El tesoro de la chimenea cuadrá

Santos G. Monroy.– En la pandilla de clase siempre creímos en el tesoro de la chimenea cuadrá. Para aquellos niños de Puertollano, huérfanos de castillo legendario que alimentara ensoñaciones aventureras, lo que en realidad eran las ruinas de un puesto telegráfico se antojaba desolado torreón medieval (quizá lo fuera realmente siglos atrás) bajo el que se escondían riquezas protegidas por espantosas corrientes de agua, endriagos y serpientes.

Claro que jamás dimos ni con un duro y aquella frustración sigue latente, pero no porque no exista el tesoro, sino porque precisamente quizá esté ahí, en forma de patrimonio histórico aún por explorar.

Foto: Salesianos Puertollano

Mala suerte han tenido los manchegos como buscadores de tesoros, pero peor afán en recuperar con rigor el patrimonio arqueológico, siempre relegado a un tercer plano, cuando no directamente al olvido, en las políticas culturales de las administraciones públicas.

Buscadores de tesoros no faltaron por estos lares. No se encontró el caldero de perlas que dejaron los musulmanes en una profunda poza del Guadiana, a su paso por Carrión. Ni los más valientes caballeros medievales se atrevieron a sumergirse en las inquietas aguas del río y aventurarse en unas soledades acuáticas sólo escrutables para quien portara el cuerno del Olifante o pronunciara un hechizo olvidado.

Igual suerte corrió el fortunón que afanosamente rastrearon los contemporáneos de Cervantes y que, dicen, abandonaron los moros en una lóbrega cámara del castillo de Salvatierra. En vano se buscó el misterioso pasadizo de dos kilómetros que conducía a aquellas legendarias riquezas, cuya entrada era fama que partía de la vecina fortaleza de Calatrava La Nueva.

Don Diego de Almagro murió estrangulado en su prisión de Cuzco sin alcanzar el sueño del Dorado, y ya no digamos el de la Fuente de la Eterna Juventud. También fracasó, a principios del siglo XX, el empeño por descubrir las monedas que se creían enterradas, desde las guerras carlistas, bajo un viejo olmo del antiguo Cuartel de Artillería de Ciudad Real, hoy sede del Rectorado de la Universidad de Castilla-La Mancha.

El caso es que en estas tierras se ha creído siempre en los tesoros pero muy poco en la ciencia para rescatarlos. Los tiempos que corren ya no aceptan ni a condes de Montecristo ni a ‘Jims’ de islas del tesoro; rechazan de plano a los Quatermains de las minas de Salomón perdidas en el corazón del África; a los Nemos de esperanzas submarinas rebosantes de galeones de velas flotantes y ajironadas; a los Lanzarotes ansiosos de Santo Grial y a los Shanti Andías barojianos de biografías anegadas de piratas. Y si se rehúsa a soñar, que es gratis, más aún a invertir en investigación, pese a las alegrías que puede deparar para el turismo, el patrimonio, y la economía.

Sin embargo, y a pesar de todo, de vez cuando se produce el milagro: el Ayuntamiento de Brazatortas ha tenido los redaños de pagarse íntegramente unas excavaciones que están sacando a la luz piezas y restos de las edades del Hierro y del Bronce, entre ellos huesos, grandes lienzos de muros y el bastión defensivo de una suerte de acrópolis. Los hallazgos han trascendido la actualidad local y han sido muy bien recibidos por la comunidad científica de todo el país.

Y a uno, que no puede disimular su envidia por la iniciativa, le da por pensar que el ejemplo de Brazatortas debiera marcar el camino de otros municipios vecinos, como Puertollano, con yacimientos vírgenes en los cerros de Santa Ana y San Sebastián. Algo se remueve en la ciudad minera con iniciativas de valorización patrimonial como la protagonizada por la Asociación Portus Planus, y ojalá llegue el día en que sean tomadas en serio: sí, los tesoros existen a poco que creamos en ellos, y será entonces cuando nos reencontraremos con lo que fuimos, enriqueceremos nuestro patrimonio y nuestra oferta cultural… y regresaremos a aquellas mañanas de la infancia, asomados a las barandas de Puertollano, cuando soñábamos con sortilegios y dragones.

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5 COMENTARIOS

  1. Estupendo. Todos buscamos nuestros propios tesoros, los que tenemos en la mente antes de que se hagan realidad. Sabemos que están ahí. Solo hace falta encontrarlos…….

    • Pues Charly, yo tengo en mente un euromillonazo, pero, nada que no lo encuentro. ¡Tú sí que eres mi tesorito, buscado y encontrado al fin!. ¡Cómo me alegras estos días de confinamiento!

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