De traperos, heresiarcas y hombres de Dios (45)

La relación entre la bella Susana y el hijo del impresor iba paulatinamente haciéndose más intensa. La complicidad de ambos no dejaba lugar a dudas, aunque los jóvenes sabían que se hallaban bajo la más estrecha vigilancia de sus respectivos progenitores.

Ella, como mujer joven, era el tesoro que aún poseía el taciturno Antonio, su padre, el cual sólo pensaba en encontrarle un mozalbete de cierta posición con el que casarla –aunque ella parecía que no tuviese los mismos pensamientos que su padre–, alguien semejante a su jefe, Bernat “El tuerto”, y por ello siempre había depositado en la esposa de éste la educación en cosas de mujeres para su hija. Bernat podría ser su trampolín, pues gozaba de muy buena reputación en aquellas tierras, ya que desde joven había tenido fama de gran trabajador, de buen cristiano y de ser enemigo de cualquier trifulca. Por ello, los dueños de las tierras habían ido depositando su confianza y él mismo con su generoso esfuerzo fue haciéndose un hueco como pequeño propietario. Ese ejemplo por seguir era al que aspiraba Antonio como alguien en el que debía poner los ojos su hija, aunque por entonces aquel padre parecía estar bastante desencaminado de los anhelos a los que aspiraba la muchacha. En cuanto al vástago de Juan el impresor, según éste parecía aún demasiado joven para comprometerse con una mujer y ni tan siquiera para mantener ningún tipo de relación pues desconocía todavía lo que había que hacer en esos casos. Su progenitor, por ello, le consideraba aún muy niño, y estaba todavía más intranquilo por haber descubierto los lazos cada vez más fuertes que se estaban estableciendo entre ellos, algo que ponía en riesgo incluso la discreción de la que padre e hijo habían hablado con el fin de pasar desapercibidos en aquellas tierras pertenecientes al Duque de Híjar.

Foto de Calle Entrada Plaza de Híjar, 1943 (FUENTE: “PASEANDO POR LA HISTORIA : Cuando las calles eran de tierra”, en https://eshijar.blogspot.com/2020/05/paseando-por-la-historia-cuando-las.html)

¿Cuándo se pondrían de manifiesto aquellos sentimientos que parecían enterrados entre la joven y el muchacho? ¿Cuál sería el futuro que les depararía si osasen declarar abiertamente su amor? ¿Las tenían todas consigo? ¿Habría obstáculos que les impidiesen continuar? Ambos seguían manteniendo cierta cautela y sólo con algunos gestos expresaban todo lo que escondían en lo más profundo de su corazón. Pero ¿hasta cuándo podrían resistir sin ser descubiertos? Apenas habían abandonado la niñez y estaban encarando una situación de vaivén en la que en el terreno de sus emociones no estaban acostumbrados a estar sometidos a tanto disimulo. ¿Por qué ahora tendrían que hacerlo?

En aquella tesitura como dos jóvenes acaramelados se hallaban, pudiendo apenas acariciarse un dedo cuando iniciaban la jornada de trabajo en los campos de Híjar, cuando recogían algún cesto o un apero o cuando paraban a echar un trago de agua o dar cuenta de lo que se hubiesen echado en el zurrón para no estar sin fuerzas en todo el día, aprovechando entonces para tomar contacto y transmitir todo aquello que públicamente no habían manifestado hasta entonces. Pero sabían perfectamente que sus padres, o alguien de confianza de estos, estarían al acecho como cuando una presa está a punto de caer en sus garras. La paciencia de Antonio y Juan podría ponerse a prueba si sus más que razonables aprensiones se confirmaban, al menos para Antonio, pues para Juan ya se había convertido en una certeza lo que estaba ocurriendo entre ambos muchachos.

Una nueva jornada había transcurrido y con una mirada cómplice se volvían a despedir. No había mucho que decir, pues el fuego seguía siendo avivado con ese sutil mohín. Nada más era necesario, aunque por dentro sus cuerpos necesitasen otro tipo de consuelo. Sin embargo, no podían asumir más riesgos y habría que esperar a una mejor ocasión para estar más cercanos, para poder estrechar sus cuerpos y dar rienda suelta a la incipiente pasión que comenzaba a originarse.

Apenas se despidieron la joven del muchacho y Antonio de Juan, yendo ambas familias a sus respectivas moradas. Tras estar lejos de sus miradas, en ese preciso momento, el maduro impresor aceleró el paso y cogiendo levemente del brazo a su vástago, le apartó para dirigirse a él:

-¿Hasta dónde vais a poner a prueba nuestra paciencia, tanto la de Antonio como la mía? ¿Acaso creéis que ambos no nos hemos dado cuenta de lo que está pasando por vuestras cabezas? ¿Creerás que estás en condiciones de entablar una relación más allá del trabajo con una muchacha como Susana, cuyo padre tiene meridianamente claro que el futuro de su hija será con alguien que le resuelva la vida y la aleje de los trabajos de campo que hasta ahora se ha visto obligada a realizar? ¿No sabes acaso que ese amor por el que suspiras y que supondrá tu pena te llevará a la locura, lo que incluso te llevaría a perder todas tus posesiones o tu propia vida? ¡Te prohíbo terminantemente desde hoy que vuelvas a tener contacto con ella! ¿O acaso esperas que tenga que tomar una medida más drástica como irnos de Híjar si no me haces ningún caso? –recriminó enfadado Juan a su vástago, llegando a subir el tono de su voz conforme iba avanzando en su reprimenda.

-¡Está bien padre, haré lo que usted me diga! Pero, por favor, no nos vayamos de Híjar por mi culpa, pues jamás lo desobedeceré. –respondió acobardado el muchacho, aunque sólo con la boca pequeña, pues sus pensamientos seguían yéndose hacia aquella hermosa y pícara mirada que tantas veces le había brindado la hermosa jovencita. Con un leve gesto, su progenitor aceptó aquella petición.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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2 COMENTARIOS

  1. Dos jóvenes que están conociéndose, sintiendo, mirando y caminando por terrenos desconocidos. Y es que el amor en la juventud es difícil de interpretar……

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