Breve historia de la señora Colilla

Manuel Cabezas Velasco.- Recuerdo aquel día como si de hoy se tratase.

Acababa de salir del trabajo cuando, enfundada en su gabardina de filtro, encontróme con alguien que no quería ver, pues no era plato de mi gusto.

Se trataba de aquella que tras el crepitar de su combustible contenido, ardía poco a poco hasta quedarse casi en su esencia, en su cabeza.

De la señora Colilla se trataba, y con ella me puse a conversar a lo largo de mi trayecto de vuelta a casa, con cara de pocos amigos, tal como ella atisbó.

-¿Cómo se encuentra don Manuel? ¿Qué tal le fue en su jornada de hoy?- me interrogó con una sonrisa aquella detestable presencia.

-Un día más, cansado. Para ello debo llegar a casa cuanto antes y darme una ducha relajante- le respondí, tratando de evitar una conversación que no estaba dispuesto a llevar a cabo.

Sin embargo, en el regreso a mi morada, pareció que todo se tornó en mi contra.

Ya fuese al cruzar de acera o al pasar por alguna fachada de algún edificio o monumento representativo de la ciudad, siempre había motivo para demorar mi paso, pues mi compañera de andanzas se encontraba con alguno de sus congéneres. Algunos poseían una gabardina más blanca, otros de color miel e incluso nos encontrábamos a nuestro paso a diversos visitantes que llevaban otro tipo de prendas que le cubrían el cuerpo en su totalidad. Eran aquellos conocidos de la familia de los Puros, de costumbres más ancestrales y de ahí que su vestimenta también lo fuera.

Sinceramente, apenas habían transcurrido los primeros metros desde que abandonase mi lugar de trabajo, el diálogo mantenido con la señora Colilla no fue de mi interés, por lo que paulatinamente fui perdiendo el hilo de éste. Aunque, para no ser descortés, a veces cabeceaba dando a entender que estaba prestando atención.

¡Al fin!, exclamé para mí, pues estaba atisbando la puerta de mi lugar de residencia, tratando de alcanzar la ducha lo más pronto posible no sólo para descargarme de los esfuerzos de mi jornada laboral sino por la capa de abyecto olor que mi detestable acompañante me había trasladado.

MORALEJA: Recuerda que un cigarro o un puro lo mismo que tiene un envase donde se transporta, debe alojarse en otro cuanto ha sido fumado. La calle, las alcantarillas, las puertas de los edificios, no son los lugares idóneos para su depósito. O mejor aún, no enciendas el cigarrillo para luego desecharlo al momento.

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8 COMENTARIOS

  1. Hay quienes no alcanzan o no quieren entender hasta qué punto el simple y automático gesto de tirar una colilla al suelo constituye un acto de irresponsabilidad ambiental de primera magnitud. Enhorabuena por el relato….

  2. Gracias Charles por tu seguimiento y entendimiento, pues ese era el objeto del presente relato.
    Espero que, por lo menos, grano aunque no hace granero…

  3. Grcaias, Manuel, por escribir un artículo intentando educar a tantos guarros y maleducados conciudadanos que habitan ciudad real. Una lucha, que aunque perdida, es necesario que valientes continúen día tras día.

  4. Gracias a ti por tu seguimiento y participación F.W.P., pues sólo es un granito de arena es ese océano que constituye la mala educación y la falta de concienciación de lo que realmente importa.

  5. Gran visión de lo que tenemos en las calles, parques, etc… por el incivismo y mala educación de no pocos/as, sino por desgracia por miles de maleducados/as en esta capital pequeña, señal de que quizás va haciendo falta algo más que mera peticion verbal y escrita informativa. En Bélgica ya se sanciona esta mala educacion colillera con 200 euros cuando se tira al suelo. Ojalá solo leyendo articulos tan entretenidos como este fuera suficiente, pero…va a ser que hasta que no se toque el bolsillo no se medio-solucionará este problema tan contaminante ya que una colilla sola tarda mas de 15 años en desaparecer. Gracias por este texto.

  6. Gracias Pohai, aunque todo empieza por la educación en el respeto a lo demás, ya sea persona o cosa.
    El carácter coactivo de las multas es efectivo si se aplica a todos por igual, pero cuando no es así pierde su eficacia al no tenérseles miedo.

  7. Buen y hasta divertido artículo, amigo Manuel.
    Manuel o el arte de saber escribir desde grandes artículos históricos, hasta opinionescon mentalidad ecológico-cívica.
    Y lo que más me gusta, que no empleas palabras enrevesadas que solo los muy «ilustrados» entienden… (ya te diré en privado algunos ejemplos…).
    El cigarro en casa a la basura, no a la papelera.
    En la calle a los dispensadores y si no hay, se guarda en el paquete.
    En la playa… en los conos para tal uso.
    En el campo…PROHIBIDO!

  8. Gracias Luis.
    Sólo es un granito de arena en ese océano de ceguera de muchos, los que más deciden los primeros, aunque no los únicos.

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