El odio se amortigua detrás de la ventana

Manuel Valero.- He perdido la cuenta de las veces que he oído y leído la palabra odio que es la antipatía y aversión contra algo o contra alguien cuyo mal se desea. Lo dice la RAE no yo. Y me ha entrado como un escalofrío. Me consuela deducir que quien usa esa palabra no es conocedor del significado literal del término lo cual puede servir de atenuante. Nadie está exento del odio por la condición humana pero cuando se introduce en el argumentario político y en un recurso tristemente habitual, la cosa se complica peligrosamente. El odio es achacado al enemigo por avivarlo de modo que el acusador odiado se considera inocente y justificado. Los lideres políticos de toda ralea generan no ya la crítica sino el odio, palabra que ya no se les va de la boca así sea Sánchez o Feijoo o Puente o Ayuso o Abascal o Yolanda Díaz u otro de cualquier bandería.

Y eso puede ir calando  en la sociedad. Afortunadamente la calle, la cotidianeidad de la gente es una grata realidad que atempera la otra realidad indeseable de la pugna política que nos machaca día a día en los telediarios y en las tertulias.

Más de cuarenta años de democracia para esto, para asistir a un escenario de guerra civil incruenta cuyos generales y su tropa tratan de destruir civil y personalmente al adversario. Llegados a esta situación cae en vano el análisis profundo de las causas y sus consecuencias que han generado este sofocante clima porque cada estandarte se creerá el odiado por el estandarte enemigo a quien culpará del desastre. Y viceversa.

No sé qué pensarán los jóvenes de este infernal tinglado que los medios de masas contribuyen a potenciar, pero a la altura de los de mi generación, el pesimismo y la decepción se vienen incubando como si fuéramos un pueblo con una quijada de burro en la mano dispuestos a darnos hasta enterrarnos en tierra hasta las rodillas. Cada telediario con el menú, además, del gran escenario mundial en el que hemos visto desfiles de tropas escalofriantes contribuyen no ya a la decepción sino al temor de que a los lideres mundiales se les vaya de las manos. Salvo que hablen en privado por teléfono y Putin le diga a Trump el guerrero que le cambia Venezuela por Ucrania.

Pero bajemos a lo local. Si el clima internacional está más loco que el clima iracundo de calores y tempestades, si el clima nacional está en un olla que sigue silbado cada vez con más fuerza, convendría que a nivel local cuyos gobernantes están más cerca del pueblo que los eligió, se levantara el pie del acelerador odioso y se ejerciera tanto el poder como la oposición desde la mesura y el respeto, condiciones hoy, desgraciadamente, pasadas de moda.

La palabra odio la hemos leído en un comunicado de los actuales dirigentes socialistas en Puertollano lo que ha provocado otro comunicado sin piedad de los gobernantes populares.

La guerra de comunicados es un absurdo por más que contribuyan a ella las redes sociales y las nuevas herramientas de comunicación. Los únicos interesados, además de las partes comunicantes, son aquellos que siguen el encontronazo a través de los digitales y aprovechan el anonimato para escupir bilis. Los ciudadanos solo verán gestión y la aprobarán o suspenderán cuando toque. 

Por un momento pareciera que la toxicidad de Madrid se filtrara por ósmosis en los ayuntamientos que deberían ser muros de contención del malsano y estúpido mal royo que no conduce a ninguna parte y alimenta esa pasión tan denigrantemente inhumana por humana como es el odio. El odio pudre al odiador y lo que es peor es una palabra que asimilada por el común puede germinar y madurar en un desastre irresponsable.

Reconozco mi pesimismo. Pero si tras la ración del telediario con su carta de tensiones globales peligrosas, de exhibiciones de armamento amenazantes, del profundo desafecto entre los dirigentes políticos nacionales,  te encuentras que aquí mismo, en Puertollano, también se juega con la maldita palabra para vejar a quienes gobiernan, y esto genera a su vez  en un cruce de comunicados que soplan la hoguera, es como para irse a lo más remoto de Sierra Morena. Me pregunto si los afiliados de los partidos y sus más fieles simpatizantes aprueban este degenerado clima de desafecto o ejercen el criterio propio y son capaces de activar la autocrítica, que no elimina por cierto la crítica necesaria en un sistema democrático.

Aunque desagrade a quienes después de cuatro décadas fueron desalojados del poder local por las urnas, el hecho evidente e irrefutable es que hoy es el tiempo de otro partido, otro alcalde y otro equipo de gobierno que entenderá la gestión según su parecer y compromisos, siempre con la vista puesta en el interés general. Si no es así, llegarán de nuevo las urnas para mandar a quienes hoy nos mandan a tomar por saco.

El gran poeta Miguel Hernández muerto en las cárceles franquistas escribió un brutal poema titulado Canción Ultima. Sus últimos versos dicen:

El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.  

El odio que amenaza un hogar cuyos amantes tratan de reconstruir pero queda acechante al otro lado de la ventana, bien podía ser extrapolado a cualquier contexto. Porque el día que no se amortigüe detrás de la ventana será demasiado tarde.  

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3 COMENTARIOS

  1. El otro día estuve viendo una entrevista con un escritor muy famoso, y dijo algo que me pareció interesante, y sobre todo muy ilustrativo de lo que está pasando: *** No aceptamos ninguna virtud en el adversario, ni ningún defecto en los de nuestro bando. PD: Todo esto también pasa, a nivel no solo político, también en lo personal. Un saludo.

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