Puertollano: Un caserón señorial repleto de ecos y un singular monumento salesiano, olvidados al borde de un mar de silicio

Quizá muchos antiguos alumnos salesianos de Puertollano conozcan El Bonal, aunque sea de oídas. Este evocador complejo, hoy prácticamente olvidado, marcó a muchos jóvenes de los años 60, en pleno desarrollismo franquista, y se convirtió en un singular ejemplo de núcleo educativo rural, algo así como un remoto monasterio para «novicios» o aspirantes a sacerdotes salesianos, que daban clase de bachillerato o aprendían técnicas agrícolas en el bello y deslumbrante horizonte que precede a Sierra Madrona.

Hoy, la finca, propiedad de la empresa Renovalia, no está abandonada, aunque presenta un aspecto de lánguido olvido al borde de una monstruosa extensión de placas fotovoltaicas que manchan lo que fue en otros tiempos un soberbio paisaje ondulante.

Al parecer la casa guarda en su interior un aspecto razonablemente parecido al que pudiera tener hace 60 años, con su capilla, alberca y estancias destinadas a pequeño teatro y dormitorios de los niños, mientras que en el exterior, en la fachada de porte neoclásico, aún se aprecia la placa conmemorativa de la donación que hizo la marquesa Concepción Narváez Ulloa a los salesianos, un pequeño escudo nobiliario y un mosaico de la Virgen del Pilar.

Destaca por encima de todo ello el monumento a María Auxiliadora que los puertollaneros han podido ver siempre desde la carretera que une Puertollano y Calzada de Calatrava. Este elemento sí se presenta muy deteriorado, en mitad de tierras baldías y muertas por la sequía. Obra del salesiano Enrique Herencia, fue construido a principios de los años 60, y presenta la imagen de la Virgen junto a otras esculturas de San Juan Bosco y Santo Domingo Sabio. En su momento, un poste eléctrico permitía que la estrella instalada en lo alto del obelisco se iluminara.

Su estado actual aconseja una intervención urgente por parte de la empresa para preservar este interesante vestigio de la historia de Puertollano, o al menos plantearse algún acuerdo con la comunidad salesiana de la ciudad minera para que sea restaurado o trasladado a otro lugar.

Según relata la Asociación Portus Planus en su página web, a finales de los años 50, Concepción Narváez Ulloa del Águila y Calderón, marquesa viuda de Álava y vizcondesa viuda de Casa Blanca, donó esta finca a la comunidad salesiana de Puertollano. «Doña Concepción era nieta del sobrino del famoso general Narváez, que visitó las aguas agrias de Puertollano, y se había casado con Narciso de Zulueta y Martos (1888-1973), III vizconde de Casablanca y III marqués de Álava; el matrimonio no dejó descendencia», refiere Portus Planus.

Esta misma fuente apunta que el 7 de marzo de 1958 los salesianos, a través de Alejandro Vicente, pidieron al obispo de la Diócesis, Juan Hervás y Benet, licencia para abrir en la finca una escuela agraria denominada “San Juan Bosco”. La licencia la concedió el obispado el 2 de abril de 1959, y a partir de aquí, este seminario agrícola para aspirantes a salesiano estuvo funcionando hasta la década de los 70.

Según el interesante relato de Juan Antonio Alonso Resalt, alumno del seminario, llegó a albergar hasta 300 niños, que vestían un sencillo guardapolvo oscuro. La finca tenía una entrada desde la carretera con un zócalo de ladrillo, coronado con una cruz. Desde ahí hasta el conjunto de edificiaciones se extendía un camino flanqueado de decenas de eucaliptos.

Los aposentos de la casa nobiliaria fueron habilitados como aulas. También se construyó un largo dormitorio con decenas de camas y mesillas de noche de hierro, así como una capilla con un órgano, cocinas y un pequeño teatro, donde quizá aún flote el eco de aquella algarabía de gritos infantiles en la inmensidad de la campiña.

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