Un hallazgo de folletín recupera los años gloriosos del Puertollano balneario

Santos G. Monroy.– Internet acabará con el romanticismo bibliófilo de gabardina y cigarro revolviendo estanterías en sótanos y librerías de viejo, pero el redescubrimiento de este libro, fundamental para conocer el pasado de Puertollano, no ha dejado de tener un aire folletinesco, como el del siglo que lo vio nacer.

Más de 25 años ha empleado el editor puertollanense Javier Flores en la búsqueda de un original de «Aguas acídulo-alcalino-ferruginosas de Puertollano», el libro escrito en 1865 por Carlos Mestre y Marzal, quien fuera director de la Casa de Baños en su época de esplendor y acabara prendado de aquel poblado decimonónico de aires andaluces. Una alerta de móvil y un mensajero en furgoneta han culminado una aventura que se planteaba como un argumento de Pérez-Reverte y se ha resuelto como una comedia ligera de Eduardo Mendoza.

Javier Flores, responsable de Ediciones Puertollano, anhelaba desde hace tiempo echarle el guante al estudio de Mestre, impreso en la casa de Cayetano Clemente en la calle Calatrava de Ciudad Real allá por 1865. Se trata de una obra fundamental para conocer las propiedades del agua agria, el relato histórico del municipio, el balneario y la propia fuente, en un Puertollano preindustrial. En aquella época el municipio apenas era un poblachón con aires de Far West al que acabara de llegar el ferrocarril, pero que ya era famoso por las visitas para «tomar las aguas» del general Narváez, el espadón de Loja, presidente del Consejo de Ministros en diversos periodos hasta su muerte en 1868.

El libro de Mestre constituye un documento excepcional que hasta la fecha solo ha estado al alcance de privilegiados investigadores y especialistas. De hecho, apenas quedan ejemplares de esta monografía. Existe uno en la Biblioteca Nacional y alguna fotocopia perdida en manos privadas, pero Flores nunca cejó en su empeño de localizar un nuevo original que permitiera, con unos costes más ajustados, la confección de un fascímil de calidad para la divulgación.

Ni las búsquedas en los rastros de baratillo ni en las cajas polvorientas de las más antiguas librerías dieron resultado, pero el desenlace sorprendió a Javier Flores en el sofá de su casa, inopinadamente, rompiendo el sesteo de un fin de semana, cuando sonó la alerta de un portal de Internet en el teléfono móvil. Momentos de desconcierto e incredulidad, el nerviosismo de quien se sabe ante una revelación y una breve pero intensa negociación con un librero de Bilbao acabaron a golpe de clic con años de persecución infructuosa.

Flores aún no se ha sacudido la alegre estupefacción de bibliófilo de pro por el inesperado hallazgo de un libro tan esquivo como los misterios de los folletines del siglo XIX. Él mismo confiesa que recibió al repartidor de la empresa de paquetería como a un emisario de la Historia, y que llegó incluso a molestarse, bromea, cuando el hombre le tendió el paquete con fría profesionalidad y se marchó silbando escalera abajo, como quien hubiera entregado una simple cacerola.

Pero el libro ya está en Puertollano, y en manos de un puertollanero que lo valora, que es lo que más importa. La llegada de este volumen enriquecerá el acervo cultural de la ciudad minera y la conciencia de comunidad histórica, toda vez que Javier Flores preparará una edición fascímil, clavada al original y con alguna sorpresa añadida, al alcance de todos. Ese será, sin duda, un gran día para Puertollano.

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8 COMENTARIOS

  1. Me ha interesado mucho el artículo y no quisiera perder la oportunidad de adquirir un ejemplar. Espero que se divulgue cómo y cuándo se puede acceder a los ejemplares. Un saludo.

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