Los hombres que no veían la televisión (y 4)

Manuel Valero.- Y así fue cómo Liberto, viendo el modo en que se reconstituía el andrajo que ayer pedía unas monedas y se amarraba a la ubre del tetrabik en una esquina del mercado y observando de cerca, bajo su mismo techo, la rapidez con que se reconstruye un escombro moral con un simple gesto de humanidad y comprensión decidió cortar por lo insano, y lo insano era la telebasura que se iba adueñado de la sociedad en una metástasis dañina y letal.

El marqués señor Duque fue uno de ellos pero tuvo el valor de enfrentarse a la subasta de casquería humana. “Al fin y al cabo, lo mismo le pasó a Saulo, de ejecutor de cristianos se convirtió en la clave primordial de la Iglesia”, le dijo a Liberto el marqués de la Atalaya. Él no había hecho nada punible salvo su actividad en la noria de la estulticia que sumergía los cangilones en el barro y los sacaba repletos de detritos con el consentimiento de los afectados, expresado contractualmente. Y la gente ahí, con la boca abierta, comiendo grasaza inmoral, aumentando los shares, haciendo ricos a unos cuantos y cuantas plebeyos de la exhibición desclasada y hortera. Pero el marqués, señor Duque no fue  más allá. Lo otro, lo de la muchacha fue una encerrona, que le costó la fortuna y casi la vida hasta su encuentro con Liberto. “¿Has leído la novela de un tal Valero titulada Corazón mio?.La publicó en digital, en MICR. Me pareció imposible que se pudiera escribir una novela social con el tema del basurero mediático como eje principal y así fue. El autor exagera desde la ficción pero algo de eso hay. Son zombis entreteniendo al pueblo”. “¿Pueblo…? ¿Qué clase de pueblo es aquel que se desvive por un cotorreo de dimensiones cósmicas alimentado por una panda de vagos?

Liberto se levantó del sillón y desenchufó la televisión. “No es necesario. Hay algo bueno en medio del lodazal”, dijo el señor Duque, sin embargo. “Me da igual. A partir de este momento, inicio una vida sin televisión. Que no es una vida de asceta, ¿eh? Es una vida normal, con todo lo de normal que tiene una vida: respirar, caminar, comer, leer, escuchar la radio, conversar con los amigos, hacer el amor,  ir al cine, viajar y cuando toque sufrir, hacerlo con dignidad sin focos. Una vida normal, he dicho, pero sin televisión”.  Se puede concebir una vida normal sin televisión hoy en día en que la televisión es perpetua?” El marqués de la Atalaya sonrió ante la ingenua e inocente decisión de su benefactor. No sabía que Liberto se entregó a la causa con la decisión del converso y que, por so, la llevaría a cabo. A los pocos días, Liberto desguazó los televisores domésticos en el Parque, cargó la viruta en una furgoneta y la llevó al punto limpio. Pero no pudo evitar la multa por escándalo público. Luego de aquello y animado por la información que apareció en el papel de los diarios locales y en los digitales, fundó la asociación Los hombres que no veían la televisión y su performance contestataria contra la telenáusea  se hizo viral. Para asombro de Liberto y de su mano derecha en los asuntos de la revolución, el señor Duque, el teléfono y el local donde ubicaron la oficinilla de reclutamiento no dejó de recibir gente. “Francamente, creía que esto iba a ser un disparate pero mira…”, decía el señor Duque. “Tiene gracia que un marqués que se apellida Duque sea uno de los hijos de la revolución”. Liberto sonreía, apuntaba a cuantos iban llegando. La primera prueba de militancia era que tiraran la televisión a la basura que era el lugar que le correspondía. En pocos meses aparecieron montones de aparatos en los contenedores, los medios, incluida la tele, se hicieron eco del asunto. Pero Liberto decía en sus mítines: “Ya sabéis, informaos por la prensa, la radio o internet, pero de tele, nada. ¡Vivan los hombres…!”. “Y las mujeres”, añadió el marqués. “Y las mujeres, que no ven la televisión”.

Lo siguiente fue que la gente dejó de comprar productos que se anunciaban en los programas cotorras. El bisturí de Tonchu fue el más afectado. La audiencia cayó en picado, pero no solo eso, la gente comenzó a abandonar literalmente la adición a la tele. Seguía con su vida normal pero sin tele, ni en la casa, ni en los bares. “¿Es posible una vida normal sin tele?”, reiteraba  la propaganda del movimiento libertiano. “Sï, y es mejor”. Dejaron de venderse televisores en  Bobilandia-Pueblo, y la fiebre contestaría y boicoteadora se extendió a los pueblos de alrededor. Los supermercados y el mercado todo se quedó sin el medio publicitario por excelencia pero invirtieron en publicidad en otros medios, la gente que andaba vendiéndose a pedazos por unos cuantos miles de euros se quedó en paro y fue olvidada con una rapidez insólita. Los políticos atendieron los digitales y las tertulias radiofónicas y lo que fue más importante: ensayaron el contacto humano, puerta a puerta. Los hombres (y las mujeres) que no veían la televisión dio el siguiente paso: se convirtió en partido político y su influencia alcanzó todo el país…hasta que llegó el Sistema y dijo: se acabó el cuento. Y se acabó.

Liberto fue detenido, juzgado y condenado y recluido en una celda llena de aparatos de televisión en cuyas tripas dejó la cabeza después de darle un buen testarazo a la que tenía más a mano, más a cabeza, esto es. La noticia fue dada por todos los medios y el comentarista televisivo lo hizo con una sonrisa sardónica. Las televisiones iniciaron una venganza sin paliativos aumentando el detrito pero en Bobilandia Pueblo quedó una resistencia dispuesta a seguir dando la batalla.

¿Lo conseguiría?

Se lo detallamos después de la publicidad.

FIN

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2 COMENTARIOS

  1. Lo cierto es que la defensa de los valores éticos en que se basa nuestro sistema de convivencia puede hacerse con un arma, que todos tenemos en nuestras manos cada día: el mando a distancia. Ojalá lo consigamos…..

  2. El cuento dentro del cuento, a la cervantina o a la manera del Conde Potocki. Valero cita a otro escritor homónimo, como si fuera una tercera persona, que además escribe en las páginas de un digital homónimo a éste. Historias pasadas como las que el lector virtual aplica al lector real. Del Corazón mío al boicot televisivo. Como la técnica pictórica de la ‘mise en abîme’. Pues eso.

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