Puertollano: Pregón de consuelo y esperanza de las Ferias de Mayo

Puertollano se ha quedado sin Feria de Mayo por prescripción facultativa pero siempre queda la esperanza de la próxima y el recuerdo de la pasada. El escritor y periodista Manuel Valero, una figura determinante para la cultura de la ciudad minera, dio tal día como hoy pero hace un año el último pregón de ferias en el auditorio Pedro Almodóvar. Lo reproducimos a continuación porque puede servir de bálsamo, por no hablar de que fue magnífico.

Texto íntegro del pregón de la Feria de Mayo de 2019

Señora Alcaldesa, Maite Fernández, Corporación, Antecesor en estas lides, Modesto Arias, Autoridades…

En cierta ocasión, alguien en algún lugar, no importa quién ni donde, me dijo durante una rutina de papeleo al conocer la ciudad donde yo había nacido,:

-¡Hombre, de Puertollano, el pueblo de las dos mentiras!

Debo admitir que me incomodó aquella exclamación refleja porque no era la primera vez que la había escuchado, como supongo les ocurrirá a ustedes. Así que contuve la respiración, cerré los ojos y le contesté:

-Exacto, el pueblo de las dos mentiras. En Puertollano tenemos la suerte de contar mentiras y solo llegamos hasta dos. Sólo dos. Me pregunto cuántas mentiras habrá en su pueblo.

No sé cómo se me ocurrió aquella pirueta mental que me sirvió de respuesta, me vino de repente, como si estuviera aguardándome durante años. El pueblo de las dos mentiras… Bueno, uno estaba ya más que harto.

Puertollano puede que sea el pueblo de las dos mentiras, sólo dos, pero como no hay mentiras sin verdades me atrevo a asegurar que tenemos la gran suerte de ser más verdaderos que mentirosos, más auténticos que falsos, más porteños que llanos, si bien esto último calculo lo llevaremos con exacta y proporcionada exactitud.

Pero no nos hagamos ilusiones, somos con nuestras propias singularidades como todas las ciudades del mundo. Y Puertollano como cualquier ciudad del mundo, no es su pasado, su presente, ni su futuro, que sí, es todo eso, pero sobre todo Puertollano, como todas las ciudades del mundo, son sus ciudadanos, cada uno de sus ciudadanos, y a la vez la unidad que conforma el cuerpo moral colectivo bajo unos rasgos identitarios primordiales, rasgos identitarios, sí, pero incluyentes, al fin al cabo somos el resultado de un incontable aluvión de todos los vientos patrios que un día recalaron en este Valle para hacernos lo que somos, mestizos, acrisolados, de todas partes y de ninguna, con nuestra felicidad y nuestro llanto, como todo el mundo. Ni más ni menos que nada ni que nadie.

Nosotros, toda la ciudadanía, vecinos, vecinas, todos los presentes aquí, y los ausentes por la muerte o la distancia… somos lo que fuimos, lo que ahora somos en este complejo mundo enredado en la comunicación instantánea y la sobre información, y somos asimismo, el germen de lo que seremos en el futuro, según el grano de arena, o de avena que cada cual ponga en el celemín común. Lo dijo el célebre John F. Kennedy y le tomo prestada la cita: No le pidas a nuestra ciudad qué puede hacer por ti ni te encisques únicamente en qué hay de lo mío, sino en qué puedes hacer tú por la ciudad, por nuestra ciudad, Puertollano.

Una ciudad no es el gobierno que la gobierna y administra, ni los partidos políticos que sustentan el pequeño gran parlamento local, sino los ciudadanos, cómo células vivas que la animan y vitalizan cada día.

Si una ciudad está sucia no es por la carencia de medios ni por la dejadez del servicio, que pudiera ser, sino porque los ciudadanos la ensuciamos, si una ciudad se estanca no basta con lamentarse sino criticar constructivamente y arrimar el hombro; si una ciudad no es segura será porque sus habitantes no son ciudadanos que contribuyan a esas, si una ciudad no es respirable será porque las empresas de su entorno donde y trabajan los ciudadanos contaminan el aire incumpliendo las normas, si una ciudad está mal gobernada la democracia nos da como ciudadanos la opción de cambiar a los responsables del desgobierno sean quienes sean, del partido que sean y se llamen como se llamen… o ratificarlos en sus puestos si han sido cumplidores para que sigan con la tarea común de hacer ciudad.

Si una ciudad brilla culturalmente no es por la política sectorial del Ayuntamiento, que también, sino por el acerbo cultural de los vecinos que la retroalimenta, si una ciudad no cuenta con los servicios adecuados pudiera ser por la desidia o desinterés de los munícipes pero a lo mejor es que los ciudadanos consideramos que eso no nos compete y no estamos dispuesto a hacer un esfuerzo fiscal y justo; si una ciudad es digna de sí misma es porque los ciudadanos lo son.

Los ciudadanos, en nuestro caso, los puertollaneros. ¿Somos dignos de la ciudad que tenemos o somos manifiestamente mejorables? Y, por supuesto, claro, son corresponsables de lo bueno y lo malo quienes nos gobiernan y quienes están empoderados democráticamente para la gestión pública. Pero no perdamos la referencia de que los gobernantes salen de la placenta electoral que incubamos entre todos, así que de algún modo son como nosotros, son de los nuestros, en tanto que vecinos.

Cualquier derrotero nos llevará al ágora inefable que es el símbolo más nítido del verdadero ejercicio de la ciudadanía.

Los ciudadanos, los puertollaneros son los que han escrito el pasado, viven el presente y perfilan el futuro de una ciudad, de tal suerte que es imposible disociar los unos de la otra.

Las ciudades, cualquier ciudad, Puertollano, también evolucionan, involucionan, progresan, decaen, avanzan o se estancan… y las costumbres desaparecen trémulamente como se esfuman los espejismos del pretérito.

La Feria de Mayo de Puertollano no es la Feria de Mayo de hace 30, 50, 80 años… ni siquiera la de hace una década, y ese desvanecimiento pese a los esfuerzos de neutralizarlo, declina lentamente al compás del complejo mundo de hoy en el que los ciudadanos tenemos múltiples alternativas de ocio que son las alternativas de negocio de otros, a cualquier hora y en cualquier época del año. La Feria ya no es un hito.

En mi infancia, la Feria se repartía entre el Paseo de San Gregorio y El Bosque, y cinco duros -que eran un capital- duraban lo que dura el garbanzo en el cubilete del trilero. Eran tiempos de estrenar, de aguardar a los cacharros asombrosos y los caballitos de subir y bajar, de disparar escopetillas de plomo tan trucadas por el punto de mira que el perdigón podía volverse contra el tirador, de tratar de salir de un laberinto de cristal, de asistir a la decapitación de un hombre, de hacer la ola, de subir en avión, de escuchar las canciones de moda en los gigantescos bafles de las atracciones, de quitarle la escoba a la muerte del trenillo y ver si de ese modo nos ganábamos el primer beso adolescente, de contar los días que faltaban para la Feria y de entristecernos cuando los feriantes recogían los bártulos, montaban en sus caravanas y partían hacia otra ciudad, saltando de feria en feria y como en la canción de Serrat, siempre risueños con sus sueños y sus miserias. A mí de niño eso me parecía la libertad: sin casa, sin hacienda, sin ataduras, como el caracol, todo a cuestas por el ancho mundo.

Ya por entonces no quedaba nada de la feria ganadera de Don Fulgencio Arias y siguientes, la de mi mocedad era una Feria presidida por la caseta de Calvo Sotelo, la gran ubre de la que vivíamos entonces y seguimos viviendo ahora, porque las renovables de farisaica gestión pasaron a mejor vida, tal vez esperando regresar, y junto con otras iniciativas darle a Puertollano otro empujón industrial que encienda de nuevo la bujía del Faro que fue. La Feria de mi niñez ya había cambiado con respecto a los mayos feriales de la niñez de nuestros padres y abuelos. Había cambiado como ha cambiado ahora porque la existencia es movimiento perpetuo y el movimiento es cambio aunque no se perciba.

Cualquiera de nosotros evocará su propia feria porque cada cual cuenta la feria como le parece y como le va. Nuestra Feria de Mayo que nació ganadera en 1895 constituye junto a las patronales de Septiembre y el Santo Voto los vértices de nuestro triángulo festivo. Una vez un primo mío que regresó de Bélgica donde trabajó como inmigrante, me preguntó que porqué era santo el voto porque en Bruselas el voto no era santo, que era una papeleta que se metía en una caja de cristal. Yo no atiné con la respuesta adecuada. Sabía que el voto era un rancho de patatas para la gente pero desconocía sus orígenes, como no tenía ni idea de la otra acepción de la palabra voto. Supongo que me encogí de hombros o mi primo se desatendió porque no volvió a preguntármelo.

Ahora recuerdo una anécdota política de cuando la política era política en estado puro, un ejercicio de debate y discrepancias, a mí se me antoja, no exento de la salpimienta de la demagogia, pero más noble, creo, que en estos tiempos desafectos y acuosos, sin ese pegajoso cuerpo a cuerpo del insulto y la humillación que envilece a los adversarios y al pueblo que jalea a los suyos con trazo grueso en las redes sociales de la Gran Madre Internet, el invento más inquietante en el que nos hallamos inmersos, con sus pocas luces y demasiadas sombras.

Este es el hecho al que me refería.

El entonces alcalde Ramón Fernández Espinosa proyecto y ejecutó a principio de los 80 el traslado de la Feria desde el Paseo de San Gregorio y el Bosque hasta el ferial que se iba a construir… como así se hizo. Pero la oposición consideraba que el traslado de la Feria de Mayo a las afueras de la ciudad supondría el principio del fin de la misma… como así no fue. En la nueva ubicación la Feria de Mayo conoció años gloriosos, de colores, olores y sabores y movidas como nunca antes. No, no traigo a colación este recuerdo que está en los anales de la historia local para ensalzar a unos y criticar a otros, pues si la tortilla hubiera sido otra, hubiera pasado lo mismo.

Si hace apenas unos años comenzamos a barruntar el debilitamiento de la Feria de Mayo no fue por culpa de nadie, ni tan siquiera del presupuesto, sino también por culpa de los tiempos, que avanzan dos barbaridades, y ofrecen otras alternativas de divertimento, como fue, como es y como será siempre. Siempre los tiempos, el tiempo, que parecen igual pero no son lo mismo. La Feria eso sí está a salvo en el inmaculado universo de la infancia de cada uno.

Y hay, queridos paisanos y paisanas, otra Feria, que está pronta a llegar no menos importante que esta de Mayo que nos disponemos a inaugurar: la del Libro. Espero que las autoridades que entonces tengan la responsabilidad del gobierno local se esmeren un poco junto a los libreros, editores, lectores empedernidos, lectores ocasionales y ciudadanos en general, para hacer de la Feria del Libro de Puertollano una parada cultural de referencia para la región.

Y ahora, si me permiten, y para terminar, paso a leerles un poema que escribí hace muy poco y en el que sintetizo la historia de esta ciudad nuestra que nos sobrecoge y acoge desde el año milagroso de la aparición del carbón, la ciudad que amamos y que en ocasiones maltratamos bien por el desacierto en la gobernación, bien por nuestro comportamiento incívico. El ayer nostálgico no retornable, interesa mucho menos que el hoy y el ahora, como atalaya desde donde vislumbrar con claridad el futuro. Interesa, sí la ciudad que hemos heredado pero, sobre todo, interesa, y mucho la ciudad que dejaremos en heredad.

Este es el texto:

Tronó la tierra bajo la tierra y el verdor de la yerba se convirtió en sombra, y apareció un pedregal oscuro bajo la tierra como negras piedras de futuro. Fue hecho el hombre de nuevo y fueron otros los que vinieron. Ya no miraban el cielo sino el opaco techo del sustento. Ya no limpiaban el sudor del trabajo sobre el surco sino el azabache lixiviado de su brega contra muro. Diamantino carbón que tronó bajo la tierra y el frescor de las flores se convirtió en dolor. Pasó el siglo sobre el pueblo como pasaron la Historia y sus hechos memorables. Pasó una ola de libertad como nunca antes rompió contra el malecón del puerto llano y minero. Pasó una guerra y una constelación de tormentos. Y pasó un general aflautado. Llegó el petróleo de las guerras. Se forjó el nuevo obrero sobre las ruinas de los viejos y se perfiló la Fábrica como se delimita el desierto y todo quedó resuelto en el vocabulario de los tiempos.

Los que quedaron y resistieron se acoplaron bajo una losa de silencio hasta que llegara la primavera como llegó, inexorablemente, y cambió el horizonte maltrecho por otro sin ira y azulado como los mismos cielos.

Pero el mundo avanzaba a su paso destruyendo credos y muros y apareció un nuevo orden sobre el orden viejo que controlaron los mismos de todos los tiempos. Pasaron gobiernos. La democracia se hizo mujer con un racimo de pechos y llegaron otras energías tan verdes como la yerba a relevar el crudo negro que relevó el negro carbón cuando soplaron los vientos. Y la democracia se hizo humana y emergieron los defectos y la estulticia.

Y acudió el terror y la muerte y una red que nos comunica y atrapa cebando un peligroso cebo. Las redes sociales de soledades, de anonimatos, de cólera y fuego, de mentiras y falsos abolengos pero también de tutoriales sobre la belleza, el enigma y el conocimiento.
Y pasó el mundo como pasa ahora vertiginoso, fugaz, líquido…

El mundo de clima insólito que calienta más y nos ama menos. Y así estamos en este mío como en todos los pueblos aguardando otra vez el trueno sobre la tierra o bajo la tierra que preñe de prole la democracia y volvamos a ser, un poco más buenos aunque tengamos que estar felizmente muertos.

No habrá otra manera de dejar a los vivos como hicieron con nosotros antes que nosotros, nuestros ausentes: dejar un mundo habitable, un Puertollano cordial y vivible, y si cabe, el Universo entero.

Pero mientras nos ponemos a ello, hagamos un humano armisticio, olvidemos casi todo, desempolvemos el mejor traje, empolvemos la peor cara, apaguemos los fuegos y apacigüemos los credos y el rigor de las ideas, templemos el mejor hierro, que cada vecino ponga en la mesa lo que le pida el cuerpo y le reclame el espíritu… Mientras llega el futuro de los que en el futuro serán los nuestros, divirtámonos estos días del mayo puertollanero con la mesura precisa y el mejor tiento.

Queridos paisanos y paisanas de aquí o de la diáspora, naturales y vecinos, vivais en la ciudad o en cualquier parte, o en el fin del mundo. A los que ya no están. Y a ti, madre.

Feliz Feria de Mayo de 2019.

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