dicho, el suelo de las terrazas de los bares y el parloteo constante a deshoras como si eso fuera la regla y no la excepción.

Una ciudad sucia delata que lo son sus ciudadanos y una ciudad ruidosa de por más descubre que la educación cívica brilla por su ausencia. En ese sentido la iniciativa llevada a cabo por el Ayuntamiento de Ciudad Real de silenciar la ciudad por unas horas durante las fiestas como un detalle hacia los niños y niñas autistas es digna de elogio, como el celo que con toda seguridad pondrá el Ayuntamiento de Puertollano es acabar con la suciedad atávica de la ciudad minera. Difícil tarea cuando el primer eslabón de la cadena falla. No hay recetas milagrosas más que las ya inventadas: efectividad en los servicios de limpieza y urbanidad por parte de los vecinos mediante campañas de sensibilización junto a la mano dura y sin contemplaciones de la ordenanza. La parte más áspera es ésta, la multa al canto y a otra cosa, pero la más complicada es conseguir el cambio de mentalidad.

Una ciudad se gobierna por un equipo de personas elegido democráticamente y con las leyes y ordenanzas propias sobre el devenir de los días. Pero hay que hacer algo sin que tiemble la mano.  Conseguir los niveles óptimos de habitabilidad y cohabitabilidad es una exigencia de los gobernantes pero también de los gobernados que involucra no sólo al poder político sino a la influencia y el rol imprescindible de otros estamentos como la escuela, la familia y hasta los medios de comunicación. Una ciudad Diógenes es la carta de presentación de una ciudad cutre. No se trata de conseguir una ciudad patena pero sí una ciudad que invite a una vecindad saludable empezando por quienes contribuimos a darle vida cada día. La suciedad y el ruido gratuito deben ser una excepción punible y no una regla dolosamente asumida.     

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19 COMENTARIOS

  1. Genial artículo Sr. Manuel, le felicito. Lo has clavado.
    Si queremos un Puertollano limpio empecemos por no ensuciarlo. Y por supuesto que la administración haga su trabajo.

  2. En primer lugar, darle la razón en un porcentaje elevado en lo expuesto en su artículo.
    Según sus palabras, la suciedad y el ruido gratuito deben ser una excepción punible y no una regla dolosamente asumida, pero cuando las ordenanzas municipales no se aplican correctamente para evitar el ruido y la suciedad excesiva un muchos puntos de la ciudad, todo ello a mi entender repito según mi apreciación de lo que vivo y observó a diario
    y consentido por la administración pertinente el problema se agrava, creando y generando el malestar de los ciudadanos afectados más directamente por estos, por eso aparte de asumir la parte de culpa que me pueda corresponder también me gustaría que se aplicaran correctamente las ordenanzas pertinentes, como usted bien dice, por los políticos que han sido elegidos. Gracias

  3. Está claro que si la familia y la escuela no bastan para formar ciudadanos responsables, es la Administración quien debe asumir esa tarea…..

  4. Manolo Valero: Perfecto artículo!!! Ojalá lo lean y relean los «mandatarios» que pueden «emitir decretos» para conseguir una ciudad verdaderamente agradable.

    ¡Gracias!

  5. Antes de todo me gustaría felicitarle por sus artículos señor Valero, como bien dice una ciudad son sus ciudadanos y como reza el refranero » Viendo la choza , se ve el melonar » creo que tenemos que asumir la evolución que esta teniendo Puertollano , asumir que ya queda poco de décadas pasadas y que la realidad es la que es , de nada sirve apelar a una educación que por muchas circunstancias no se tiene en muchos núcleos familiares. Tenemos que asumir que Puertollano ya es otra cosa , que ya hay mas de los que ven normal tirar un papel al suelo , que ya hay mas de los que ponen la música alta , que ya hay mas de los que ven normal vivir de una ayuda , que ya hay mas de los que ven normal solucionar las disputas con violencia………. Quizá seamos nosotros los raros e inadaptados
    Asumir la realidad es el primer paso para conseguir la felicidad
    Se despide: UN NOSTALGICO

    • Pero en el empeño de un Puertollano mejor para todos, Malatesta, no hay que desfallecer. Yo soy optimista pese a todo. Si dispusiera de un medidor suizo de precisión estoy seguro que seríamos más los que simplemente estamos por una convivencia normal y dispuestos a trabajar por ello. Pero los ruidosos, los sucios y los vándalos, como quienes han prendido los últimos tres contenedores, se dejan notar más. Un saludo.

  6. Mis «dieces» por el artículo Valero. Y me copio esto: «Parafraseando al fundador de la capital Alfonso X, la ciudad, como los cántaros, cuanto más vacíos más ruido hacen». Muy aplicable a los que vinieron a «hacer nueva política»…y qué coño, a los otros también.

    Esos cántaros vacíos son los que aúllan y ladran sin parar cuando pedimos ciudades sin coches, con jardines, peatonales, con poco ruido, para los mayores, los discapacitados….Esos cántaros solo tienen inteligencia para vocear y hacer ruido. Porque la suciedad poco les importa.

    Es hora de decir bien claro que solo avanzaremos cuando el ciudadano,no solo pida derechos, sino que se comporte de manera cívica y pensando en los demás. Y no como ahora, que cada uno va a su bola. Y si eso es adoctrinamiento, pues que viva ese adoctrinamiento. Mejor que otros adoctrinamientos ultras.

  7. Manolo, ¡tienes más razón que un santo!
    Y eso que sólo hablas de la situación en las ciudades… porque el campo está peor todavía. Si te has pasado últimamente por alguno de nuestros embalses, el Vicario es un buen ejemplo, habrás visto como están las orillas de basura. Esto significa que hay gente bastante guarra y, al mismo tiempo, que casi nadie se hace cargo de la limpieza del lugar; con la excepción de diversas asociaciones de voluntari@s que hacen lo que pueden.
    El día 5 de octubre vamos a limpiar en Puente Nolaya. Os esperamos a las 11.

  8. Yo no tengo por qué limpiar nada porque me funden a impuestos. Cierto que hay mucho cerdo que ensucia, pero las hojas de los árboles y las mierdas de los pájaros hay q limpiarlos. Esos no se pueden educar. Y años hace que eso no se limpia. Ciudad Real es una ciudad guarra desde hace mucho tiempo y nadie tiene narices a solucionarlo. Ningún partido. Q vergüenza de gobiernos municipales.

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